Las Encuestas

Electores, rumbo al 6 de junio

Hay una porción de potenciales votantes que no parecen caer dentro de la polaridad y que no por ello dejan de ser relevantes para entender lo que pueda suceder en los próximos comicios.

La polarización política en el país puede dar la sensación de que hay solamente dos bandos en el electorado que chocarán en las urnas el 6 de junio: uno a favor del proyecto de la cuarta transformación y otro en contra de éste.

Sin embargo, las encuestas revelan que, si bien esos dos grupos de electores son claramente identificables y representan poco más de la mitad del electorado, lo cierto es que también hay otra porción numerosa de potenciales votantes que no parecen caer dentro de esa polaridad y que no por ello dejan de ser relevantes para entender lo que pueda suceder en los próximos comicios.

Para ilustrarlo, me remito a los datos de la más reciente encuesta nacional de EL FINANCIERO, realizada en enero a mil entrevistados y publicada ayer en este diario. Dichos datos nos ayudan a formular una sencilla tipología de electores tomando en consideración dos aspectos centrales en las encuestas: la aprobación presidencial y la preferencia electoral. Combinándolas obtenemos cuatro grupos significativos:

1. Votantes 4T. Esta categoría incluye a quienes aprueban la labor del Presidente y piensan votar por Morena. Son el grupo más leal al gobierno actual y representan 39 por ciento del total del electorado. Su principal preocupación es la corrupción, pero también la pandemia.

2. Votantes anti-4T. Son electores que desaprueban la labor del Presidente y piensan votar principalmente por PAN, PRI o PRD, los partidos de la alianza Va por México. Representan 17 por ciento del electorado total. Su principal preocupación es la economía y el desempleo. Si bien no todo el voto a favor de esos partidos es anti-Morena, la dinámica política actual nos permite verlo así. Ésta y la categoría anterior definen nuestra actual polarización política.

3. Electores deferentes. Son quienes aprueban la labor del Presidente, quienes le dan su confianza a él y su gobierno, pero que no piensan votar por Morena o sus aliados. Su apoyo al mandatario no se traduce en apoyo electoral. Muestran deferencia a su investidura y lo que ésta significa para el país, pero sin ópticas partidarias. Representan 23 por ciento del electorado total y entre sus principales preocupaciones está la salud.

4. Electores insatisfechos. Son los que desaprueban la labor del Presidente, pero también rechazan a los partidos tradicionales. Su irritación no encuentra como vía de representación política ni al gobierno ni a la oposición, aunque queda la duda si los partidos nuevos podrían significar una opción aceptable. Representan 21 por ciento del electorado y les preocupan diversos asuntos; uno con bajas menciones comparado con otras problemáticas pero para ellos fundamental: la falta de buenos gobernantes.

En las últimas tres elecciones intermedias ha acudido a votar menos de 50 por ciento del electorado. Es factible que con las 15 elecciones recurrentes para gobernador en este año, la participación se eleve, quizás alcanzando 50 por ciento o un poco más. Pero es difícil pensar que llegue a los niveles de 60 por ciento de las elecciones presidenciales.

Cómo se movilicen estos grupos de electores podría incidir en las posibilidades de que el partido gobernante y sus aliados mantengan una mayoría legislativa o la pierdan. Por lo que veo en la encuesta, la ventaja de la participación en estos momentos la tiene el partido del Presidente, cuyos seguidores se muestran más deseosos de votar y cuya base contiene más apartidistas. La desventaja de Morena es que su voto no luce hoy tan sólido, muestra grietas.

La ventaja en votos firmes, no cambiantes, la tienen los partidos de Va por México, cuyo piso parece sólido y la pregunta es si podrán sumar. Por el momento no parece haber grietas en su apoyo partidario.

El grupo de electores deferentes luce más cambiante, por lo que las campañas podrían jugar un papel importante en su definición y posible movilización. Y los insatisfechos se notan más ausentes, menos enganchados en el proceso electoral. Veremos si las campañas les despiertan. Para los primeros, el abstencionismo sería interpretado como que las cosas van bien. Para los segundos, como una actitud de rechazo a lo que hay.

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