Benito Solis

Después de la ‘borrachera financiera’ viene la ‘cruda inflacionaria’

Los ajustes en los mercados y en las empresas apenas empiezan. Esperemos que las autoridades estén a la altura del reto que enfrentarán.

El Banco Central de Estados Unidos, llamado Federal Reserve Board y mejor conocido como la Fed, siguió políticas monetarias expansivas en los pasados lustros cada vez que la economía tenía un problema o enfrentaba una crisis. Entre las mismas están los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York o la caída de los mercados bursátiles por la sobrevaluación de las acciones de las empresas de tecnología o inmobiliarias o la crisis de los bancos comerciales ocurrida en el año 2008, que se denominó la Gran Recesión Financiera. Asimismo, el gobierno de ese país siguió políticas fiscales expansivas que se tradujeron en déficits elevados y una creciente deuda pública, que representan un gran peso en sus finanzas en la actualidad.

Mientras la Fed tenía activos por casi un billón de dólares (en inglés sería un trillón de dólares) al inicio del segundo semestre de 2008, se elevó a más de dos billones de dólares al siguiente trimestre, es decir más que se duplicó en unas cuantas semanas. Esto lo hizo para enfrentar el colapso del sistema bancario que resultó de la quiebra del grupo financiero Lehman Brothers.

Después, en el año de 2012, las diversas economías desarrolladas del mundo entraron en desaceleración o incluso recesión, que volvió a perjudicar al sistema financiero e incluso amenazó la misma existencia del euro como moneda común en Europa. Como mecanismo para enfrentar esto los gobiernos siguieron políticas expansivas y la Fed volvió al incrementar sus activos en los siguientes meses hasta los 4.5 billones de dólares, propiciando una disminución importante en las tasas de interés. Esta acción coordinada permitió que se mantuvieran estables los diversos tipos de cambio, disminuyendo asimismo las tasas de interés en los distintos países, pero lo cual no reflejaba los distintos riesgos crediticios.

Posteriormente la aparición del Covid impidió que se normalizará la correcta política monetaria, ya que los activos de la Fed volvieron a duplicarse, llegando a más de 9 billones de dólares el año pasado. Con esto se mantuvieron bajas las tasas de interés, pero distintos eventos políticos propiciaron que esta expansión monetaria se tradujera a un incremento rápido de los precios, es decir, en una mayor inflación. Las autoridades en los distintos países insistieron que esto era un fenómeno transitorio, por lo cual tardaron en tomar las correctas decisiones correctivas.

Ahora que deciden acciones más drásticas, reducen la liquidez y elevan las tasas de interés, se hacen obvias las incorrectas decisiones que se tomaron a lo largo de los años anteriores. Es como cuando se reduce el nivel de agua de una presa y se descubre que en el fondo hay todo tipo de basura, llantas abandonadas e incluso automóviles que es necesario quitar y limpiar. Ahora que los gobiernos reducen la liquidez y se ven obligados a pagar intereses más altos por sus deudas, tienen que tomar decisiones desagradables, como reducir el gasto público excesivo, cancelar programas asistenciales y cerrar proyectos irracionales entre otras. Con esto afecta a diversos sectores de la sociedad, lo cual tiene costos políticos importantes, lo que se refleja en descontento social.

Por otro lado, los reguladores tienen que revisar a las distintas entidades financieras bajo el lente del nuevo escenario de tasas de interés más elevadas. Los bancos y las empresas también tienen que hacer ajustes internos para enfrentar el nuevo entorno, como son identificar créditos mal dados y la creación de proyectos que dejan de ser rentables en el nuevo entorno. Además, hay que absorber las pérdidas de los distintos fondos de inversión, así como los fondos de pensiones y la forma en que se registrarán.

Los ajustes en los mercados y en las empresas apenas empiezan. Esperemos que las autoridades estén a la altura del reto que enfrentarán, tanto en los distintos países como en México.

El autor es economista.

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