Desde San Lázaro

Todavía es tiempo de ayudar a los damnificados por la crisis

Todavía es tiempo de que el presidente López Obrador, entre en cordura y canalice los inmensos recursos que se van a un barril sin fondo que significa Dos Bocas, Santa Lucía y el Tren Maya, a fortalecer los fondos de desastres y el sistema de salud.

Cuando uno pensaba que no se podía poner peor, llegó el sismo de 7.5 grados Richter y volvió hacer trizas el corazón de los habitantes de la zona metropolitana más poblada del país y claro, al sureste mexicano que también llevan años padeciendo los embates de los movimientos sísmicos.

EL sismo nos recordó qué tan vulnerables somos y más con un gobierno que no está preparado para paliar el daño.

Por fortuna un sismo de esta magnitud, no ocasionó los daños provocados por el ocurrido en 2017, cuando la tierra se cimbró y más de 10 mil edificaciones en la zona centro del país, tuvieron daños de consideración, amén de más de 500 muertes.

No quiero imaginar si el impacto del sismo de ayer hubiera sido similar al ocurrido hace tres años, habría sido el acabose, ya que con la crisis causada por el Covid-19, en donde el sistema de salud pública está colapsado, además de la economía y la inseguridad pública a tope con más asesinatos violentos que nunca, pues en verdad estaríamos hablando de una tragedia desbordada por demanda de atención médica y de recursos públicos para atender la destrucción.

Sin embargo, esto no es motivo de consolación, si observamos que el gobierno de la 4T está dispuesto a cancelar los fideicomisos como el Fondo Nacional de Desastres Nacionales, que, desde su creación, se significó como un instrumento financiero de gran ayuda a los municipios y entidades que enfrentaron algún embate de la naturaleza.

En la víspera de la temporada de huracanes y con el Jesús en la boca por estar asentados en una de las zonas sísmicas más activas del plantea, estamos nuevamente en una posición muy vulnerable que, de suyo ya es complicada por tanta mortandad provocada por el coronavirus.

El gran dilema que enfrentaron los enfermos convalecientes de esta enfermedad que postrados en sus hogares, no atinaron si salir a las calles o mejor quedarse resguardados. Lo mismo ocurrió en todos los hospitales que, mientras que unos respetaron los protocolos de actuación ante siniestros, otros de plano, salieron despavoridos a las calles.

La pregunta surge de inmediato: ¿está preparado el país para enfrentar una contingencia mayor?, cuando se habla que no hay dinero ni siquiera para dotar de sus medicamentos a los niños enfermos de cáncer, mucho menos a pacientes que se verían afectados por un sismo o por un huracán.

Todavía es tiempo de que el presidente López Obrador, entre en cordura y canalice los inmensos recursos que se van a un barril sin fondo que significa Dos Bocas, Santa Lucía y el Tren Maya, a fortalecer los fondos de desastres y el sistema de salud en cuanto el suministro de insumos básicos y medicamentos, además de los tan ansiados respiradores y las pruebas masivas de detección del virus.

Desde luego, los más de 15 millones de mexicanos que han perdido sus empleos formales e informales, requieren con urgencia el apoyo del gobierno y no solo con migajas o con la incorporación de los programas asistenciales, sino con oportunidades de trabajo para volver al mercado activo de la productividad.

Todavía es tiempo de que AMLO ayude a la gente que sufre y no solo piense en las elecciones intermedias del próximo año.

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