Desde Otro Ángulo

¿Qué quiere decir 'cambio de régimen'?

El régimen a cambiar es el oligárquico. Parece conceptual y analíticamente fértil para hacer comprensibles la narrativa y las acciones de gobierno de López Obrador.

López Obrador ha hablado una infinidad de veces sobre el 'cambio de régimen' como el objetivo más grande y más importante de su lucha por acceder al poder y como el norte clave de su gobierno. El problema es que nunca ha quedado muy claro a qué se refiere con ello. En lo que sigue, propondré la siguiente interpretación: el régimen que busca transformar y desmontar o debilitar la autodenominada 4T es el arreglo oligárquico que durante décadas ha gobernado al país.

Por 'régimen oligárquico me refiero, siguiendo al espléndido politólogo estadounidense Jeffrey A. Winters, a ese arreglo –legal y extralegal– centrado en la defensa y reproducción de un orden caracterizado por la concentración extrema de la riqueza material en un pequeño grupo de personas. En breve, a ese orden político, social y económico que tanto nos ha beneficiado a unos pocos y que nos ha tenido atorados durante largas décadas a todos en un crecimiento económico pobre y excluyente, así como en una democracia que, claramente y hasta el momento, ha protegido y servido no a las mayorías, sino, fundamentalmente, a las minorías, en especial a las más pudientes.

Llego a esta interpretación de la expresión 'cambio de régimen', en parte, pues me parece evidente que el presidente López Obrador no se refiere con ella a un cambio en nuestra institucionalidad política formal. Es decir, ni por lo que ha dicho ni por lo que ha hecho como gobernante parece que AMLO quiera transformar nuestra forma de gobierno de una republicana, popular y democrática a alguna otra. Por ahí no va.

Recalo, por otra parte, en la idea de que el régimen que quiere transformar/desarticular es el oligárquico que durante tanto tiempo ha caracterizado nuestra vida colectiva, pues se alinea bastante bien con varios de los planteamientos y acciones centrales de la 4T hecha gobierno. Entre otros, su insistencia discursiva en la oposición 'pueblo' y 'élites', su énfasis en combatir con fuerza inusual la evasión y la elusión fiscal (misma que a quienes más duramente afecta es a los ricos), así como su empeño en reestablecer el poder de compra de los salarios de los trabajadores y trabajadoras mexicanos, a través de los aumentos al salario mínimo, entre otros. Esto último importa recalcarlo, pues tiene que ver con la dificilísima tarea de conseguir que una proporción mayor del valor generado por el trabajo de las y los mexicanos les reporte mayores beneficios a sus productores y no acabe siendo simplemente expropiado y embolsado casi en su totalidad por los y las señores del dinero. Para hacer esto más concreto, pregúntese señor o señara lector o lectora cuánto gasta usted en 'chuchulucos' y divertimentos varios vis a vis el sueldo que les paga mensual o quincenalmente a sus trabajadores domésticos.

Propongo esta interpretación, finalmente, pues la idea de que el régimen a cambiar es el oligárquico me parece conceptual y analíticamente fértil para hacer comprensibles la narrativa y las acciones de gobierno del presidente López Obrador. Más fértil, desde luego, que simplemente descalificar como idiota y enfermo de poder a un presidente que, violando toda lógica, como insisten sus críticos, mantiene las riendas del gobierno contra viento y marea y, en medio de la pandemia, aumenta sus niveles de aprobación popular. Útil, también, para ofrecer un rasero –consistente con el propio proyecto de la 4T y no externo a éste– a partir del cual valorar el grado de consistencia entre su oferta de gobierno y sus acciones y sus resultados.

Concluyo todo lo dicho hasta aquí en términos más llanos. Considero que el gobierno del presidente López Obrador, su proyecto de cambio, así como los intereses y los anhelos de las mayorías que representa lo que buscan, en serio y en el fondo, es un país menos injusto. Un país que pone primero a los pobres sí, pero, sobre todo, un país que para poder poner primero a los más pobres (es decir, a los más), antes que nada, necesita domesticar (ponerle límites) a sus oligarcas, o sea: a sus segmentos más ricos. Esos que se han y nos hemos beneficiado de arreglos legales –subrayo legales– y extralegales que nos benefician desproporcionadamente en relación a nuestros esfuerzos, mérito, talentos y demás.

Un régimen oligárquico no es simplemente el gobierno de los pocos o de las élites en sentido genérico. Un régimen oligárquico es aquel en el que los pocos que más recursos materiales tienen organizan todo el entramado institucional, legal y administrativo que gobierna la vida en común para apropiarse de la riqueza generada por el trabajo de todos y se dedican a defender sus propiedades y su ingreso con el concurso y complicidad de actores gubernamentales y élites profesionales e intelectuales.

Ese régimen oligárquico es el que nos ha beneficiado a unos cuantos y nos ha tenido a todos atrapados en la mediocridad, la desigualdad cada vez más extrema y la violencia descontrolada. Ese régimen, vestido de meritocracia y de dizque controles al poder político legales y extralegales es el que –me parece– está buscando desmontar o aligerar el gobierno actual. Considero que esa manera de caracterizarlo es más útil que la que hasta ahora ha dominado en la opinión 'experta' y publicada. Más útil porque, en lugar de simplemente descalificar y, en el camino, oscurecer, pudiera iluminar de qué se trata este gobierno y ofrecer una vara más adecuada para evaluarlo.

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