Colaborador Invitado

La impaciencia: enemiga de la salud financiera

En el manejo del dinero, las emociones siempre son determinantes y podría orillarnos a tomar las peores decisiones.

Adalberto Ortiz Ávalos, presidente de la Comisión de Inclusión Financiera de Coparmex

Era enero de 2021, recibí la noticia que llenó mi cabeza con confeti, silbatos y hasta pastel, ¡un jolgorio espiritual! Esa mañana me informaron que mi novela, ¡mi primera novela! Las luciérnagas, ya estaba lista, recién salida de la imprenta. Por supuesto que lo celebré con mi familia y amigos, uno de ellos me dijo: “¡No cabe duda, todo se te da como cuchillo en mantequilla! ¡Felicidades!” Aunque me agradaron sus encomios, en el fondo yo no estaba de acuerdo. No por ser insensible a su cariño; sino porque sólo yo y algunos pocos más sabíamos que me tomó cerca de diez años el ver publicado mi libro (doce, si cuento desde que mi amigo Fernando Mercado me retó a escribirla).

Resulta lógico que la mayoría de las personas desconozcan los procesos detrás de nuestros logros. En mi caso, hubo momentos marcados por la ansiedad; no estaba seguro de que mi novela llegaría a ver la luz y me atormentaba preguntándome si tal vez no sería mejor desecharla en el bote de la frustración. Sin embargo, no todo ocurre con la celeridad de una sopa instantánea. Para correr un maratón, formar un ahorro de emergencia o retirar las ganancias de una inversión se requiere tiempo, trabajo planeado y constante. Con todo, esa voz fantasiosa y a veces envidiosa en nuestra cabeza no puede evitar susurrar: “Pero ¡cómo! Si mi prima ya cambió el coche de hace dos años por otro nuevo, ¿por qué no soy capaz siquiera de cumplir con mi meta de ahorro mensual?

¡Hey, teiquirisi! Todos, en algún momento, nos sentimos ansiosos al ver los logros de los demás, pero recuerda esto: cosas vemos, deudas sin pagar no sabemos.

Si buscamos en Internet la frase “ahorrar e invertir”, encontraremos un sinfín de historias “inspiradoras” de desconocidos que, con un secreto que les confió un gurú en la cima del Kilimanjaro, cruzaron de la pobreza a la riqueza en segundos. Otros contarán que alcanzaron la independencia financiera, logrando dejar su trabajo –ahora se dedican a viajar por el mundo– gracias a que vendieron mucho en Amazon. La verdad es que buscan cobrarnos por flacas ilusiones, y aun así pensamos: “sí, eso es, ¡así lo haré yo también!”.

La ambición no tiene nada de malo. Es más, es recomendable, anima nuestros planes. Lo malo es la impaciencia. En finanzas, el éxito no solo se trata de dinero, sino también de tiempo, esfuerzo y sacrificio.

En el manejo del dinero, las emociones siempre son determinantes y podría orillarnos a tomar las peores decisiones: porque eso de tener dinero ahorrado e invertido no es algo que luzca mucho en las redes sociales. Cuando los planes de sanear nuestras finanzas no progresan como esperábamos, nos invaden sentimientos de ansiedad o frustración.

Cuando a eso le añadimos el edulcorante de los videos en YouTube de “hágase millonario repitiendo este mantra”, el caldo de las malas decisiones se calienta, ebulle, y la impaciencia y la prisa terminan por intoxicarnos.

No importa la cantidad de dinero en nuestra cuenta, ni la gravedad o lasitud de nuestras circunstancias: la impaciencia ocurre tanto en quienes apenas comienzan a ahorrar, tanto como en individuos solventes y asegurados.

Por cierto, ver publicada mi novela no era el punto final. Seguía mucho trabajo de promoción, pero me armé de paciencia y lo enfrenté, tanto que ya estoy escribiendo dos novelas más. Este sí que es el punto final: reconocer a la paciencia como un arma frente a los peligros de la desesperación financiera.

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