A seis meses para las elecciones de 2024, ¿qué tanto discute la gente acerca de asuntos políticos? ¿Qué tan de acuerdo o en desacuerdo suelen estar en sus conversaciones con otras personas? Como sociedad, ¿estamos abiertos a los desacuerdos de opinión o es preferible hablar con gente con la que se comparten puntos de vista políticos?
Suele pensarse que los procesos de comunicación que dirigen los partidos y sus candidatas al electorado son los que más peso tienen en una elección. Pero las interacciones sociales, la conversación política, el intercambio de impresiones entre votantes pueden jugar un papel primordial en los procesos de confirmación de preferencias o de persuasión durante las campañas.
En su libro Persuasive peers: social communication and voting in Latin America (Princeton University Press 2020), los politólogos Andy Baker, Barry Ames y Lúcio Rennó argumentan que todas las y los electores discuten sobre asuntos políticos, en mayor o menor medida, durante los procesos electorales. Y por lo regular lo hacen con personas que son consideradas como sus peers, o compañeros, categoría que incluye a la pareja, los hermanos, colegas de trabajo, vecinos, amistades, entre otros.
Para esos autores, las conversaciones políticas entre peers reflejan lazos horizontales de discusión, sin una conexión necesaria a las élites o a los partidos políticos. Se trata, como dicen ellos, de conversaciones espontáneas entre individuos socialmente conectados.
La noción de que las conversaciones políticas importan refleja una amplia literatura sobre la influencia personal, desde los trabajos de Paul Lazarsfeld y colegas en los años 40, pasando por autoras como Diana Mutz en los años 90. ¿Será que los efectos de las campañas dependen más de cómo se discuten éstas que de cómo se comunican?
Para ir viendo el grado de conversación política en México rumbo a las elecciones, una encuesta nacional de EL FINANCIERO realizada en el mes de octubre incluyó algunas preguntas al respecto. La encuesta incluyó a 600 personas a nivel nacional con entrevistas telefónicas.
Al preguntar a la persona qué tanto habla con otras personas sobre temas como las elecciones, las candidaturas y los partidos políticos, 9 por ciento dijo mucho, 25 por ciento algo, 31 por ciento poco y 32 por ciento nada. A estas alturas, la mayoría no está abordando temas políticos en sus conversaciones.
Al preguntarles si al hablar de política suelen estar de acuerdo o en desacuerdo con las otras personas, 26 por ciento dijo estar muy o algo de acuerdo, mientras que 40 por ciento dijo que suele estar en desacuerdo, y 9 por ciento dijo que ambas. La mayor proporción en este caso se encuentra desacuerdos cuando habla de política.
Pero a más gente le gusta estar de acuerdo que en desacuerdo: según la encuesta, 33 por ciento prefiere hablar con gente con quien está de acuerdo, 11 por ciento prefiere los desacuerdos y a 39 por ciento le resulta indistinto.
Como en muchos temas que abordamos en las encuestas, las diferencias partidistas en esto también resultan importantes. Actualmente, los morenistas discuten más de política que los oposicionista, y éstos, a su vez, más que las personas apartidistas. A seis meses de los comicios, el morenismo está más políticamente activado.
Por su parte, morenistas reportan tener más acuerdos en sus conversaciones que los oposicionistas, quienes se topan con más desacuerdos. Signo de los tiempos políticos.
A los morenistas también les gusta más estar de acuerdo que a los oposicionistas. Y sabemos que entre partidistas, la conversación suele confirmar sus sesgos o preferencias, el famoso confirmation bias.
Por ello, la atención en el segmento de apartidistas será crucial para ver los posibles efectos de persuasión rumbo al 2 de junio. Al momento, ese segmento parece todavía desconectado de lo político; ya veremos si se sube al cabús de la deliberación y cuándo.
Por lo pronto, el libro de Baker, Ames y Rennó, a quienes tengo el gusto de conocer desde hace tiempo, nos recuerda muy bien la importancia de la deliberación en la democracia.