Colaborador Invitado

El humanismo mexicano y el derrumbe de mitos económicos

Decir ‘por el bien de todos primero los pobres’ no es un eslogan de campaña, es el principal principio de política económica para lograr el desarrollo y bienestar del país.

Luz Elena González Escobar, Secretaria de Administración y Finanzas de Ciudad de México

Los buenos resultados en la economía mexicana están rompiendo con los mitos que, durante más de tres décadas y media, habían sido aceptados como “verdaderos e inapelables” por parte del mainstream económico. En México, un partido o el otro acabaron siempre aplicando las mismas recetas; esta continuidad dogmática, mantuvo en la pobreza a millones de mexicanos hasta que llegó el gobierno del presidente López Obrador, que con su “humanismo mexicano” poniendo en el centro de la política económica a las personas, hizo que los mitos uno a uno comenzaran a derrumbarse.

Primer mito: incrementar por decreto el salario mínimo genera inflación y desempleo. Una de las primeras medidas económicas del Presidente fue el alza sustantiva del salario mínimo, arriba del 16 por ciento. Durante las tres décadas anteriores el salario fue aumentado anualmente sólo en línea con la inflación, de modo que los trabajadores más pobres padecieron un estancamiento de sus ingresos durante toda una generación y más; ¿qué se argumentaba? Que un aumento sustantivo desataría plagas incontenibles, inflación y desempleo principalmente.

Pero el gobierno de México rompió ese dogmatismo y en el 2020 volvió a aumentar el salario en 20 por ciento; en el 2021, 15 por ciento; en el 2022, 22 por ciento; en el 2023, 20 por ciento, y para 2024 se volverá a aumentar en 20 por ciento. Hablamos de una recuperación real de 111.5 por ciento en el primer sexenio de la transformación y ¿qué ocurrió? La mayor creación de empleo desde que tenemos registros y una inflación que está siendo eficazmente controlada (a pesar del shock posterior a la pandemia y de la guerra en Ucrania). La inflación en noviembre de 2023 fue de 4.3 por ciento anual, que coincide, insisto, con un crecimiento acumulado del salario mínimo de más de 100 por ciento.

Esta medida explica en gran parte el resultado principalísimo del gobierno del presidente López Obrador. El hecho rotundo de que 5.1 millones de personas dejaron de ser pobres en México, sobre todo porque tuvieron mejores ingresos por su trabajo. Subrayo dos implicaciones: estamos hablando de la mayor cantidad de personas que salieron de la pobreza en cualquier sexenio del siglo XXI y que esto ocurrió a pesar de la inmensa adversidad que nos trajo la pandemia.

Segundo mito: El control de la inflación aumenta el desempleo. Otro dogma caído es el de que la inflación sólo puede ser controlada provocando desempleo; es decir, provocando sufrimiento humano. La curva de Phillips que, se suponía, nos condena a “enfriar” la macroeconomía a costa de los trabajadores. Pues en este tiempo ocurrió lo contrario: estamos rompiendo récord en el número de empleos formales en el país, superando el umbral de los 22 millones de personas trabajadoras registradas ante el IMSS, y en lo que va del año casi un millón de nuevos empleos, con una inflación hacia la baja.

Todo lo cual derriba, asimismo, un tercer mito: que para distribuir el ingreso primero hay que crecer. Lo que se demostró en este quinquenio es que el mejor reparto de la riqueza empuja el crecimiento, porque la masa salarial y el consumo crecen. Quiero decir, la vieja idea del “goteo” (primero hacer muy ricos a los ricos, para que luego se distribuya) es igualmente falsa: para crecer hay que redistribuir desde el principio.

Para ilustrar, basta notar que a septiembre de 2023 el consumo privado alcanzó un máximo histórico luego de crecer 5.0 por ciento a tasa anual. El mercado interno se ha convertido en el principal motor del crecimiento económico del país, que al tercer trimestre de 2023 acumuló 10 trimestres consecutivos de crecimiento anual luego de registrar uno de 3.3 por ciento.

Cuarto mito: el incremento de programas sociales provocaría que las personas tuvieran incentivos para dejar de trabajar. En la presente administración, el gasto social ha incrementado su participación de 10.1 a 12.8 por ciento del PIB entre 2018 y 2024, gracias a los programas sociales universales. Los ingresos por transferencias y el incremento de los ingresos laborales han sido la base del incremento del consumo privado que ha empujado el crecimiento de la demanda interna, componente fundamental del crecimiento económico registrado en los últimos trimestres.

Y por último quinto mito: la inversión privada y las utilidades se contraponen con una mejor distribución del ingreso. En estos años de postpandemia, la inversión productiva ha crecido a niveles que no se habían visto en mucho tiempo; solo en septiembre creció 23.5 por ciento anual. Se decía que la aplicación de políticas económicas de izquierda, con justicia social y apoyo a quienes menos tienen, ahuyentaría a las inversiones externas, pero hemos visto justo lo contrario. Se han registrado niveles mayores en captación de Inversión Extranjera Directa (32 mil 926.4 millones de dólares al tercer trimestre de 2023) y hay confianza de inversionistas nacionales y extranjeros en nuestro país.

Y lo anterior ocurre al mismo tiempo que el salario medio mexicano (no sólo el mínimo) se ha recuperado notablemente: 18.3 por ciento. Fijémonos en las diferencias: el salario base de cotización al IMSS creció en 0.8 por ciento con Calderón y 2.3 por ciento en la administración de Enrique Peña. Este sexenio ofrece un incremento ocho veces mayor que el anterior.

En ese contexto, ni los beneficios ni las utilidades privadas dejaron de crecer. La Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares 2022 muestra que todas las capas sociales han aumentado sus ingresos respecto de 2020: los empresarios siguen ganando, y las clases medias y los trabajadores también. Este arreglo económico favorece a todos y a nadie le ha ido mal.

Así pues, el humanismo mexicano se caracteriza por poner en el centro de la atención a los más vulnerables, con una política que ha demostrado con resultados que el decir “por el bien de todos primero los pobres” no es un eslogan de campaña, es el principal principio de política económica para lograr el desarrollo y bienestar del país, una política que –desde el cardenismo– defiende a los que hasta ahora nadie más había defendido.

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