Benjamin Hill

La estéril disputa por el combate a la corrupción

En lugar de ir a la vanguardia en el combate a la corrupción, el gobierno se ubica en el cabús reaccionando, y mal, a la agenda que establecen organizaciones de la sociedad civil.

Ninguna medición importante sobre corrupción ha registrado avances en lo que va de esta administración. Es cierto que el gobierno aún se encuentra en su fase inicial y es posible todavía revisar las estrategias y plantear los cambios que lleven a una mejora en los resultados, pero esos cambios deben hacerse cuanto antes para que se conviertan en logros que impacten las mediciones.

A finales de la semana pasada el Inegi publicó los resultados de la Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental (ENCIG) 2019, la más importante medición sobre corrupción que se hace en México. Es un estudio que trata de conocer mejor "las experiencias y la percepción de la población con trámites y servicios públicos que proporcionan los diferentes niveles de gobierno". Entre otros temas, esta encuesta mide la percepción general sobre corrupción y hace una estimación del número de víctimas y de actos de corrupción en el contacto entre ciudadanos y autoridades durante el año en el que se levantan los datos.

La ENCIG mide aspectos de la corrupción desde 2013, por lo que la relevancia de esta nueva edición descansa en el hecho de que presenta los primeros datos para esta administración y nos da la oportunidad de compararlos con los resultados del pasado. A diferencia de otras encuestas importantes que tratan de medir la corrupción utilizando solamente mediciones de percepción, la ENCIG usa métodos mixtos: tiene componentes que miden la percepción de la corrupción y también estima las experiencias concretas, vivenciales de los ciudadanos en sus interacciones con autoridades de gobierno en sus tres órdenes.

Los resultados de la ENCIG 2019 no registran avances importantes en el control de la corrupción en las principales variables. Más bien al contrario, casi todos empeoran. Uno de los datos que mostró un mayor deterioro fue el de la cantidad de dinero que pagan los ciudadanos en 'mordidas' para poder acceder a trámites y servicios públicos; dicho de otra forma, la corrupción nos cuesta más hoy que en 2017, año de la anterior medición. Los datos pueden consultarse en línea en la página del Inegi (https://www.inegi.org.mx/contenidos/programas/encig/2019/doc/encig2019_principales_resultados.pdf) y puede leerse un buen análisis de la ENCIG en un artículo de Sofía Ramírez, de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, publicado en el sitio de la revista Nexos (https://contralacorrupcion.mx/encig-2019-corrupcion-desconfianza-soborno/).

Combatir la corrupción en un país con las características del nuestro es muy difícil. Hay una herencia que viene de la historia reciente que crea una dinámica inercial en la cultura de los ciudadanos y servidores públicos que ha permitido que la corrupción se sostenga. Combatir la corrupción es más difícil en países con sistemas federales, pues se hace necesaria la cooperación, el intercambio de datos y otros protocolos administrativos y legales entre distintos gobiernos. Tenemos también amplias diferencias de ingreso, las cuales amplifican las asimetrías de poder en la sociedad, lo que a su vez alimenta una cultura de impunidad, de abuso y de privilegios. Todo eso hace que una estrategia de combate a la corrupción requiera de todas las ayudas que pueda conseguir para ser exitosa.

Los medios de comunicación y las organizaciones de la sociedad civil pueden ser extaordinarios aliados del gobierno en el combate a la corrupción. Ningún gobierno y sistema de contralores internos tiene las redes de información con las que cuentan los medios de comunicación. Tampoco existe hoy en el servicio público, tan castigado por la cancelación de prestaciones, reducción de sueldos y purgas ideológicas, la capacidad de análisis que tienen las organizaciones de la sociedad civil. De hecho, hoy por hoy, no es el gobierno sino la sociedad civil y los medios quienes marcan la agenda nacional en cuanto al combate a la corrupción.

En lugar de conquistar la vanguardia en el combate a la corrupción, el gobierno se ubica en el cabús, reaccionando –y reaccionando mal– a la agenda anticorrupción que establecen organizaciones de la sociedad civil con capacidad de análisis como Mexicanos contra la Corrupción y medios de comunicación que investigan como Animal Político. En lugar de sumarse al trabajo de esas organizaciones y tratar de encabezar a su lado un esfuerzo conjunto de la sociedad civil y el gobierno para contener la corrupción, se arrincona a esas organizaciones, se les reclama, se le resta crédito a sus investigaciones y se defiende, en lugar de investigar, a quienes han sido señalados por posibles actos de corrupción.

No existe colaboración virtuosa sino una amarga disputa por ver quién encabeza el combate a la corrupción en México, y en esa disputa estéril perdemos todos. Lo que hemos visto hasta ahora muestra que el ejemplo y el discurso son importantes, para enviar un mensaje de que hay un antes y un después, pero eso no es suficiente. Si lo que se quiere son resultados medibles y rápidos en el combate a la corrupción va a ser necesario empatar el discurso con los hechos, fortalecer la capacidad del gobierno para controlar la corrupción y construir puentes de colaboración con la sociedad civil y los medios de comunicación, en lugar de disputarles sus logros.

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