Las Encuestas

PRI, 90 años

Quizás único en su especie, las opciones que el Partido Revolucionario Institucional tiene hoy son adaptación o extinción.

Este lunes 4 de marzo, el Partido Revolucionario Institucional cumple 90 años de edad. En su aniversario, seguramente habrá deseos de renovación ante los retos hacia adelante, pero su condición actual no es la más favorable. Luego de las elecciones de 2018, en las que obtuvo su menor porcentaje de votación en una elección presidencial, apenas superando el 16 por ciento, el PRI cuenta hoy en día con su base más reducida de seguidores.

Una encuesta nacional de El Financiero publicada el pasado 28 de noviembre arrojó que la intención de voto a favor del PRI rumbo a las elecciones intermedias de 2021 era 9 por ciento (entre 11 y 12 en porcentaje efectivo) y con una tendencia que se veía a la baja desde antes. La misma encuesta mostró que el PRI es la segunda opción del 4 por ciento del electorado nacional, mientras que el 47 por ciento manifestó que nunca votaría por ese partido político.

Al llegar a 90 años de vida, el PRI seguramente tiene muchas añoranzas. La historia política de México durante gran parte del siglo 20 estuvo entrelazada con el entonces partido oficial, y la época de transformación democrática por la vía de las urnas tomó forma tanto por las estrategias del PRI para adaptarse a un nuevo ambiente de competencia política, como por las estrategias de la oposición para tratar de derrotarlo. La pregunta para este 4 de marzo es si, a la par de esas añoranzas, el PRI también tiene esperanzas.

De acuerdo con un indicador de identificación partidista, el PRI llegó a ser el referente de identidad política para casi la mitad del electorado a principios de los años noventa, en la aún incipiente etapa de competencia electoral (ver gráfico). Ese indicador refleja la proporción de los electores leales con los que cuenta el partido, quienes forman su afición más comprometida y potencialmente fiel. El porcentaje de priistas tuvo altibajos en los últimos 30 años, en parte como reflejo de la suerte electoral del partido, sumando seguidores después de los triunfos y sufriendo deserciones después de las derrotas; pero también como respuesta de algunos ciudadanos al desempeño de los gobiernos panistas entre 2000 y 2012: en esos años, lo que ganaba el PAN solía perderlo el PRI y viceversa.

Las caídas más notables en el priismo se registraron luego de la crisis económica de 1995 (18 puntos) y después de la derrota electoral del año 2000 (19 puntos). Pero el priismo también se debilitó enormemente en el sexenio del presidente Peña Nieto, cuando se registró una caída de 22 puntos en el priismo nacional, al pasar de 31 por ciento, en 2013, a 9 por ciento después de las elecciones de 2018. Los priistas que quedan se concentran más en las zonas rurales y entre los segmentos de mexicanos con baja escolaridad. Además, la composición por edades muestra que el PRI depende más de los electores mayores de 50 años de edad. El PRI ha envejecido con su electorado y no ha sido capaz de reclutar a las generaciones jóvenes. Ahí radica uno de los grandes retos que tendrán que plantearse en su 90 aniversario: cómo adaptar al nonagenario a las nuevas generaciones de mexicanos.

En sus mejores momentos, el PRI fue un partido que sirvió como ejemplo para otros partidos de masas en diversas latitudes del mundo. Su estructura corporativa podía ser causa tanto de crítica como de admiración; igualmente, sus triunfos electorales podían enojar a unos e inspirar a otros. A 90 años, en el PRI pueden combinarse hoy la nostalgia por lo que fue y un instinto de supervivencia que no ha dejado de ser. Quizás único en su especie, las opciones que el PRI tiene hoy son adaptación o extinción.

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