Benjamin Hill

La conspiración del Covid-19

Pensar que el Covid-19 no existe y que está en marcha una conspiración del gobierno para matar personas es una creencia que no tiene sustento en la realidad.

La semana pasada, familiares de enfermos de Covid-19 internados en el hospital Las Américas de Ecatepec, desesperados por la ausencia de información, entraron por la fuerza y grabaron con sus teléfonos videos de lo que encontraron: salas repletas de cadáveres en bolsas, enfermos hacinados, algunos de ellos atendidos en camas colocadas a la intemperie, en lo que puede describirse como un ambiente general de saturación e insuficiencia de recursos materiales y humanos para cuidar a todos los enfermos. "Los están matando a todos aquí en (el hospital) Las Américas –dijo uno de los hombres que entró al hospital–. Eso no es justo". Otra mujer que buscaba a su hijo que para entonces ya había fallecido, fue grabada diciendo que "para la gente que estamos aquí con nuestros fallecidos, que nos entreguen nuestros cuerpos completos porque sabemos que no existe el Covid. Aquí a mi hijo me lo inyectaron yo creo para matarlo."

Pensar que el Covid-19 no existe y que está en marcha una conspiración del gobierno para matar personas es una creencia que no tiene desde luego sustento en la realidad, pero que por algún motivo echó raíces en las mentes de estas personas. Podemos suponer que ellos no son los únicos, sino que hay muchos que comparten la idea de que está en marcha una conspiración asesina encabezada por un poder oscuro que intenta engañar a la sociedad bajo el pretexto de la pandemia, para perseguir objetivos de dominación política o ganancia económica. Sin restarle seriedad al dolor de las personas que perdieron familiares en el Hospital Las Américas, creo que resulta aún más curioso el hecho de que ellos consideran que las fuerzas oscuras y poderosas que están detrás de esta compleja conspiración, han logrado engañar a casi todos, pero no a ellos.

Las teorías de la conspiración existen porque, bueno, las conspiraciones a veces son reales. Las redes de corrupción conspiran todo el tiempo para escamotearle dinero al gobierno; los insurgentes mexicanos se reunían en la casa del corregidor de Querétaro para conspirar sobre la lucha de Independencia; Nixon y sus allegados conspiraron desde la Casa Blanca para espiar a sus rivales políticos.

Las teorías de conspiraciones logran enganchar porque muchas veces existe una predisposición subyacente en las personas que las adoptan: un prejuicio social, una actitud ante la autoridad, o una necesidad de encontrar explicaciones más satisfactorias a una realidad injusta, frustrante o difícil de entender. Tal vez esté también la necesidad de encontrar un sentido más trascendente a las tragedias humanas. Para las personas cuyos familiares murieron en el hospital de Ecatepec, es posible que se hayan entregado con más facilidad a la idea de una conspiración asesina dirigida desde el poder porque es un municipio que históricamente ha sido olvidado y traicionado por el sistema, por los gobiernos y por el mercado; que nunca ha recibido con suficiencia servicios públicos, justicia, seguridad ni desarrollo económico. Tal vez sea una expresión de rechazo a una sociedad, a un sistema económico y de gobierno que ha sido injusto o en el mejor de los casos, indiferente a su realidad, ¿Cómo culparlos?

En el contexto de una pandemia, resulta grave que sectores amplios de la sociedad crean que todas las acciones del gobierno son parte de una gran conspiración. La desconfianza en las autoridades (de salud, científicas y de gobierno) es capaz de afectar el clima de cooperación social y la coordinación de acciones para la contención del contagio. En tiempos en los que las redes sociales hacen fácil la propagación intencional de noticias falsas, esta pandemia hace más evidente la gravedad que representa alimentar a la sociedad con la idea de que detrás de los hechos evidentes, hay en realidad fuerzas misteriosas y perversas que operan ocultas en la oscuridad para apoderarse de espacios de poder o conseguir beneficios económicos. Alimentar la desconfianza, la incredulidad y la sospecha permanente crea una sociedad que tiende a rechazar los hechos y la verdad de entrada, a desarrollar resistencias para confiar en las fuentes de información tradicionales y a creer en conspiraciones imaginarias.

La desconfianza en las autoridades y en el gobierno no es algo necesariamente dañino. Una democracia requiere que los ciudadanos sean capaces de cuestionar y verificar las afirmaciones de las autoridades antes de darles crédito, o catalogar lo que nos dicen como mentiras. En esto, el mejor aliado de las sociedades es la transparencia, la veracidad, la suficiencia y la oportunidad de la información pública, que venga acompañada de una comunicación que sea consistente con la verdad. La ausencia de información, como en el caso de las personas de Ecatepec a quienes no se informó con oportunidad sobre sus familiares, siempre abrirá paso a la especulación, la sospecha y la desconfianza.

COLUMNAS ANTERIORES

Trump sigue gobernando
De toros y toreros

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.