Las Encuestas

Participación, ¿en declive?

La caída en la participación no marca tendencia, es decir, no es seguro que siga cayendo. Pero sí es una señal preocupante del nuevo sistema de partidos que emergió de 2018.

La manera en que los mexicanos ejercieron el poder del voto en 2018, no sólo produjo nuevos gobiernos a nivel federal, estatal y local, sino que cambió la fisonomía del sistema de partidos. Es probable que el sentido de empoderamiento ciudadano se haya fortalecido.

Por eso sorprende que en las elecciones del pasado domingo, el nivel de abstencionismo haya sido tan alto. La caída en la participación electoral fue generalizada, pero particularmente notable en Puebla y Quintana Roo, donde fue de 22 y 23 puntos más baja que el promedio de las tres elecciones anteriores para gobernador y ayuntamientos, respectivamente. En Puebla, donde votó el 33 por ciento del electorado, las elecciones para gobernador de 1998 a 2010 habían sido alrededor de 55 por ciento, con un bajón a 45 por ciento en 2016, y con un salto a 68 por ciento en 2018.

Podría pensarse que la turbulenta situación política de Puebla pudo haber incidido en el abstencionismo, pero el hecho es que éste se dio en diversos estados.

En Quintana Roo, donde acudió a votar el 22 por ciento de los electores, las elecciones municipales habían registrado tasas de participación en torno al 45 por ciento, entre 2002 y 2013. ¿Qué sucedió ahí? Considerando el promedio de participación de las últimas tres elecciones locales, la participación en Tamaulipas fue casi 17 puntos más baja; en Aguascalientes, casi 8 puntos menor al promedio, y en Durango, 6 puntos por abajo. ¿Qué pasó?

Baja California ha tenido históricamente bajas tasas de participación, en parte por un electorado móvil o de paso que se registra pero que no radica ahí. Sin embargo, en este 2019 la de por sí baja participación llegó a un punto mínimo en el estado, con 29.6 por ciento, 9 puntos por debajo del promedio de participación en las tres últimas elecciones para gobernador.

Entre las posibles explicaciones que he leído estos días sobre el abstencionismo, los primeros sospechosos son los electores, señalando ya sea su apatía, hartazgo, desencanto o conformismo. Pero, ¿acaso no fue 2018 una elección en la que se movilizó exitosamente el hartazgo? Habría entonces que sospechar también de la capacidad de movilización política de los partidos posterior a 2018. El abstencionismo del 2 de junio podría reflejar partidos debilitados tanto o más que ciudadanos apáticos.

Cualquiera que sea la causa del abstencionismo, habrá que identificarla bien y no sólo especular sobre ella. La caída en la participación no marca tendencia, es decir, no es seguro que siga cayendo. Pero sí es una señal preocupante del nuevo sistema de partidos que emergió de 2018 y que está tratando de adaptarse a nuevas circunstancias de competencia.

Para las encuestas, esta caída en la participación es un desafío importante. La encuesta que hicimos en Puebla previa a la elección para gobernador señalaba una menor participación que en 2018, pero no preveía una caída tan drástica. Nuestro error promedio fue de 7.3 puntos en la encuesta y 8 puntos en el escenario de votantes probables, ligeramente mayor al error promedio total de 6.4 puntos en 15 encuestas finales dadas a conocer, y por arriba de lo aceptable. Subestimamos fuertemente al PRI, en parte por metodología y en parte porque la participación rural en Puebla fue ligeramente mayor que la urbana. Por otro lado, nuestra encuesta y su estimación de votantes probables destaca por haber previsto un escenario más cerrado del que se preveía en la mayoría de las encuestas: nuestro error en la ventaja de primero sobre segundo lugar fue de 3 y 6 puntos, comparado con el promedio de 12 puntos de error de las 15 encuestas.

Aunque algunos concluyan que es culpa de los electores por su apatía o hartazgo, el abstencionismo del 2 de junio es un fenómeno todavía pendiente de entender. (Con la colaboración de Yuritzi Mendizábal)

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