Repensar

Voto religioso, en ascuas

Católicos, protestantes y evangélicos representan, cada uno, una cuarta parte del electorado, comenta Alejandro Gil Recasens.

Durante todo el siglo XIX y hasta la octava década del XX, en Estados Unidos la mayor parte de los protestantes simpatizaba con el Partido Republicano y prácticamente todos los católicos eran miembros del Partido Demócrata. Los católicos que inmigraron de Polonia, Irlanda e Italia sufrieron discriminación al principio; eso los llevó a organizarse para apoyar candidatos que los respetaran. Cuando en 1891 el Papa León XIII publicó su encíclica Rerum Novarum, en que se promovían los derechos laborales, ellos se convirtieron en la parte más activa de los sindicatos industriales.

Franklin Roosevelt incluyó a esa fuerza en la gran coalición que dio base al New Deal. Paulatinamente, líderes católicos fueron ascendiendo en la jerarquía demócrata y en 1960 un presidente de su religión, John Kennedy, llegó a la Casa Blanca.

En los años siguientes ministros y sacerdotes se inconformaron con la política exterior, en especial con la guerra en Vietnam. Protestantes y católicos encabezaron el movimiento pacifista y se desengañaron de los demócratas.

Hasta entonces, muchos de los evangélicos del sur los favorecían, pero casi no votaban (algunos lo consideraban pecado) y el partido no los tomaba en cuenta. Richard Nixon aprovechó esa circunstancia y los sumó a los republicanos.

Lo que aceleró el éxodo fue la despenalización del aborto en 1973. Los evangélicos se aliaron con los católicos para crear la llamada "Mayoría Moral". Esa alianza fue determinante para llevar a la presidencia a Ronald Reagan y para influir en el Congreso, al monitorear y calificar la actuación de cada legislador. Desde entonces, con su gran capacidad de movilizar el voto, son la base más firme del partido.

Católicos, protestantes y evangélicos representan, cada uno, una cuarta parte del electorado, pero mientras que los dos primeros están repartidos por mitades en los dos partidos, los evangélicos son generalmente republicanos y, además de dominar en el sur, tienen gran impacto en los estados del medio oeste que son clave para ganar la elección.

Dilema moral

Donald Trump, que tenía inclinación por los demócratas y aprobaba el aborto, se dio cuenta de que los republicanos, hipnotizados por los fiscalistas conservadores del Tea Party, habían descuidado a la derecha religiosa, que estaba aterrada ante la posibilidad de que Hillary Clinton llegara a la Casa Blanca. Con su apoyo se hizo de la nominación y derrotó a la exprimera dama.

Lo relevante es que ha cumplido lo que les ofreció y mantiene intacto su respaldo. Retiró el financiamiento federal a las clínicas de aborto; nominó a conservadores para su gabinete y para la Corte Suprema; promovió la objeción de conciencia para médicos y enfermeras; eliminó del código fiscal la prohibición de financiar candidatos por parte de organizaciones religiosas; se opuso a los gobernadores que no consideraron como "esenciales", durante la pandemia, los servicios religiosos.

Los demócratas han insistido en que no es lógico que personas que valoran la integridad personal y el carácter, voten por un personaje ególatra, vulgar y mujeriego; que miente continuamente; defrauda al fisco y a sus socios; hace comentarios racistas; fomenta la división y el odio; al que no le importa separar a las familias de migrantes indocumentados y que rara vez entra a un templo. Sin embargo, muchos evangélicos, católicos y judíos, deciden ignorar sus faltas porque piensan que se está dando una batalla por "el alma de la nación" y ven en él a una figura salvífica.

Cuando fue sometido a juicio político por abuso de poder y obstrucción al Congreso, se hicieron campañas de oración para que fuera absuelto. Sólo la Iglesia Mormona se ha opuesto a él desde el principio.

En contraste, Joe Biden fue educado por monjas (que lo ayudaron a superar la tartamudez) y es un católico practicante de toda la vida. Habla frecuentemente de su fe; cita versículos de la biblia; dice "Jesús, María y José" cuando algo le causa sorpresa; lleva como pulsera el rosario (que compró en la Basílica de Guadalupe) que tenía en las manos su hijo al morir por cáncer. Fue el anfitrión del papa Francisco en su visita al Capitolio y es amigo de obispos y cardenales.

No obstante, no le perdonan que luego de ser promotor de una enmienda que prohibía el financiamiento público del aborto, el año pasado se manifestó en contra.

¿Hacia dónde irá el voto religioso?

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