Colaborador Invitado

Panorama económico de contrastes

El crecimiento económico ha sido mayor al esperado y los pronósticos de los analistas están mejorando.

Por Angel García-Lascurain Valero, presidente de la Comisión de Negocios y Financiamiento de Coparmex.

La economía mexicana ha venido mostrando a lo largo del año un conjunto de resultados mixtos, que están obligando a la revisión de escenarios para el segundo semestre y hacia el 2024.

Por un lado, el crecimiento económico ha sido mayor al esperado y los pronósticos de los analistas están mejorando. Los datos más recientes estiman un crecimiento acumulado del 2% para el año en curso, siendo que a principios del año la mayoría de las estimaciones apenas superaban el 1%. Hay varios factores que explican este optimismo. Por un lado, en el entorno internacional la recesión que se esperaba para Estados Unidos no se ha materializado y sus posibilidades han disminuido, una vez que concluyeron las negociaciones para elevar el límite de la deuda estadunidense y la turbulencia con algunos bancos no ha tenido mayor impacto en su economía. En paralelo, los niveles de consumo interno en México han aumentado, apoyados por las remesas que llegan a niveles históricos, la continuidad de la recuperación en la post pandemia, un bajo desempleo y el impacto de los programas sociales. Adicionalmente, las presiones inflacionarias han disminuido, lo que indicaría que el ciclo de aumento en las tasas de interés ha llegado a su fin y podría iniciarse un período de disminuciones hacia finales del año, facilitando la inversión productiva y un mayor consumo. Otros elementos positivos son la llegada de inversión en el marco del nearshoring y el dinamismo de nuestro comercio exterior. México es una potencia industrial exportadora, comerciamos con el mundo cerca de $100 mil millones de dólares mensuales y la demanda estadounidense se ha mantenido. En este entorno positivo, el tipo de cambio se ha fortalecido de manera importante, reflejando principalmente la gran liquidez que hay en la economía internacional y el atractivo del peso como vehículo de inversión, así como la mencionada entrada de recursos por el nearshoring, entre otros factores.

No obstante estas buenas señales, hay elementos que obligan a la cautela. La inversión fija bruta tuvo un crecimiento importante en marzo, pero se encuentra aún en niveles de principios del 2019, al igual que la producción industrial. El crecimiento que vemos en la economía parece obedecer principalmente a factores externos o coyunturales, pero no estamos construyendo una mayor capacidad productiva. Continúa pendiente la creación de condiciones propicias para el crecimiento de la inversión privada nacional. Por otro lado, las finanzas públicas se encuentran en una situación frágil. El crecimiento de los ingresos públicos ha sido menor al de los sexenios anteriores y los Requerimientos Financieros del Sector Público (RFSP), que es la medida más amplia del endeudamiento público, ha tenido un crecimiento importante. La presión de las pérdidas de Pemex y CFE, los requerimientos de los proyectos emblemáticos de infraestructura del gobierno federal y el subsidio a las gasolinas, entre otros factores, han afectado la solidez de las cuentas públicas. En lo referente a la inflación, los últimos datos de mayo mostraron una reducción, pero la inflación subyacente sigue muy elevada. Por último, la desigualdad en el país ha aumentado, la población en condición de pobreza extrema pasó de 7.2% a 8.5% entre 2016 y 2020, de acuerdo con el Coneval.

Viendo hacia adelante, diversos factores podrían incidir sobre el comportamiento de nuestra economía. En el entorno internacional, la disminución esperada de las tasas de interés alejará aún más el riesgo de recesión, pero cualquier evento inesperado, como un escalamiento de la guerra en Ucrania, tendría un impacto negativo en los precios. En el caso del nearshoring, México continuará siendo atractivo para los inversionistas extranjeros, en el marco del alejamiento entre China y Estados Unidos y por tener mejores indicadores macroeconómicos que otras economías emergentes. No obstante, el volumen de inversión podría ser mucho mayor. Empresas que dependen del acceso a energías limpias dudarán de invertir en México en un entorno de política energética errática y sin visibilidad para los próximos años. En paralelo, un débil Estado de derecho perjudica a la inversión y a la creación de empleos. La creciente inseguridad y el control de diversas zonas del país por la delincuencia organizada, eleva los costos de las empresas y desincentiva la actividad económica, además de su profundo impacto humano. Y por supuesto, el escenario político conforme nos acercamos a las elecciones del 2024 será determinante. Cualquier nueva iniciativa de afectación al equilibrio de poderes y a las instituciones generará incertidumbre y preocupación a los inversionistas, mientras que cualquier indicio de políticas públicas estables y orientadas a la promoción del desarrollo económico y social, serán muy bien recibidas por los empresarios y los mercados.

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