Simon Levy

México: ¿futuro o pasado en la transformación económica?

No es fácil romper los lazos e intereses del pasado que nos impiden caminar más rápido al futuro, por eso como sociedad tenemos que dejar de repetir lo que ha salido mal y apostar a lo que ha salido bien.

Por Simon Levy

Hace 33 años el mundo comenzó una etapa de industrialización anclada por la entonces superabundancia de mano de obra global. Hoy, China, la gran fábrica del mundo ya se está robotizando. La tecnología, la energía verde y el cuidado de los recursos naturales; la ciencia aplicada, la automatización creciente y el desarrollo urbano; el turismo, el entretenimiento y la industria de los contenidos, forman parte de la actualidad mundial.

México no solo ha llegado tarde a esta realidad postindustrial, sino que no terminamos de salir de la trampa que el neoliberalismo fabricó y que nos impidió caminar al progreso de las mayorías.

Andrés Manuel López Obrador, no es la causa del México pobre; es el efecto del México de los olvidados y de la simulación. No es la causa del México que perdió competitividad sino el efecto del país que apostó por la corrupción. El presidente no está hoy en el cargo por la facilitación que se dio a la inversión; llegó a el, porque logró denunciar y demostrar los efectos del compadrazgo de ensanchar las desigualdades y acentuar el saqueo y la privatización de bienes públicos.

Ahora, él ya es Presidente y la izquierda mostrará de que está hecha para salir de la mediocridad y desgracia en la que el neoliberalismo profundizó no solo la desigualdad, sino que vendiendo primer mundo nos alejó mucho más de él.

Las medidas recientemente anunciadas para Pemex dan nota del inicio de la transformación financiera, pero más aún que los inversionistas reaccionan favorablemente a su plan de negocios. Eso significa recortarle tiempo al pasado para avanzar al futuro en menos de seis meses. No podemos tener un aeropuerto de primer mundo como el de "Texcoco", cuando quienes lo empezaron a construir lo usaron como fachada de deudas privadas y lo dejaron en un 30 por ciento de avance y peor aún, con un programa de finalización superior a 11 años. ¿Quién nos dejó estancados entonces?

Nada nos ha hecho más daño como sociedad, que la hipocresía que clama competitividad a base de privilegios. El apoyo al "fomento económico" se tradujo por ejemplo que en 2014 el gobierno en turno dejara de recaudar por beneficios y devoluciones fiscales, más de 1.2 billones de pesos equivalentes al 7.4 por ciento del PIB.

El presidente López Obrador está sentando las bases no solo de un nuevo régimen político, sino de una transformación económica y productiva y para lograrlo, la siguiente asignatura después de la austeridad, será la creación de riqueza pública para crecer con calidad.

Por ejemplo y aunque parece lejos aún ¿qué nos llevará a crecer sostenidamente en el futuro? El tiempo y el esfuerzo que hoy le vendemos a alguien por una remuneración, será completamente diferente en pocos años. En Estados Unidos, más de 6.5 millones de personas trabajan media jornada a pesar de buscar un trabajo de tiempo completo. Mientras que en 1970 el sector industrial empleaba mil robots, hoy en día utiliza más de mil 600 millones. La elevación técnica, la ciencia aplicada y el cuidado de nuestros recursos naturales, nos harán crecer en el futuro.

Se equivocan quienes piensan que la izquierda no impulsa el progreso en sus políticas públicas. No nos alejamos de la reflexión de cómo se concibe la revolución del tiempo y del espacio en la creación de prosperidad. Cómo se construye una agenda de competitividad donde la gente no esté atada a una silla del empleo, sino que sea capaz de crear sus propias fuentes de autosuficiencia. Quienes creemos en la Cuarta Transformación de México, apoyaremos a crear soluciones a la crisis actual del trabajo frente a una realidad donde dentro de 20 años, serán automatizables entre el 40 y el 80 por ciento de las fuentes de trabajo y ello, con una nueva forma de educar a jóvenes y adultos siendo resilientes. La izquierda sí sabe distinguir la falsa idea que política industrial es mano de obra barata y reflexiona el modelo de la mentefactura, para así crear ecosistemas de competitividad: Ya no viejos parques industriales sino espacios creativos donde se trabaja en diseños de código abierto y en impresión en 3D lo que transformará la escasez, oferta y demanda de millones de productos.

Pero para encarar la labor de construir un nuevo futuro, nos toca afrontar nuestro presente: nunca antes se había puesto en el centro de las decisiones la asignatura de construir desarrollo regional y cerrar las brechas de crecimiento del norte y el estancamiento del sur. No es fácil romper los lazos e intereses del pasado que nos impiden caminar más rápido al futuro, por eso como sociedad tenemos que dejar de repetir lo que ha salido mal y apostar a lo que ha salido bien. Por ejemplo detener la división entre nosotros como sociedad. Solo así lograremos saltar la trampa donde lo conservador no termina de acabar y el progreso no acaba de empezar.

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