Colaborador Invitado

Acapulco: una mirada crítica a la desigualdad y la vulnerabilidad

El huracán ‘Otis’ no solo arrasó con infraestructuras y hogares, sino que también dejó al descubierto las desigualdades sociales que, como un cáncer, carcomen las bases de nuestra comunidad.

El huracán Otis, con la furia de un gigante, ha dejado al descubierto las venas abiertas de Acapulco y zonas aledañas: la pobreza y la desigualdad social. Este fenómeno meteorológico, más que un evento natural, se ha convertido en un símbolo de las heridas sociales que, durante décadas, han marcado a este emblemático puerto y a sus habitantes.

De acuerdo con el CONEVAL (2022), en Acapulco, 7 de cada 10 personas viven en la pobreza, siendo el municipio de Guerrero con mayor número de personas en pobreza y pobreza extrema. Estos números, aunque fríos en su naturaleza estadística, representan realidades humanas de carencia y olvido. Casi un tercio de las viviendas carecen de agua entubada, 7% tienen piso de tierra, y un 16% de los hogares aún dependen de la leña para cocinar (INEGI 2020). Estas cifras no son meros indicadores; son el reflejo de un abandono estructural que ha sido ignorado por mucho tiempo.

El acceso a la salud, la educación y el acceso a una vivienda digna no pueden seguir siendo vistos como privilegios de unos pocos. De acuerdo con el CONEVAL, la medición de la pobreza por carencia social en estos rubros sigue siendo aún una tarea pendiente de resolver.

Las enfermedades de la pobreza, como las infecciones respiratorias y diarreicas, siguen siendo las principales causas de morbilidad, mientras que las enfermedades crónicas, asociadas a mejores condiciones de vida, como el cáncer o los infartos al corazón, son menos comunes (Secretaria de Salud de Guerrero 2022). Cerca del 30% de la población no tiene alguna afiliación a un sistema de salud, mientras que el 51% está afiliada al IMSS y el 13% al ISSSTE, lo que refleja una desigualdad social en salud importante.

En estas condiciones de desigualdad y vulnerabilidad, el huracán Otis afectó al puerto de Acapulco y sus zonas aledañas. Aunque la devastación fue generalizada, si comparamos las zonas con mayor rezago social (mapa del CONEVAL) podemos observar que estas fueron las que tuvieron mayor destrucción (marcadas en color rojo).

El huracán Otis, con su furia categoría 5, no solo arrasó con infraestructuras y hogares, sino que también dejó al descubierto las desigualdades sociales que, como un cáncer, carcomen las bases de nuestra comunidad.

Las investigaciones científicas son claras: la pobreza y la desigualdad social incrementan exponencialmente la vulnerabilidad ante desastres naturales. Acapulco es un claro ejemplo de esto, donde las zonas más afectadas por el huracán son también aquellas donde la pobreza y la desigualdad son más palpables.

La recuperación de Acapulco, además de requerir de inversión en infraestructura y ayuda humanitaria, también necesita de un cambio profundo en la percepción de la pobreza y la desigualdad. Es imperativo reconocer que la vulnerabilidad ante desastres naturales es un reflejo de nuestras propias fallas y desigualdades.

La reconstrucción de Acapulco debe ir más allá de la infraestructura física; debe ser una oportunidad para abordar las raíces de la desigualdad y la pobreza. Disminuir las carencias por acceso a servicios de salud, de educación, alimentación, vivienda y salarios dignos debe ser un imperativo para que el gobierno disminuya las brechas de desigualdad que han quedado al descubierto

La naturaleza ha hablado con una voz ensordecedora, y es nuestro deber escuchar y actuar. No solo por Acapulco, sino por cada rincón de México donde la desigualdad y la pobreza socavan los cimientos de nuestras comunidades. Otis se ha ido, esperemos que de la devastación surja una sociedad más justa, más fuerte, más humana. La reconstrucción de Acapulco debe ser el reflejo de que más allá de la politiquería somos capaces de trabajar unidos por un objetivo común: el bienestar de todos.

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