Benjamin Hill

La oportunidad perdida de la oposición

La manifestación del domingo pasado convocó a un grupo heterogéneo de personas que tenían distintas motivaciones pero que estaban desarticuladas entre sí.

El domingo pasado en la Ciudad de México y en otras 34 ciudades del país, marcharon en conjunto miles de personas a propósito del primer año de la administración de López Obrador, con el objetivo de expresar el desacuerdo con las políticas y decisiones de su gobierno. Se trata de la mayor manifestación pública que se organiza hasta ahora para expresar desacuerdo con el gobierno federal. Se trata también de un sonoro y rotundo fracaso. Una oportunidad perdida. Fue un fracaso porque después de la marcha, no está claro que esta manifestación haya ayudado a consolidar una narrativa congruente sobre porqué, para qué y cómo debe organizarse la oposición al gobierno.

Lo que pudimos ver en los reportes periodísticos sobre la manifestación, es que convocó a un grupo heterogéneo de personas que tenían distintas motivaciones para marchar, pero que estaban desarticuladas entre sí; que no compartían un objetivo en común y que no tenían claro qué querían lograr como movimiento.

La manifestación pudo haber convocado a mucha gente en muchas partes del país –y lo hizo, de eso no hay duda–, pero esa desarticulación de propósito la convierte en flor de un día, en un desahogo efímero, en un petardo sin mayor trascendencia. Fue un cri de cœur, en lugar de un coup de grâce.

El tema central de la marcha, el mensaje final que quedó en la mente de los ciudadanos no fue expresar desacuerdo con el rumbo del país ni el de darle forma a un movimiento opositor. El tema de la marcha que se recordará en última instancia será la justa exigencia de la familia LeBarón por justicia y seguridad.

Los principales –no lo únicos– convocantes a esta marcha son una organización llamada Nosotros Somos Chalecos México, en alusión directa a las manifestaciones de Francia en las que se usaron chalecos amarillos reflejantes, aunque ambos movimientos no tienen relación entre sí. Esta agrupación ya había convocado a marchas en contra del gobierno en al menos dos ocasiones: una a 100 días de haber iniciado la administración y otra el 1 de septiembre.

El video difundido en redes por Chalecos México para invitar a la marcha es ambiguo en cuanto al propósito central de la manifestación. No expresa motivos concretos ni razones específicas, fuera de lugares comunes como aludir al futuro del país, a la solución de los problemas de México y otros temas generales e inconexos. Más que un proyecto congruente parece que lo único que los convoca es el rechazo al proyecto de López Obrador. Y esa ambigüedad de propósito permite que se les niegue agencia en el diálogo nacional, que no se les admita como interlocutores del poder, y que se les menosprecie llamándoles conservadores y derrotados morales.

Y es que no faltan motivos para estar inconforme, esos sobran. Lo que hace falta es una narrativa congruente y convincente. Los convocantes no han logrado crear una historia que los una, que vincule emocional e intelectualmente los intereses de los convocantes con los intereses de los ciudadanos inconformes, y transformar esa convergencia en un llamado, en algo urgente para cada uno, en una causa al mismo tiempo colectiva y personal. Y aquí no estoy hablando de la ausencia de liderazgos, sino de lo que Yuval Noah Harari, autor del bestseller Sapiens, habla cuando dice que los mitos y las historias son formadores de civilizaciones, y que la imaginación colectiva es el cemento que hace posible la cooperación social de grandes grupos humanos.

Marshal Ganz, profesor de Harvard y antiguo activista social, quien trabajó muchos años con César Chávez, el gran organizador de trabajadores agrícolas mexicanos en California en los años 60, dice que las historias nos ayudan a tomar decisiones; nos ayudan a conectarnos con los recursos morales y emocionales que requerimos para enfrentar conscientemente lo desconocido, la incertidumbre que aparece cuando estamos por tomar la decisión de participar o no en un movimiento.

Lo que ha fallado a los convocantes de estas marchas ha sido pensar en cómo contar una historia que ayude a los demás a entender los valores y motivaciones que los llevaron a organizar las marchas. Que permitan a las personas que podrían tener interés en participar a encontrar experiencias y aspiraciones compartidas que los motiven a actuar juntos en torno a una causa específica, bajo un plan de ruta bien trazado y bien articulado verbalmente, para que cualquier persona que se sume a este movimiento pueda contestar con claridad a las preguntas ¿Por qué estoy participando? ¿Qué quiero lograr? ¿Cómo lo vamos a lograr juntos?

Ante la crisis de los partidos políticos y la desconfianza de los ciudadanos en la democracia, tal vez la única esperanza de que se conforme desde la sociedad un contrapeso real al gobierno sea la organización ciudadana. Pero eso requiere un propósito claro, con objetivos concretos, que puedan comunicarse dentro de una historia, una narrativa que persuada, que motive y que inspire.

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