Colaborador Invitado

Los jóvenes, en una encrucijada de vida

A los jóvenes de esta generación les está tocando respirar una atmósfera enrarecida que los abruma, cala su autoestima y dificulta su caminar.

El mundo con grandes cambios y transformaciones. El desarrollo de la ciencia y la tecnología ha sido impresionante, pero no hemos sido capaces de amainar la pobreza y la desigualdad. No hemos podido construir una sociedad con valores éticos y morales que sustancien su fortaleza y porvenir.

Los dirigentes de los países más ricos del mundo no han tenido la capacidad ni la visión de futuro para garantizar la vida y generar solidaridad humana. Guerras, pandemias, calentamiento global, contaminación ambiental, inseguridad, pobreza y migración son los fantasmas que ensombrecen a la humanidad.

Los mexicanos estamos viviendo una etapa complicada de la que aún no nos reponemos. La pandemia trastocó nuestra existencia. Más de ochocientos mil compatriotas perdieron la vida. Millones guardan luto en su corazón, además de estar afectados por las secuelas del COVID.

A los jóvenes de esta generación les está tocando respirar una atmósfera enrarecida que los abruma, cala su autoestima y dificulta su caminar. Si a eso se suma la violencia, la inseguridad, la falta de oportunidades de empleo y la disputa por el poder su desestabilización emocional se agudiza. Viven un mundo muy complicado, con pocas posibilidades de encontrar oportunidades de desarrollo. Esto provoca indiferencia, inquietud, impotencia, coraje y frustración. La falta de apoyo y solidaridad hacia los jóvenes, yesca seca para el incendio de la pradera.

Es la realidad que hemos heredado a las nuevas generaciones. Es momento de la contrición y asunción de responsabilidades. Hora de enmendarnos a nosotros mismos y tomar medidas concretas para el rescate de nuestros jóvenes. Urge asumir esta importante tarea colectiva. Concretar políticas públicas y acciones de gobierno que abran las compuertas de la esperanza a nuestros jóvenes porque serán los futuros dirigentes del país. Ellos tendrán la conducción de México.

Estamos ante un divorcio generacional. Mundos diferentes, contrapuestos, sin entenderse el uno con el otro y sin comunicación. Lenguaje distinto, sonidos y música totalmente diferentes; oídos sordos y silencio aturdidor. Un asunto de la mayor trascendencia nacional.

Lo más delicado es el grado de inconsciencia social. Con frecuencia, algunos se atreven a culpar a nuestros jóvenes de no participar en los asuntos públicos. Esta aberración me recuerda el poema de Sor Juana Inés de la Cruz: «Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin saber que sois la ocasión de lo mismo que culpáis…»

Arropar, preparar y apoyar a nuestras juventudes es construir, con cimientos firmes, el Nuevo México.

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