Año Cero

La historia que sigue

Al final la solución de nuestros problemas económicos con Trump tendrán que ser arreglados dentro de la escena de guerra global arancelaria que él está imponiendo.

En estos tiempos de discursos de 140 caracteres, de mejoramiento de la realidad vía Instagram y de inmediatez en lo que todo es aquí y ahora, y según los estados emocionales, el análisis es cada vez más difícil de hacer. Esto, porque al final nos hemos convertido en una constante descarga emocional de tal intensidad que nos impide reflexionar sobre los efectos colaterales de cada cosa.

En cuarenta y cinco días se evaluará si la no imposición de los aranceles pagada en número de inmigrantes ilegales devueltos a sus países de origen ha sido un éxito o un fracaso. No hace falta ser un genio para saber que el día 46, pase lo que pase, estaremos más o menos igual. México seguirá siendo el objeto de la demagogia política de la campaña de Trump, siempre y cuando los beneficios sean superiores a los perjuicios para su candidatura.

Cuando se tiene una interrelación comercial tan poderosa como la que tenemos con Estados Unidos, es necesario saber que la penalización y el costo de las cosas es un camino de ida y vuelta. Los aranceles serían terribles para nuestra economía, pero también lo serían para ellos. Sólo para el estado de Texas estos podrían tener un costo superior a los 25 mil millones de dólares. A corto plazo el costo del arancel se comparte, pero a mediano plazo hay un riesgo estructural muy importante que podría ser la desaparición de la industria automotriz o de la industria maquiladora.

Tener una guerra arancelaria de manera simultánea con China, México, con Japón para otras cosas, y una amenaza latente sobre países que van desde Corea hasta algunos europeos, solamente augura que al final la solución de nuestros problemas económicos con Trump, no con Estados Unidos, tendrán que ser arreglados dentro de la escena de guerra global arancelaria que él está imponiendo. No hay que olvidar que en el siglo XX existió una Alemania que conquistó Francia y que, más adelante, en lugar de buscar invadir Gran Bretaña y confiando en que al final las afinidades unirían más a Inglaterra que a Alemania, optó por abrir una guerra en dos frentes con la operación Barbarroja, siendo este el inicio de su final.

En Estados Unidos está Trump, que es como un sol infinito que llega a todas partes, pero mientras tanto en la América que no habla inglés están pasando cosas y muy relevantes. Cosas que nos llevan a plantearnos si la 4T al ser, sobre todo, un asunto doméstico, nos ha llevado a salirnos del circuito internacional y con ello el que nos deje de importar en lo más mínimo lo que les pase a nuestros pueblos hermanos, víctimas recurrentes de la agresión de la corrupción, el militarismo y el colonialismo. No cabe un acuerdo individual, así como tampoco cabe una acción unilateral por su parte. De toda esta situación es inevitable pensar en, con la independencia de la incidencia directa que tenga sobre el protagonismo de algunos políticos locales, las consecuencias que esto tendrá sobre la percepción y papel de México en las Américas.

Yo no hablaré del juego de farol del tahúr sobre qué firmaron, ellos lo saben. Pero firmaran lo que firmaran es difícil que sea peor al impacto producido al aplazar una decisión que puede tener graves consecuencias sobre nuestra economía a cambio de poner en la balanza toda nuestra tradición de valores humanitarios y de nuestros compromisos con una determinada manera de ver la colaboración internacional. México ve a América del Norte de una manera y a las otras Américas parece que no las ve; me gustaría saber cómo nos ven ellos. Quiero saber a partir de aquí qué consecuencias va a tener todo esto.

Las grandes situaciones crean grandes conflictos y naturalmente también descubren grandes hombres. Es hora de ver más allá del siguiente titular del Ejecutivo. Valoro, aprecio y respeto la actitud tan respetuosa y cordial del Presidente hacia su canciller. En las intervenciones que ha tenido delante de él, el canciller todo el tiempo ha hablado de lo que hizo, cómo lo hizo y qué ha sido lo que le ha motivado a actuar como ha actuado. En ningún momento ha utilizado el plural ni se ha referido al seguimiento de las instrucciones presidenciales. Eso puede querer decir que por fin ha recibido el banderazo de salida y que Marcelo Ebrard es el elegido. Pero también puede querer decir otra cosa que es que, aunque usted no lo crea, la Presidencia en las mañaneras se entera al mismo tiempo que los demás de qué es lo que han hecho.

Mientras tanto, ya se empiezan a producir fenómenos tales como las declaraciones hechas por el presidente de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo –que ha sido casi todo menos presidente. Ha dicho muchas cosas que anidan en el corazón de los mexicanos, pero que todavía no salen por dos razones. Primero, porque deseamos fervientemente el éxito de esta administración y que Trump deje de hacernos daño. Pero segundo, porque la cercanía, el impacto y el juego político todavía no nos permiten analizar los costos que están teniendo todas estas actuaciones.

La historia sigue y de nosotros depende cuál será el precio final que pagaremos. No podemos estar en unas solas manos, porque si esto sigue así, hoy serán los aranceles, pero si mañana atacar a México se vuelve gratis, ya no sólo se tratará de cultivar y regar la planta del odio contra nosotros, cosa en la que ha tenido mucho éxito. Hemos pasado de una situación en la que en una sociedad tan abierta como Nueva York, donde la única manera de vivir era entendiendo el español, ahora hay que tener cuidado con cómo te miran cuando hablas en español.

Todo eso también forma parte de la realidad y no habrá Guardia Nacional ni nadie que nos proteja frente a eso. Dos no se pelean si uno no quiere, pero también hay que saber que muchas veces no pelear significa ser masacrado o eliminado. Tenemos muchos problemas, pero el más importante es que necesitamos hacer un ejercicio no de autocrítica, sino de proyección sobre dónde se encuentran y explicar claramente cuáles son nuestros límites. Yo no los conozco, ¿usted?

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