Benjamin Hill

Apuntes para una nueva agenda liberal

Los valores e ideas políticas liberales son frágiles; como hemos visto en otros lugares del mundo, el deslizamiento de una democracia hacia el autoritarismo iliberal es posible.

De un tiempo a la fecha, todas las alarmas sobre las amenazas que presenta el populismo político parecen haberse activado. Keneth Roth, director ejecutivo de la organización Human Rights Watch publicó un texto sobre el riesgo que el populismo representa para la defensa y protección de los derechos humanos (https://www.hrw.org/world-report/2017/country-chapters/dangerous-rise-of-populism); el Institute for Global Change, encabezado por Tony Blair, publicó un reporte sobre los riesgos del populismo en Europa (https://institute.global/insight/renewing-centre/european-populism-trends-threats-and-future-prospects); el World Politics Review publicó un reporte sobre el ascenso mundial del populismo (https://www.worldpoliticsreview.com/reports/28252/the-global-rise-of-populism), y el World Forum for Democracy también publicó un reporte sobre los riesgos del avance del populismo y de las ideas autoritarias e iliberales que promueve (https://rm.coe.int/world-forum-for-democracy-2017-final-report/16807840c7). También ha florecido un género completo de literatura de la ciencia política, con un sinúmero de libros que tratan de ofrecer explicaciones sobre los orígenes y manifestaciones recientes del populismo, entre los que están los escritos por Yascha Mounk (The People vs. Democracy), Steven Levisky y Daniel Ziblatt (How Democracies Die), David Runciman (How Democracy Ends) y Cass Sunstein (Can It Happen Here?: Authoritarianism in America), por mencionar algunos de los más conocidos.

A pesar de todas estas advertencias, los partidos políticos liberales y gran parte de la sociedad civil en todo el mundo, y en México de forma destacada, no han dado muestras de reconocer la gravedad de la amenaza que impone el autoritarismo iliberal que se propaga en forma de gobiernos populistas. Tal vez la propia dinámica de esos gobiernos, que distorsionan intencionalmente la agenda de la discusión pública con estrategias distractoras, que buscan apoderarse del espacio y agendas públicos y sacar de foco la atención y el debate político, no le ha permitido a partidos y organizaciones, hacer una pausa y dimensionar el riesgo que el populismo representa para las libertades y los derechos de las personas. Y si acaso han podido dimensionar esta amenaza, la respuesta no ha logrado ser efectiva ni en lo electoral ni en la discusión pública.

En una reciente entrevista, el político y académico liberal canadiense Michael Ignatieff (https://www.tvo.org/video/michael-ignatieff-liberalism-in-search-of-a-new-self), actual rector de la Universidad Central Europea, habló sobre la necesidad de que el liberalismo como movimiento político se reencuentre consigo mismo y se reinvente. Los liberales, dice Ignatieff, perdieron la capacidad de contar una historia que sea atractiva y convincente para los ciudadanos acerca de por qué quieren gobernar. Los liberales fallaron en hacer una valoración adecuada sobre los problemas específicos de cada país, centrándose en un discurso congruente con valores liberales universales, pero que no tenía relación con la identidad nacional de los ciudadanos.

Los partidos políticos y organizaciones de la sociedad que concuerdan con la agenda de protección de derechos y democracia que está en el centro de la idea liberal de gobierno, deben redefinir su identidad y sus estrategias para hacer frente a un populismo que al mismo tiempo que propone una utopía aderezada con visiones románticas de la identidad nacional, va asfixiando y cancelando poco a poco los espacios e instituciones democráticos. Tal vez el primer paso en el camino para la redefinición de la identidad liberal y la construcción de una nueva agenda, sea reconocer sus errores y limitaciones, sobre todo lo que concierne a la historia reciente. Es necesario reconocer que existe una predisposición de la democracia liberal de ser excluyente y tornarse en una competencia cerrada entre un puñado de oligarquías que no tiene relación con los intereses de las personas. Eso hace necesario plantear nuevos mecanismos de participación política para la toma de decisiones que sean más incluyentes que los que hemos empleado hasta hoy. Es fundamental también que se reconozca que los gobiernos del pasado cometieron graves errores y omisiones, y que se fracasó en lograr un crecimiento económico incluyente para todas las regiones del país y en el control de la corrupción. Ese reconocimiento implica un gran trabajo, pues se requiere una reconstrucción completa de la agenda de propuestas de política pública de la oposición que resuelva y supere los problemas de los gobiernos pasados, y no limitarse como ahora, simplemente a criticar y lamentar la desaparición de esas políticas.

En segundo lugar, los partidos políticos de oposición y las organizaciones de la sociedad civil deben llegar a un acuerdo que rebase las divisiones ideológicas y se sitúe en un terreno común para impulsar acciones que protejan los derechos humanos, los derechos políticos ganados durante la transición a la democracia y las instituciones que permiten que existan mecanismos de rendición de cuentas y de contrapesos. En la defensa de esas instituciones, será fundamental el rol de los medios de comunicación y en especial el de la investigación periodística para revelar casos de corrupción, denunciar actos de autoritarismo y exhibir procedimientos políticos fraudulentos o ilegales.

Los valores e ideas políticas liberales son frágiles; como hemos visto en otros lugares del mundo, el deslizamiento de una democracia hacia el autoritarismo iliberal es posible, por lo que esos valores deben ser reafirmados constantemente. En un momento de nuestra historia logramos transitar de un sistema autoritario a una democracia; ahora nos toca defenderla.

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