Las Encuestas

El problema de la inseguridad

Las encuestas indican que la inseguridad y el crimen se perciben como el principal problema que hay en el país actualmente.

Además de ocupar un gran espacio en los medios de comunicación y en las redes sociales, la inseguridad y el crimen constituyen la problemática número uno en la mente colectiva de los mexicanos. Esto era el caso desde antes de Culiacán y de los lamentables hechos en Bavispe, pero la acumulación de incidentes podría ir ahondando las preocupaciones ciudadanas en torno al tema.

Las encuestas indican que la inseguridad y el crimen se perciben como el principal problema que hay en el país actualmente. Según la más reciente encuesta nacional telefónica de El Financiero, realizada el mes de octubre a 820 adultos, el 65 por ciento de los entrevistados señaló a la inseguridad como el principal problema nacional. Unos días antes de Culiacán, el 61 por ciento lo señalaba así; después de Culiacán, la percepción brincó a 69 por ciento. No tenemos todavía una medición posterior a Bavispe, pero es probable que haya crecido incluso un poco más.

Muy detrás de la inseguridad, con 14 por ciento, se señala a la corrupción como el principal problema. Y todavía más atrás, con apenas 9 por ciento, se señala a la economía, junto con el desempleo, el alza de precios y otros asuntos similares. Esto es, solamente una décima parte de la población entrevistada considera la economía actual como el principal problema, con todo y que el crecimiento de la economía ha sido cercano a cero.

Esos bajos porcentajes no significan que la economía o la corrupción no preocupen, pero puestos frente al crimen y la inseguridad, ambos quedan desplazados a un lugar secundario en la preocupación colectiva nacional. Es probable que a los funcionarios del actual gobierno, comenzando con el Presidente de la República, el tema de la inseguridad también les esté pesando más en estos días que la economía o la corrupción. Y si no, estos resultados de encuestas deberían servir como aviso. Para la gran mayoría de los ciudadanos, no hay nada en estos momentos que se imponga por encima de ese tema: la inseguridad impera.

Otro dato que arroja la encuesta de El Financiero respecto a la seguridad es que no solamente se trata de un tema fijado por la agenda mediática con casos como Culiacán y Bavispe, sino que refleja, además de eso, una realidad cercana que muchos experimentan de manera directa, a veces cotidiana, y que tiene que ver con la delincuencia, los asaltos y demás problemas que rondan al ciudadano en su lugar de residencia, en sus trayectos de transporte, en su día a día.

En la encuesta se preguntó: "En general, ¿cuánta violencia e inseguridad hay en la ciudad o comunidad donde usted vive?" El 42 por ciento respondió "mucha", el 38 por ciento "algo", el 16 por ciento "poca" y apenas 4 por ciento "nada". Parafraseando al Presidente, por cada mexicano que vive entre abrazos (4 por ciento), hay diez que viven entre balazos (42 por ciento), o por lo menos con la inmensa preocupación de ello.

Esta pregunta se hizo a 410 entrevistados después de los eventos en Culiacán, pero no necesariamente reflejan el llamado culiacanazo, sino que exhiben cómo la mayoría de los ciudadanos (80 por ciento si se juntan las respuestas "mucha" y "algo") reportan violencia e inseguridad a nivel local, en su propia ciudad o comunidad.

Los perfiles demográficos de la respuesta "mucha" violencia e inseguridad son muy llamativos: los grupos que más dan esa respuesta son mujeres, jóvenes menores de 30 años, y entrevistados de bajo nivel socioeconómico. La inseguridad puede estar bastante extendida, pero sus efectos son potencialmente desiguales. Por lo menos estos tres rasgos demográficos nos hablan de un potencial impacto discriminatorio por género, generación e ingreso. La inseguridad y el crimen quitan recursos a los que menos tienen, afectan a la mitad femenina más que a la masculina, y restringen las perspectivas a las generaciones jóvenes.

Mi lectura de estos datos es que el problema de la inseguridad no es solamente cómo imponer la ley y el orden, un tema asociado con gobiernos de derecha, sino que, además, es un factor de desigualdad, tanto de resultados como de oportunidades, un tema esencial para la izquierda.

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