Economía Política

‘Izquierdas’ latinoamericanas y política exterior

A López Obrador y a Gabriel Boric se les ubica entre los gobiernos progresistas de América Latina, pero hasta ahí llegan sus similitudes.

Andrés Manuel López Obrador llegó a la Presidencia identificándose con causas de izquierda. Gabriel Boric hizo lo propio en Chile. A ambos se les ubica entre los gobiernos progresistas de América Latina. Pero hasta ahí llegan sus similitudes. En materia de política exterior sus definiciones están en las antípodas. Veamos tres ejemplos.

Uno. El ataque terrorista de Hamás a Israel conmocionó al mundo e inició una peligrosa escalada bélica en Medio Oriente. Los actos del 7 de octubre, a pesar de su sevicia y crueldad, no dieron lugar a que nuestro presidente se refiriera de forma expresa a Hamás ni le calificara como terrorista. Esa ambigüedad dio lugar al comunicado donde la embajada de Israel lamentó: “Valoraríamos que el Gobierno de México pudiera considerar una posición que condene de manera contundente los actos barbáricos perpetrados por la organización terrorista Hamás”. Pero hay algo más: el no distinguir entre Hamás y Palestina daña a esta última. Sólo la pertinente diferenciación entre el grupo terrorista y el pueblo palestino puede dar lugar a que los crímenes del primero no justifiquen la salvaje ofensiva israelí contra el segundo, como dolorosamente ocurre.

Mientras tanto, el presidente chileno Gabriel Boric expresó el 9 de octubre: “Condenamos sin matiz alguno los brutales atentados, asesinatos y secuestros de Hamás. Nada puede justificarlos ni relativizar su más enérgico rechazo. Condenamos también los ataques indiscriminados contra civiles que lleva adelante el ejército de Israel en Gaza y la ocupación ilegal por décadas de territorio palestino violando el derecho internacional. […] Desde Chile instaremos firmes en todos los espacios por la paz, reconociendo el derecho a existir de ambos Estados, Israel y Palestina”. Tomando distancia de Netanyahu, Boric recrimina sin ambages los actos de Hamás y se define a favor de la coexistencia de ambas naciones.

Dos. La invasión de Rusia a Ucrania. López Obrador no fue capaz de reprobar la agresión rusa y se limitó a hacer llamados genéricos a la paz sin advertir que hay un país agresor sobre otro, que esa guerra tiene lugar en el territorio soberano del pueblo invadido. Para sorpresa y vergüenza, en septiembre desfilaron tropas rusas frente a Palacio Nacional convidadas por el jefe del Estado mexicano.

En cambio, en la reunión entre la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos en julio pasado, en Bruselas, Gabriel Boric no se anduvo por las ramas: “Creo que es importante que desde América Latina lo digamos con claridad: lo que sucede en Ucrania es una guerra de agresión imperial inaceptable donde se viola el derecho internacional y entiendo que la declaración conjunta está trabada hoy día porque algunos no quieren decir que la guerra es contra Ucrania”.

Tres. En Latinoamérica, uno de los países donde más han retrocedido las libertades y los derechos políticos es en Nicaragua. Frente al delirio autoritario de Daniel Ortega, que se asemeja a la dictadura de Somoza al encarcelar y exiliar a disidentes, periodistas y artistas —algunos de ellos con añejas amistades en circuitos de la izquierda mexicana, como los escritores Sergio Ramírez y Gioconda Belli—, el gobierno de México guarda cómplice silencio. Si lo rompe, es para invitar al ejército que reprime estudiantes nicaragüenses a marchar sobre el Zócalo.

Contrasta la definición de Boric, quien afirmó en las Naciones Unidas en septiembre: “Me siento en el deber, como hemos señalado en otros foros internacionales, de denunciar ante esta Asamblea y el mundo, la persecución que hoy día vive todo quien piensa distinto del gobierno del régimen dictatorial del señor Ortega y Murillo en Nicaragua, en donde no solo se prohíbe su participación en elecciones, sino que se les persigue, se les priva de nacionalidad, se les allana sus casas y se les priva de derechos políticos”.

Estos ejemplos evidencian la distancia abismal en la política exterior de ambos gobiernos. En los tres casos, el presidente de México ha hecho llamados a la concordia sin distinguir entre víctimas y victimarios, con una equidistancia rayana en la pusilanimidad. Boric se opone a las agresiones imperialistas, a los déspotas, a las violaciones a los derechos humanos.

El gobierno de López Obrador, autoritario en casa, carece de la mínima empatía con el dolor de las víctimas y menosprecia los derechos humanos aquí. Lo mismo en su política exterior: ni de izquierda ni demócrata.

El autor es economista, profesor de la UNAM.

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