Directora del Think Tank Early Institute.

Lenguaje positivo: palabras de bienestar

El lenguaje no sólo sirve para darnos a entender, es nuestra ventana para comprender lo que nos rodea.

Si supiéramos el poderoso efecto de nuestras palabras, tendríamos mucho cuidado en lo que hablamos y escribimos. Especialmente cuidaríamos nuestro lenguaje cuando se trata de niños, cuyo desarrollo físico, emocional y psicológico se vincula a su entorno y a sus cuidadores, sean éstos sus padres, tutores o maestros.

Es un hecho que la manera en la que nos dirigimos a los niños, las niñas y los adolescentes tiene consecuencias positivas o negativas. Sin duda, lo que se busca son resultados positivos y, para eso, debemos ser cautelosos en los estilos comunicativos que construimos a su alrededor.

A un niño se le debe hablar desde el amor, la empatía y el respeto; no desde el miedo. Frases como "Te va a llevar el coco si no te portas bien" o "Te voy a regalar a ese señor", que solemos decir para corregir un comportamiento, lo único que ocasionan es angustia y ansiedad en los pequeños.

Como adultos entendemos que no será así, pero su universo lo asimila de otro modo. Para ellos, esta amenaza de abandono daña su estabilidad. Quizá en el momento se evita una escena incómoda, pero queda el estrés y la incertidumbre.

Otras expresiones de uso frecuente son las que implican una amenaza de violencia, como "Vas a ver cómo te va a ir en la casa" o "Te voy a pegar con el cinturón si sigues con eso". La huella es la misma: miedo y angustia.

Es una realidad que la sociedad exige personas emocionalmente fuertes y capaces de hacer frente a las adversidades de la época. Pero los niños no adquieren esta cualidad por sí solos, debemos dotarlos de ella. Es muy probable que muchos de nosotros hayamos sido educados así, pero no por eso habrá que repetir patrones y errores. Apoyémonos en las herramientas disponibles para fomentar una comunicación propositiva y constructiva que asegure que nuestros niños crezcan con recursos adecuados y saludables.

El lenguaje no sólo sirve para darnos a entender, es nuestra ventana para comprender lo que nos rodea. Si alentamos que el miedo, la angustia o el estrés se instalen en la percepción de nuestros niños su dimensión emocional será deficiente.

En lugar de restar a su bienestar integral, sumemos esfuerzos para proteger todas sus áreas psicoemocionales en beneficio de una mejor calidad de vida. Seamos responsables de nuestras palabras porque ellas transforman –para bien o para mal– su mundo.

En México la salud mental es un asunto en deuda. La violencia dentro y fuera de casa va en aumento, motivada por el deterioro social de años. Incluso, con el actual confinamiento se está registrando un importante crecimiento de maltrato en todos los niveles; por ello, no abonemos a los padecimientos emocionales que pudieran presentar nuestros niños y adolescentes con el uso de un lenguaje nocivo.

En Early Institute confiamos en la creación de entornos seguros donde se proteja a los niños contra cualquier forma de violencia familiar, escolar, digital, comunitaria e institucional. De este modo, motivamos el uso de un lenguaje propositivo, amable y respetuoso en el que se invite a los niños a tomar acción de su propio cuidado, privilegiando su sano desarrollo y evitando amenazas y angustias totalmente innecesarias.

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