Desde San Lázaro

Pemex, rumbo a la hecatombe

Octavio Romero Oropeza encabeza una administración que no tiene los conocimientos, la experiencia ni las capacidades para llevar a cabo el rescate de la petrolera.

Entre el anuncio de que el PIB se contraerá aún más para el último trimestre del año y los números negativos que presenta Pemex, se ensombrece el panorama para el país; de hecho, hay analistas que señalan 2021-2022 como la fecha apocalíptica en donde la crisis encontrará su vórtice.

Ni el discurso presidencial que pinta la realidad nacional de color de rosa y menos las desalentadoras señales que se envían a los inversionistas internacionales y locales, podrán contener el camino inexorable hacia una recesión económica.

Las obras de relumbrón que quedarán como elefantes blancos, estigmas del gobierno de López Obrador, también abonan a la crisis. Ni la refinería de Dos Bocas, que enfrenta desde ahora inundaciones y retrasos en su construcción; ni el aeropuerto de Santa Lucía, que no tiene el aval internacional de los organismos de aeronáutica, además de enfrentar la oposición de los habitantes de localidades colindantes y mucho menos el Tren Maya, en su trazado original, serán opciones viables que apuntalen el crecimiento.

Este somero análisis del entorno hace ver pequeño el real problema que se avecina sobre el gobierno y por desgracia, contra México: la hecatombe de Petróleos Mexicanos, que desde ahora ya da visos de lo que depara el porvenir

Considerada como la petrolera más endeudada del mundo y sin un plan de rescate de gran calado, además de las pérdidas que lleva en el año, siete veces más a las registradas el año pasado y con una administración, no obstante que son nuevos en los cargos, anquilosada, ineficaz e incompetente.

Octavio Romero Oropeza, director general de Pemex, encabeza una administración que no tiene los conocimientos, la experiencia ni las capacidades para llevar a cabo el rescate de la petrolera y menos la secretaria de Energía, Rocío Nahle.

La Empresa Productiva del Estado tan solo de julio a septiembre de este año perdió 87 mil 858 millones de pesos contra una ganancia de 26 mil 770 millones de pesos obtenida el año pasado.

Cierto, el problema de Petróleos Mexicanos no es de ahora; sin embargo, en esta administración se han tomado decisiones que han precipitado la debacle, como apostarle a la generación de combustibles fósiles en lugar de ir con la energía limpia, es tan solo un ejemplo de la torpeza en las decisiones.

Las calificadoras internacionales observan con preocupación el tema de Pemex, ya que no solo implica necesariamente bajar su calificación, sino el impacto brutal que tendrá en México y en un efecto dominó, otras economías del mundo.

La larga lista de pasivos de la otrora paraestatal tiene asfixiadas a las cadenas de valor compuestas por pequeñas y grandes empresas, nacionales e internacionales que a lo largo de este año solo han recibido promesas de pago.

La disminución de extracción, refinación y exportación de petróleo; la omisión en creación de nueva infraestructura, y la creciente dependencia de importaciones para satisfacer 62 por ciento del consumo de gasolina son algunos otros componentes de la tormenta perfecta.

La paradoja es que mientras en un tramo de la historia Pemex apalancó el desarrollo, ahora será el causante de otra nueva crisis.

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