Repensar

¿Qué puede salir mal?

Será difícil que la noche del 3 de noviembre se conozca a ciencia cierta quién ganó la elección en EU. El conteo y las reclamaciones podrían extenderse por semanas.

En la Unión Americana cada estado tiene sus propias reglamentaciones para organizar los comicios, que son responsabilidad del secretario de Gobierno, generalmente un político destacado cercano al gobernador.

Todos exigen que uno se anote en el padrón e indique si es independiente o simpatizante de algún partido (para poder participar en las primarias), pero los criterios para hacerlo son únicos en cada entidad. En algunas hay que pedirlo; en otras se concede automáticamente al sacar la licencia de conducir; en unas más se permite que organizaciones promotoras de la participación repartan masivamente las solicitudes (donde les conviene, según sean republicanas o demócratas).

Aunque está prohibido votar en más de una jurisdicción, miles que tienen casa de verano o se mudaron recientemente cuentan con doble matrícula. Las autoridades raramente confrontan los requerimientos con bases de datos diferentes. La depuración de los que se mueven o fallecen es lenta. Viudas o viudos nostálgicos deciden en nombre de sus cónyuges muertos.

Los que están inscritos reciben la papeleta en su domicilio, la marcan y la llevan a las urnas. Desde hace años se demanda que no se exija una identificación para votar porque, se alega, eso suprime la participación de los más pobres. En realidad, se aceptan, además de documentos oficiales (como el pasaporte), filiaciones laborales o escolares y hasta tarjetas de crédito.

Nada impide que los que están en los locales de votación sean activistas. Al verificar los papeles pueden ser más tolerantes con quienes suponen que son sus correligionarios, incluso si no son ciudadanos. Se han denunciado carruseles de acarreados con credenciales de asociaciones inexistentes.

En ciertas circunscripciones se puede votar por adelantado presentándose en la oficina electoral. Lo limitan a las personas mayores de 65 años, enfermas, discapacitadas o que estarán fuera por motivos laborales. En otras se permite que un familiar lleve la boleta; en unas cuantas se da oportunidad de que operadores políticos las 'cosechen' casa por casa o las recojan el domingo previo a la elección, a la salida de los templos.

Problemas por delante

Se puede sufragar por correo, pero hay que solicitarlo por escrito y dar una justificación. Si se acepta, le mandan el formato para que lo llene, lo autografíe y lo regrese. Después de ello recibe su cédula, la marca, incluye carta firmada de un testigo, mete ambas en un sobre oficial y lo echa en un buzón o en contenedores especiales, ambos susceptibles de ser saqueados. Es decir, el proceso implica tres envíos. En unas partes se pide que el matasellos sea de diez días antes de la elección; en otras puede ser de esa misma fecha y vale si se recibe hasta catorce jornadas después.

En las juntas electorales se abren los sobres y se verifica que la signatura coincida con la del registro. Esa tarea la hacen trabajadores temporales que tienen en la pantalla, además de la rúbrica del elector, su preferencia partidista. De esa forma pueden anular votos sin motivo. A veces se usan escáneres y código de barras; en los condados rurales se hace todo a mano. Son raras las auditorías en tiempo real que aseguren la imparcialidad de los procedimientos.

Todo se complica con el Covid-19. Se vuelve difícil reclutar a un millón de personas que quieran estar en las 120 mil casillas y muchos de los lugares en que se instalaban (como las escuelas y los centros comerciales) están cerrados.

La mayoría de los estados está permitiendo el voto por correo sin necesidad de excusas, pero el Servicio Postal, presionado por la competencia de las compañías privadas de paquetería, ha tenido que cerrar muchas oficinas y reducir su personal. Ya de por sí tenía dificultad para manejar el volumen adicional derivado de la pandemia, porque la tercera parte de sus empleados está ausente por haber contraído el virus o por ser población vulnerable.

Los sindicatos de carteros apoyan fervientemente al candidato demócrata, Joe Biden, porque se opone a la privatización del organismo. Por ello, el presidente Donald Trump advierte que el voto postal dará lugar a un fraude gigantesco.

Será difícil que la noche del 3 de noviembre se conozca a ciencia cierta quién ganó. El conteo y las reclamaciones podrían extenderse por semanas. Por meses se debatirán después los necesarios cambios en la forma tan anárquica en que escogen a sus gobernantes.

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