Repensar

¿Qué dice Trump?

Trump puede presumir que llevó a cabo lo que prometió, independientemente de las desastrosas consecuencias que esos actos pueden tener en la vida económica y social o en el equilibrio mundial.

La campaña de Donald Trump tiene dos líneas argumentales bien definidas: voten por mí porque me preocupo por conservar sus trabajos y sí cumplo; votar por Joe Biden, el candidato demócrata, es peligroso.

El discurso de la lucha por los empleos es el que lo hizo ganar hace cuatro años. Prometió acabar con los tres monstruos que supuestamente los devoraban: la migración incontrolada, las exageradas regulaciones ambientales y los tratados comerciales desventajosos.

Mediante prácticas agresivas de la Patrulla Fronteriza, criterios restrictivos para aceptar refugiados y un acuerdo forzado para que México frenara en su frontera sur la migración de centroamericanos, ciertamente, la entrada ilegal de personas se redujo. Junto con ello, le hizo la vida difícil a los que llevan muchos años viviendo sin documentos allá, con redadas en comercios e industrias, amenaza de expulsar a los dreamers y suspensión de cupones de comida. La extensión del muro, lenta y poco útil, redondea el mensaje: estamos defendiendo nuestras fronteras de los que vienen a arrebatarnos lo nuestro.

El relajamiento de las normas ambientales; la reanudación del fracking y de la construcción de oleoductos; la salida del Acuerdo de París, no sólo las presenta como medidas para ampliar las oportunidades laborales en las industrias del carbón y del petróleo, les atribuye también haber conseguido la independencia energética.

Como lo ofreció, tiró el Acuerdo Transpacífico y consiguió una revisión de los tratados comerciales con Corea del Sur y México-Canadá. Aunque son pocas plantas industriales que se han repatriado y no parece haber un cambio de tendencia, él lo presenta como un logro espectacular. Incluso, la imposición de tarifas a China, que ha afectado a los productores americanos, la equipara a una gesta gloriosa.

Lo que hace poderosos a esos alegatos es que, aunque no necesariamente como consecuencia de sus políticas, la ocupación efectivamente se incrementó.

En muchos otros temas (reducción de impuestos; desmantelar el Obamacare; nominar jueces conservadores; abandonar el acuerdo nuclear con Irán; no entrar en nuevas guerras y regresar tropas de Afganistán, Siria e Irak), Trump puede presumir que llevó a cabo lo que prometió, independientemente de las desastrosas consecuencias que esos actos pueden tener en la vida económica y social o en el equilibrio mundial.

¡Uy, el coco!

Cualquiera que observe a Biden, notará que es una persona de carácter apacible y de trato amable. Su vida familiar es ejemplar. Es fanático de los helados y no toma bebidas alcohólicas. En el Congreso, su fama fue de moderado y de hacedor de acuerdos. Como vicepresidente hizo buena mancuerna con el presidente Barack Obama.

¿Cómo, entonces, Trump quiere que lo vean como una amenaza? Reinterpretando esas cualidades como falta de carácter.

Las muchas veces que, en sus 47 años en el Capitolio, cambió de opinión (en temas como la seguridad pública, los servicios de salud, el aborto) los exhibe como falta de convicciones.

Peor aun, Biden votó a favor de muchas de las leyes migratorias, ambientales y comerciales que, según Trump, evaporaban los empleos de sus conciudadanos. No sólo no hizo nada frente a China ("el país que más abusa de Estados Unidos"), sino que apoyó su ingreso a la Organización Mundial del Comercio (OMC). En la narrativa nacionalista del presidente, el candidato demócrata acaba siendo un traidor a los trabajadores, que cortejó y que votaron por él, y a la patria, acechada por el dragón oriental.

En su versión, la debilidad de carácter de Biden quedó nuevamente en evidencia al permitir que Bernie Sanders, derrotado por él en las primarias, participara de manera importante en la redacción de la plataforma del partido. Eso lo pone como prueba de que el exvicepresidente es un títere de los "socialistas", sin importar que sus propuestas estén alejadas de cualquier radicalismo.

Finalmente, ha aprovechado los titubeos de Biden frente a los actos violentos durante las protestas contra el desproporcionado uso de la fuerza policíaca contra los afroamericanos. Le achaca pasividad frente al vandalismo de estatuas y edificios públicos, saqueos e incendios; lo llega a calificar de cómplice. Crea así el espectro de que un triunfo demócrata llevaría la violencia a los suburbios.

No sabemos hasta dónde los votantes creerán todas esas exageraciones y mentiras, pero no cabe duda de que Trump busca centrar el debate en el negro futuro del país si él sale de la Casa Blanca, y no en los errores de los cuatro años en que ha vivido ahí.

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