Benjamin Hill

Ever Given y la fragilidad de los sistemas complejos

Lo que pasó en el canal de Suez muestra la fragilidad de sistemas que aparentemente funcionan bien pero están amenazados por eventos improbables pero posibles.

Hace algunos años, cuando no existían las vías conocidas como ‘segundos pisos’ de la Ciudad de México, era posible tomar el viaducto Miguel Alemán en dirección al oriente desde el boulevard Adolfo López Mateos –el Periférico–, circulando del sur al norte de la ciudad. Ambas calles, posiblemente las más atestadas de toda la ciudad, se conectaban apenas por un estrecho acceso, en el que sólo podía circular un vehículo a la vez. Llegó el día en el que se me averió el carro precisamente ahí, en ese angosto carril que las conectaba. En unos minutos, se generó un caos vial apocalíptico y sin esperanza de solución, pues meter una grúa durante la hora pico en esa encrucijada era imposible. Cuando todo parecía perdido, el asunto se resolvió gracias a la ayuda de conductores y vecinos, quienes me ayudaron a empujar el carro y sacarlo fuera de esa trampa.

Ayer, después de seis días de suspenso, se liberó el canal de Suez, bloqueado por el megabuque carguero Ever Given. El martes de la semana pasada, fuertes vientos combinados con una tormenta de arena y, posiblemente, la impericia de los operadores del barco, hicieron que el Ever Given girara apenas unos grados y quedara en diagonal, con proa y popa atascadas en la pastosa arcilla de ambas orillas del canal de 200 metros de ancho. Bajo cualquier parámetro, el Ever Given es un leviatán: con 400 metros de eslora (largo), 60 de manga y 200 mil toneladas de peso, es uno de los barcos de carga más grandes del mundo. El Ever Given pudo desatascarse gracias a una combinación de acciones humanas y movimientos de los astros. Se utilizaron 14 remolcadores, dragadoras y bombas para remover 27 mil metros cubicos de tierra y bombear 9 mil toneladas de agua de lastre del barco para hacerlo mas ligero. Pero lo que permitió moverlo fue el hecho de que las mareas de primavera que generó la luna llena del domingo alcanzaron su pico ayer lunes; el nivel del agua en el canal se elevó casi medio metro, creando una ventana de oportunidad para que el monstruo pudiera flotar. Si el Ever Given no hubiera flotado, el tapón habría durado semanas, con el riesgo de que el barco se agrietara y quedara pemanentemente varado. Esta vez, tuvieron suerte.

Curiosamente, el propio canal de Suez ha influido en el crecimiento gargantuesco de los barcos de carga. Debido a la guerra entre Egipto e Israel, el canal fue cerrado de 1967 a 1975, lo cual obligó a los barcos de carga a rodear el cabo de Buena Esperanza en Sudáfrica para llegar a Europa. Por economías de escala, se generó una mayor demanda por barcos cada vez más grandes, con mayor capacidad de mover contenedores, en lugar de usar más barcos. Entre 2014 y 2015 el canal fue ampliado para dar paso a gigantes como el Ever Given, generando aún mas incentivos para la construcción de esos barcazos.

Todos los sistemas complejos como los que integran las rutas marítimas de comercio, las redes de distribución eléctrica, el entramado de calles y avenidas de una ciudad, el control del transporte aéreo, los sistemas de seguridad pública o de salud, tienen riesgos intrínsecos de fallas. El tamaño y complejidad de estos sistemas muchas veces hace que las pequeñas fallas se vuelvan parte de su funcionamiento, hasta que se da una combinación de pequeñoa eventos que provocan consecuencias graves. Las catástrofes siempre están a la vuelta de la esquina.

Todo indica que en el caso del barco Ever Given, el crecimiento del tamaño de los barcos de carga ha sido más rápido que la actualización de la tecnología y los protocolos que respalden la maniobrabilidad de estos colosos. Una combinación de pequeñas cosas –baja visibilidad, viento inusual e impericia del capitán–, hizo que el Ever Given se quedara varado. Se ha dicho ahora que una mayor atención a pequeños detalles, por ejemplo, exigir a los barcos de tamaño excesivo que siempre vayan acompañados de remolcadores –una solución de baja inversión–, hubiera evitado los enormes costos generados por el barco atorado. Algo parecido podría decirse del sistema vial de la Ciudad de México. Se requiere muy poco –por ejemplo, un solo carro detenido en un pequeño acceso entre dos calles importantes– para que se genere un caos vial de enormes consecuencias. Una medida preventiva sería ensanchar los accesos, una medida de bajo costo y poca imaginación que evitaría muchos problemas.

Lo que ha pasado en el canal de Suez esta semana es una muestra de qué tan frágiles son los sistemas que aparentemente funcionan bien, pero que en realidad están llenos de fallas y constantemente amenazados por eventos improbables pero posibles, que tienen graves consecuencias, como los famosos cisnes negros de Taleb. Es inquietante descubrir que nuestra vida está organizada en torno a sistemas de todo tipo que por su complejidad y tamaño, se vuelven frágiles y susceptibles de fallar, que es difícil identificar los posibles riesgos, y que las fallas, que pueden ocurrir en cualquier momento y lugar, son capaces de afectarnos a todos profundamente.

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