Colaborador Invitado

Nuestro gran reto y desafío es la creación de ciudadanos

Las sociedades democráticas sólo son posibles con personas responsables de sus actos y de sus obligaciones ciudadanas.

Se dice fácil y se comprende menos. Es una tarea impostergable. Las sociedades democráticas sólo son posibles con personas responsables de sus actos y de sus obligaciones ciudadanas. Seres humanos capaces de asumir su destino, el de su familia, su comunidad y su país.

La organización democrática sólo garantiza libertad cuando se comparten las responsabilidades y la autogestión comunitaria es posible con reglas claras y precisas, apegadas al Estado de derecho. Un mandato del poder supeditado al designio de las y los ciudadanos.

La democracia, a pesar de sus deficiencias, olvidos, estragos y atropellos, resulta ser, por mucho, el sistema político más generoso para salvaguardar las libertades individuales y colectivas.

El establecimiento de este sistema le ha costado a nuestro país “sudor y lágrimas”, confrontaciones y pérdida de vidas humanas. Un largo recorrido azaroso y colmado de obstáculos y desafíos. El mundo actual, como el de ayer, en permanente lucha por la libertad y en contra del autoritarismo y las tiranías.

Los mexicanos hace tiempo que hemos dado la batalla por instaurar la República y la democracia. Generaciones sacrificadas en aras de la defensa y en la construcción de los valores esenciales de esta forma de gobierno. Con tropiezos, hemos avanzado y debemos defender y preservar este patrimonio nacional. Es nuestra mejor herencia para las futuras generaciones. No cejemos en este compromiso solidario con nosotros mismos y con nuestra sociedad.

Cada elección debe ser motivo de entusiasmo para refrendar en las urnas nuestra voluntad ciudadana, haciendo realidad la efectividad del voto. Ser custodios y vigilantes del proceso es tarea de elemental responsabilidad social. Los romanos dieron una jefatura especial y preponderante al concepto de “ciudadano” al considerarlo como el que manda y determina el rumbo colectivo.

Con este espíritu debemos abonar la tierra democrática mexicana. Hay todavía mucho trabajo por realizar. Necesitamos reforzar nuestra capacidad de soñar y pensar en grande. Es momento de recapacitar y reencontrarnos con nosotros mismos y con nuestro entorno social. Somos uno. Indivisibles. Dependientes mutuos. Viajeros en el mismo barco.

No podemos esperar que otros hagan lo propio. Desatendernos de los demás. Autistas en el bullicio aturdidor de la soledad colectiva. Asumir nuestra responsabilidad es compromiso ineludible e impostergable.

Todas estas reflexiones vienen a cuento por el grave déficit de ciudadanos que tiene nuestro país. Millones de compatriotas no participan en la vida colectiva. Treinta millones conforman el México invisible, el oculto, el silencioso. Están al margen del acontecer nacional. No votan. No existen en el destino del país.

Una de las grandes prioridades nacionales es construir ciudadanas y ciudadanos que se ocupen de su país. No hay destino promisorio sin participación ciudadana. No existe futuro cierto y de grandeza sin ciudadanos. No hay legado en el silencio y en la irresponsabilidad cotidiana. Llegó la hora de emprender la marcha, de construir una nueva agenda colectiva. Las campanas están doblando, escuchemos su tañir.

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