Repensar

TLCAN politizado

Alejandro Gil Recasens opina que si algo une hoy a los canadienses es la animadversión hacia Trump, repudian el chantaje para que acepten sus demandas en las negociaciones del TLCAN.

En la pasada elección presidencial en México el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) no interesó especialmente al electorado ni fue motivo de rivalidad entre los candidatos. No sucede lo mismo en Estados Unidos y Canadá. El presidente Donald Trump incorporó el tema desde que anunció su candidatura hace tres años y claramente lo está utilizando para mejorar sus oportunidades de ganar las elecciones congresionales de noviembre. Más allá de su importancia económica, las exigencias que ha ido poniendo sobre la mesa tienen un claro sentido político: con el capítulo agrícola pretende conseguir el voto de Florida, con el automotriz el de los estados del medio oeste, etcétera.

En Canadá habrá elecciones federales en octubre de 2019. Faltan meses para que esa campaña empiece oficialmente, pero ya recorren el país los tres candidatos principales: el liberal primer ministro, Justin Trudeau, que busca reelegirse, el conservador Andrew Scheer y el líder del Nuevo Partido Democrático (NPD), Jagmeet Singh.

Hasta ahora no le ha ido bien a Trudeau. Para enfrentar el cambio climático dispuso que las provincias crearan un impuesto a las emisiones de carbono; en caso de que no lo hagan se aplicaría un gravamen federal. Las provincias, incluidas las gobernadas por su partido, se rebelaron y tuvo que retroceder, ofreciendo que lo recaudado se entregaría a sus tesorerías. Tampoco eso convenció a la gente, que no le ve caso pagar una nueva contribución "para salvar al mundo". Se le ocurrió entonces prometer que lo colectado se le devolvería a los contribuyentes, pero eso los enfureció más porque sintieron que quería comprar su voto.

Su política de aceptar a refugiados sirios, que al principio se vio como un gesto humanitario, se vuelve cada vez más polémica. La televisión muestra cada noche las filas de familias asiáticas, africanas y centroamericanas que llegan en busca de asilo. Los periódicos están llenos de editoriales que comparan eso con las migraciones masivas en Europa y claman porque se pongan límites a la "invasión". La mayoría de los encuestados considera que hay una crisis y los conservadores van ganando terreno, convencidos de que es necesario aumentar los controles fronterizos y hacer más restrictivos los requisitos migratorios.

Para mala suerte de Trudeau, su idea de extender el sistema universal de salud para incluir el pago de los medicamentos más caros, que era un tema electoralmente ganador, dejó de serlo cuando el NPD planteó la cobertura de todas las medicinas. Eso dio pie para que los conservadores organizaran un amplio frente con los empresarios, que se niegan a entregarle más dinero al fisco.

¿Qué hacer?

Si algo une hoy a los canadienses es la animadversión hacia Trump. No pueden entender el trato que le da al país que ha sido leal aliado militar y confiable socio comercial. Repudian el chantaje que les hace para que acepten sus demandas en las negociaciones del TLCAN. No pueden creer que le haya colocado un arancel a las importaciones canadienses de acero y aluminio y encima amenace con hacerlo con las de automóviles. Por eso los gobiernos provinciales han jalado con Trudeau ("Canadá team"); por eso los ciudadanos aplaudieron cuando autorizó tarifas contra Estados Unidos y se pusieron de su lado cuando Trump lo insultó luego de la reunión del G-7 en Charlevoix; por eso muchos creen que hay que ignorar sus ultimátums y esperar a que los escándalos lo fulminen y haya mayoría demócrata en la Cámara de Representantes.

Sin embargo, adoptar una posición intransigente tiene sus límites. Si como consecuencia de los aranceles americanos se produce una gran pérdida de empleos, las cosas se le pueden voltear. Los conservadores, que al principio lo tacharon de blandengue y de negociar desde la debilidad, ahora sugieren que hay espacio para que ceda.

Brian Mulroney, el primer ministro conservador que hace 23 años firmó el TLCAN a condición de que incluyera el Capítulo 19, ya salió a decir que no hay que exagerar en la protección de la industria láctea y que así como México accedió a eliminar el mecanismo de arreglo de disputas (Capítulo 19) Canadá lo puede hacer porque, al fin y al cabo, ha obtenido sentencias razonables en las cortes americanas y en la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos.

El problema para Trudeau es que, hasta dentro de su partido, ya se desdibujó lo que sería un acuerdo "razonable".

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