Clemente Ruiz Duran

Impuestos y proyecto de desarrollo: México y la apuesta Biden

Se podría argumentar que debemos partir de la idea de un proceso de reconstrucción nacional, ya que las estructuras han sido dañadas y no se trata de realizar gastos ampliados.

El secretario de Hacienda, el lunes, argumentó que la reforma fiscal debe basarse en una discusión técnica, habría que tomarle la palabra, y remitirnos a un debate del proyecto de país que queremos. Se tiene que partir de la prevalencia de la pandemia y los efectos tan desastrosos que ha causado sobre nuestra economía y sobre los niveles de vida de los mexicanos. Se podría argumentar que debemos partir de la idea de un proceso de reconstrucción nacional, ya que las estructuras han sido dañadas y no se trata de realizar gastos ampliados, sino de reestructurar el Presupuesto para relanzar a la economía a nuevos horizontes.

Nuestro socio y vecino del norte, ha aceptado el reto y ha decidido relanzar a la economía estadounidense para que esté preparada para alcanzar las metas trazadas en el Acuerdo de París para mediados del siglo XXI. La administración Biden ha entendido la situación por la que atraviesa Estados Unidos y el mundo, su programa de rediseño de la infraestructura muestra la vitalidad institucional con que cuenta el país a pesar de los intentos por socavarla por la administración Trump. La apuesta es de grandes dimensiones, comparable con los programas puestos en marcha por el presidente Roosevelt en los años treinta para sacar a la economía de la Gran Depresión. La apuesta es enorme, ya que no sólo propone renovar la infraestructura en términos tradicionales, sino que busca atender retrasos estratégicos, en la perspectiva de una sociedad del conocimiento, por lo que se incluye un apartado sobre investigación y desarrollo.

El proyecto propone ampliar la infraestructura para hacer más eficiente la economía, y a la vez abordar el cambio climático. Las carreteras, puentes y aeropuertos serían más resistentes a los efectos de tormentas, inundaciones e incendios más extremos provocados por un planeta en calentamiento. El gasto en investigación y desarrollo podría ayudar a impulsar avances en tecnología limpia de vanguardia, mientras que los planes para modernizar y climatizar millones de edificios los harían más eficientes energéticamente. No es coincidencia que se eligiera Pittsburgh, una ciudad industrial, para presentar el plan de infraestructura verde, una jugada audaz cuando muchos temen que la lucha contra el cambio climático acabe con las fábricas. El vasto proyecto busca cumplir dos promesas emblemáticas del mandatario demócrata: reducir los niveles de contaminación en el sector energético estadounidense a cero para 2035 y que la economía del país logre la neutralidad de carbono para 2050. Para ello la propuesta combina el gasto público con extensión a créditos fiscales, para generación y almacenamiento renovables. El crédito fiscal para la energía eólica y solar ha tenido bastante éxito en la creación y el desarrollo de una inversión a gran escala. Asimismo, el plan pide 15 mil millones de dólares para generar proyectos innovadores, como la captura y almacenamiento de carbono y la producción de electricidad a partir de energía eólica o nuclear. También prevé un ‘Acelerador de sostenibilidad y energía limpia’ de 27 mil millones de dólares. En otras palabras, un banco verde para movilizar la inversión privada, introduciendo un estándar nacional de energía limpia para generar producción renovable y nuevos empleos.

El otro aspecto ecológico importante del paquete es una llamativa inversión de 174 mil millones de dólares “para ganar el mercado de los vehículos eléctricos”, donde Estados Unidos tiene actualmente un tercio de la cuota de mercado de China. En el plan se hace foco en los vehículos eléctricos. Esto incluye incentivos para crear una red de 500 mil cargadores de vehículos eléctricos para 2030. Los fondos, de aprobarse por el Congreso, se usarían para estimular las cadenas de suministro nacionales de materias primas y piezas, y para ayudar a las fábricas a reacondicionarse para producir tanto los vehículos como las baterías. El plan proyecta reemplazar unos 50 mil vehículos diésel, y electrificar al menos una quinta parte de la red de autobuses escolares amarillos. El científico de la Universidad de California en Berkeley, Amol Phadke, autor del destacado ‘Informe 2035′ sobre la transición de la energía, dijo: “La energía y el transporte están (entre) los sectores más importantes para la mitigación del clima y este plan es legítimamente ambicioso en esos sectores”. Para financiar este amplio proyecto de reestructuración nacional, se requerirá de un alza de impuestos, indicó la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, en una audiencia ante la Cámara de representantes, en donde argumentó que todas estas inversiones generarán empleos bien remunerados.

En esta perspectiva, el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, debe tener presente que una reforma fiscal para su discusión requiere de un proyecto de gasto a largo plazo, de forma que se vean cuáles son los objetivos que se pretenden lograr. En México las carencias son mayores, se requiere inversiones para transformar el país de manera integral, en lo social, en lo productivo y en la perspectiva de acotar el cambio climático en la economía. El precio de no hacer nada es enfrentar nuevamente los desastres meteorológicos provocados por el cambio climático como los del año pasado en Tabasco y la sequía que enfrenta el territorio nacional este año. Cada año que nos retrasamos, estamos hablando de mayores requerimientos, a lo que se suma que otros países se adelantarán en esta carrera para aprovechar la ventaja competitiva en las industrias de energía limpia, que son el fundamento de la economía del futuro.

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