Desde San Lázaro

AMLO atenta contra la laicidad

La irrupción de grupos evangélicos en la vida pública, con la venía del presidente López Obrador, se atenta definitivamente con la laicidad del Estado mexicano.

El Estado laico es una conquista sangrienta que viene de la misma revolución francesa, que enterró los puntos de vista absolutistas de la religión y la monarquía y con ello se declaró la libertad de pensamiento y culto.

En México, la escisión entre la Iglesia y el Estado tuvo lugar durante la Reforma, en particular en 1859, en que el presidente Benito Juárez dictó las leyes que nacionalizaban los bienes del clero, promulgaban el matrimonio civil, la secularización de los cementerios y la libertad de culto.

Dice el maestro Pedro Salazar Ugarte en su ensayo "La Laicidad, antídoto contra la discriminación", que desde ese momento (el de la Reforma) a la fecha, el proyecto democrático consustancial a la laicidad sigue sufriendo innumerables vicisitudes, como las relativas a la Guerra Cristera o los constantes pronunciamientos públicos de la jerarquía católica sobre leyes asociadas a tomas como la despenalización de la irrupción del embarazo o la unión legal de personas del mismo sexo.

Y ahora, con la irrupción de los grupos evangélicos en la vida pública, con la venía del presidente López Obrador, en el reparto de su cartilla moral y el otorgamiento de concesiones de canales de televisión, se atenta definitivamente con la laicidad del Estado mexicano.

Es una intromisión de suyo peligrosa y atentatoria contra el Estado de derecho, que contiene preceptos constitucionales que prohíben expresamente la participación de las iglesias en asuntos que le corresponden sólo al Estado.

El evangelio según Mateo (22:15-21) refiere que Jesús, al ser injuriosamente increpado por los fariseos a propósito de pagar tributo a Roma, respondió: "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Con ello, se pronunció tajantemente en la separación de los asuntos de la fe y los relativos al Estado; sin embargo, se ha omitido esta enseñanza por siglos por las propias iglesias, que en eso de imponer dogmas y establecer un poder hegemónico y absoluto se pintan solas.

Resulta, por decir lo menos, inconcebible que el Presidente, con ideología de izquierda, aliente la participación de las iglesias en asuntos del Estado y con ello reviva un conflicto que se pensaba, por lo menos, controlado desde que la democracia ha ido conquistando terreno.

El titular del jefe del Ejecutivo federal atenta contra la laicidad que ha sido una de las conquistas más relevantes de los mexicanos y que terminó con una etapa de la historia más abyecta que prohijó enormes injusticias contra las clases sociales más desprotegidas.

Bernardo Barranco, experto en temas religiosos, consideró que AMLO cae en contradicciones, puesto que por un lado se autodenomina juarista y, por otro, arremete contra sus postulados al involucrar a las iglesias en el espacio público: "Gran parte de las iglesias que se están abriendo espacios en la esfera pública, sobre todo los evangélicos y sectores importantes del catolicismo, son de carácter muy conservador. Estamos ante un universo muy complejo que creíamos haber ganado en el debate. Se le puede abrir la puerta a conflictos culturales importantes que afecten la estabilidad social del país".

El Presidente atenta contra la laicidad y de ello hay pruebas más que evidentes; y aunque él se diga liberal, lo cierto es que es el más conservador de los adeptos de las iglesias que desean conquistar espacios que están vetados para ellos.

De ninguna manera se deben permitir esos saltos al pasado en donde el aplastamiento de las voluntades, en aras de un poder divino, oprimió los derechos fundamentales del hombre y de la nación.

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