Benito Solis

Difícil reactivación económica por Covid-19 y sin inversión

La posibilidad de que el Covid-19 registre un nuevo pico en México durante los siguientes meses, hace posponer decisiones de consumo e inversión.

El autor es economista .

El Inegi dio a conocer el dato del Índice Global de Actividad Económica (IGAE), el cual mostró un dinamismo de -8.5 por ciento durante el pasado agosto, en comparación al mismo mes del año anterior. Aunque este porcentaje es menos malo que el de julio anterior, cuando fue de -9.8 por ciento, preocupa ya que se esperaba que la economía hubiera iniciado su recuperación, lo cual no es así. Tal parece que todavía no existen las condiciones correctas para tener un crecimiento más sólido en los siguientes trimestres y es probable que el dato del PIB al final del año sea muy cercano a -9.0 por ciento, uno de los menores en Latinoamérica.

Son varias las razones de esta debilidad, destacando la posibilidad de que el Covid-19 registre un nuevo pico en México durante los siguientes meses, lo que hace posponer decisiones de consumo e inversión. Esto es resultado de la actual experiencia que tienen los países europeos y varias zonas en Estados Unidos. Lo anterior sumado a la defectuosa política de contención de la enfermedad en México es previsible que su impacto en el sistema económico nacional sea incluso peor. Hay que enfatizar que nuestro país ya ocupa el cuarto lugar en el mundo por el número de muertos ocasionado por esta enfermedad, a pesar de que hay consenso, incluso entre los integrantes del sector salud, de que estos números están subrepresentados. Los 90 mil muertos en el país son más del doble de los que han ocurrido en el Reino Unido, el cual es el quinto país en esta lista y mucho peor de lo que ocurre en España e Italia.

Otra importante razón de la débil recuperación prevista es lo que ocurre en la demanda agregada, ya que sus componentes tienen un importante deterioro, con excepción de las exportaciones, en los pasados trimestres (debido a la reactivación de la economía norteamericana). Por ejemplo, se registró una fuerte contracción de la inversión, la cual fue de -21.4 por ciento en los primeros siete meses del año en comparación con 2019, la cual ya venía disminuyendo los dos años anteriores. Esta variable es fundamental para poder predecir el comportamiento de la economía en el futuro. Esto resulta de la reducción en la inversión pública y de las negativas expectativas que tiene el sector privado para los siguientes trimestres.

Por otro lado, las finanzas públicas muestran un importante deterioro debido a la caída en los ingresos petroleros en el periodo de enero a agosto, mismos que se redujeron en 38 por ciento en comparación con los mismos meses del año anterior, así como los menores ingresos tributarios (-0.8 por ciento en este periodo) por la caída en la actividad económica. En parte esto se ha compensado con el Fondo de Estabilización, con los Aprovechamientos y otros conceptos más, pero los mismos no son permanentes ni recurrentes y de no recuperarse el crecimiento económico el problema será mayor en 2021.

Por otro lado, el gasto del sector público ha seguido creciendo a pesar de los esfuerzos para controlarlo. Por ejemplo, el gasto programable del gobierno federal tuvo un incremento real en este periodo (es decir descontando la inflación) de 6.9 por ciento, lo que es superior al 10 por ciento antes del ajuste inflacionario. Lo anterior conlleva a un deterioro importante en el déficit público. En los primeros ocho meses del año, el balance público muestra un déficit de 275 mil millones de pesos, lo que equivale a un crecimiento real del 133 por ciento en comparación al año anterior, o sea más que se ha duplicado. Hay que enfatizar que por la estacionalidad de las finanzas públicas cerca de la tercera parte del déficit ocurre en el último trimestre del año. De repetirse esto, cabría esperar que el déficit para 2020 sea cercano a 400 mil millones de pesos. Este importante deterioro fiscal se percibe en el retraso en el pago a los proveedores del sector público, por el deterioro en los servicios públicos y por un incremento en la deuda pública.

Esta situación está teniendo un impacto en el comportamiento de los consumidores, que es otro de los componentes de la demanda, los cuales han pospuesto adquisiciones de ropa, de bienes duraderos y otros. Asimismo, los inversionistas consideran que de no modificarse la actual tendencia será inevitable el incremento de impuestos, lo cual les hace posponer varias de sus decisiones.

COLUMNAS ANTERIORES

El populismo sigue, mientras dure el dinero
El proximo gobierno enfrentará una economía muy deteriorada

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.