Antonio Cuellar

Migración, educación y liquidez

La pandemia de coronavirus coloca al tema del trabajador migrante en una posición de atención, de reconocimiento a su papel y exigencia de un trato digno, como pocas circunstancias podrían haberlo provocado.

1. La infamia que padecen millones de mexicanos que cruzan la frontera con los Estados Unidos de América en busca de oportunidades de trabajo que les permitan alimentar a su familia, nace a partir de las malas decisiones que en el ámbito de la política y la administración se toman en nuestro país (si no fuera así, nadie emigraría), pero terminan, al final de cuentas, con el flagelo al que se les somete al tener que aceptar condiciones infames de trabajo, por la carencia de un estatus legal que les permita acceder a prestaciones esenciales que las convenciones internacionales conceden a todos los trabajadores.

Muy a pesar del robusto peso que el tema migratorio ocupa en la agenda electoral del presidente Trump, y que este debiera retomarse en vísperas de la contienda que, en su caso, permitirá su reelección al final de este año, la pandemia de coronavirus coloca el tema del trabajador migrante en una posición de atención, de reconocimiento a su papel y exigencia de un trato digno, como pocas circunstancias podrían haberlo provocado.

En abril se concretan los periodos de crecimiento de muy distintos árboles frutales y hortalizas en distintos valles de la Unión Americana, y su cosecha demanda mano de obra experimentada que no puede ser sustituida por ningún aparato todavía inventado por el hombre. El encierro ha dado lugar a que la población dependa enteramente de los supermercados para poder subsistir, y la labor esencial de los trabajadores del campo ha quedado de relieve, pues la disponibilidad de los productos frescos del campo está directamente relacionada con el trabajo que cientos de miles de mexicanos realizan diariamente, en ocasiones, ante riesgos contra su salud, o frente al acoso de las autoridades, o en condiciones esclavizantes. Los trabajadores mexicanos dedicados a la cosecha del campo estadounidense, hoy, son escasos.

No hay que ser maestro en el arte de la negociación para apreciar que, el mejor momento para construir con los Estados Unidos de América un acuerdo, un entendimiento sobre la legítima necesidad que justifica el establecimiento de un programa temporal para los cientos de miles de trabajadores mexicanos que colaboran en la producción agropecuaria con nuestro vecino del norte, es ahora. El destino le brinda la oportunidad al gobierno de México para pedir un trato digno a favor de los mexicanos en el exterior, de la misma forma en que, en 1942, durante la guerra, se firmó el Programa Bracero.

Hacer oídos sordos a dicha circunstancia reafirmará solamente la subsistencia de la otra obligación incumplida, todavía más difícil de lograr, la de generar condiciones de gobierno que faciliten la inversión en México y, con ello, la creación de empleos dignos para esos cientos de miles, o millones de mexicanos que se ven en la penosa situación de tener que salir del país para ganarse la vida.

2. Corea del Norte, el único país que junto con Cuba y Venezuela persiste en someter a su población a los estragos del comunismo, se jacta, con respetable orgullo, de haber alfabetizado al cien por ciento de su población. El tema de la educación constituye para esos países un pilar fundamental sobre el que se basa su edificación y desarrollo.

Quizá esa razón es la que permite entender las causas por las que, en la República Popular China, otrora partidaria de esa misma ideología radical, han despedido con honores y aplausos a todos los médicos, enfermeros y trabajadores, hombres y mujeres, que a lo largo de varios meses se enfundaron en trajes especiales para atender a las decenas de miles de pacientes infectados por el Covid-19 en Wuhan. Solamente un país con ese grado de civilidad, de conciencia y educación, no sólo entiende, sino que goza de la grandeza de espíritu suficiente para comprender el grado de sacrificio al que los profesionales de la salud se ven expuestos para cumplir con un cometido del que depende, nada más y nada menos, que nuestra subsistencia.

Muy triste resulta leer y enterarse a través del periódico y las redes sociales sobre cómo, en México, algunas personas le arrojan café hirviendo a las enfermeras, le arrojan piedras a los parabrisas de las ambulancias, toman hospitales y los amenazan de incendio si admiten pacientes con coronavirus, o amenazan de muerte a los médicos por no entregar el cuerpo de personas fallecidas por el peligroso virus. Existen algunos que no entienden la dimensión del episodio histórico que estamos atravesando.

De todas las acciones que se deben recriminar a esta administración, la más grave y trascendente es la que ancla a la población en el estado de incivilidad que en algunos sitios se viene mostrando, porque perdurará a lo largo de los años y trascenderá negativamente hacia las siguientes generaciones: la derogación de la reforma educativa.

Además de la neumonía que cobra la vida de la gente, además del narcotráfico que pudre enteramente al tejido social, debe de reconocerse que la grave pérdida de valores y la falta de entendimiento de la realidad que vivimos, tiene que ver con la falta de educación y la ignorancia.

3. En muchos foros se escucha la urgencia con la que muchos empresarios deben de tomar decisiones ante la debacle económica que tenemos ya encima. A pesar de que todos los sectores y agrupaciones empresariales se han volteado con el gobierno para pedir su apoyo, la insensible respuesta es tajante y es definitiva: todo el mundo deberá pagar oportunamente sus impuestos.

La lógica rigurosa de la lectura de las normas fiscales que realiza el gobierno resulta casi impecable, porque las ganancias obtenidas, que constituyen la causa del adeudo fiscal, son anteriores a la contingencia y consecuente aislamiento que provoca el fenómeno recesivo.

Mucho se ha dicho al respecto y todo el mundo coincide en esto, no hay país alguno en el planeta que no sea consciente de que, en la dinámica actual de cosas, resulta impostergable que el gobierno gaste y deje de cobrar, y eso no se va a lograr más que con endeudamiento. México pierde su grado de inversión, y la causa que lo origina no es otra más que su falta de liquidez y la contumaz decisión del gobierno, de impedir a los generadores de riqueza gozar de ésta para palear sus obligaciones sociales más inmediatas.

Que Dios nos agarre confesados.

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