Rotoscopio

'Glass': todo depende del color del cristal

Las cualidades frecuentes de la obra de Shyamalan rescatan a 'Glass', independientemente de sus tropiezos, analiza Daniel Krauze.

Antes de hablar de Glass, la tercera entrega de una trilogía escrita y dirigida por M. Night Shyamalan, debo hablar de Unbreakable, en mi opinión la mejor película de superhéroes jamás filmada. Unbreakable no es una obra maestra porque aborde al superhéroe desde un contexto más o menos realista, o porque el final incluya uno de los más afortunados giros de tuerca en la carrera de su director. Es extraordinaria, más bien, por la inventiva de su cámara, la fluidez de su ritmo, la eficacia de sus actores, edición y música, y sus muchísimas tomas ingeniosas y elegantes (pienso, por ejemplo, en las tomas iniciales en el tren y el hospital). El problema con Shyamalan es que sus características superficiales –como los manidos giros de tuerca– son tan evidentes que muchas veces soslayamos sus grandes virtudes.

Shyamalan sin duda ha hecho bodrios indefendibles, pero muchas de sus películas supuestamente fallidas son, en realidad, ejercicios osados y a menudo singulares dentro del universo de Hollywood. Glass no es la excepción: una cinta con un final valiente, repleta de rimas visuales –colores, encuadres, tomas que se repiten– que le dan una sofisticación que ya quisiera una película de Marvel o DC. La historia gira en torno al encarcelamiento simultáneo de David Dunn (Bruce Willis) y The Horde (James McAvoy), héroe y villano, ambos casi indestructibles, quienes van a dar al mismo asilo donde se encuentra Mr. Glass (Samuel L. Jackson), el Lex Luthor del cuento. A diferencia de los personajes principales, la trama no es a prueba de balas: disfrutarla a menudo exige saltos de lógica. Si la doctora Staple (Sarah Paulson) no cree en superpoderes, ¿no sería una buena solución que David y The Horde simplemente le demostraran su fuerza sobrehumana?, ¿cómo puede dudar de sí mismo David tras 19 años de ejercer como superhéroe local?, ¿a quién se le ocurrió que era buena idea meter a The Horde y a Mr. Glass en el mismo edificio? Y un largo etcétera.

Sin embargo, las cualidades frecuentes de la obra de Shyamalan rescatan a Glass, independientemente de sus tropiezos. Es una fortuna contar con un actor tan versátil al centro como McAvoy, así como ayuda que este sea, desde mi punto de vista, el mejor papel en la carrera de Jackson (Willis, por su parte, está en piloto automático). Sobre todo está el hombre a la cabeza del proyecto, repudiado a lo largo de buena parte de su carrera, acusado de repetirse hasta el hartazgo, pero antes que nada un director que es fiel a sus obsesiones: a sus temas, su estilo y su manera de narrar. Glass representa una visión autoral en un género ubicuo donde el autor rara vez se hace presente. Y eso, en sí mismo, ya debería ser un motivo para festejar esta, la más peculiar saga sobre un superhéroe que yo haya visto.

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