Repensar

¿New Deal?

Fue una iniciativa que hoy difícilmente pudiera ser útil, porque trataba de resolver, hace nueve décadas, problemas completamente diferentes a los actuales.

Para superar la crisis económica que precipitó la pandemia del coronavirus Covid-19, en varios países se está hablando de volver a ensayar el New Deal. Fue una iniciativa que hoy difícilmente pudiera ser útil, porque trataba de resolver (hace nueve décadas) problemas completamente diferentes a los actuales.

Entre 1929 y 1933 la economía de Estados Unidos colapsó. Cayeron al mismo tiempo la producción manufacturera y agrícola, los salarios, el empleo, los precios y las utilidades. Los bancos estaban quebrados y se ejecutaban miles de hipotecas. Para enfrentarlo, el presidente Franklin D. Roosevelt propuso "un nuevo acuerdo".

Fue un lema que se volvió mito, alimentado por la propaganda política. Desde la época en que se desarrolló se han cuestionado sus resultados y efectos secundarios. Muchos afirman que en lugar de acelerar, retrasó la recuperación; que nunca disminuyó el desempleo, que provocó una nueva recesión (1937) y que el crecimiento realmente se restableció con la entrada a la Segunda Guerra Mundial. El mismo John Maynard desmintió que hubiera sido un plan 'keynesiano', pues el déficit nunca fue mayor del tres por ciento y el presidente le daba el avión cada vez que platicaban (lo cuentan ambos en sus respectivas memorias).

Fue un conjunto de leyes, decretos presidenciales y programas que no tuvieron un propósito único y consistente. Algunos se improvisaron sobre la marcha. Otros no funcionaron y se abandonaron rápidamente, para adoptar nuevos en sentido contrario. Tampoco son todos atribuibles al Ejecutivo, pues muchos surgieron del Congreso, dominado por una coalición conservadora. De hecho, no hubo uno sino dos New Deals, muy diferentes.

El primero (1933-34) fue fiscalmente conservador, encaminado a arreglar las variables macroeconómicas, transformar la política monetaria, reestructurar al sector financiero y apoyar a las grandes empresas industriales y agrícolas.

Reformas

Para combatir la deflación, el dólar se puso en flotación libre y el oro dejó de ser moneda de curso legal, fue válida para pagar deudas contractuales. Se prohibió su exportación y se ordenó que los que tuvieran cantidades significativas lo cambiaran a un precio fijo en dólares. El aumento de la oferta monetaria propició la reducción de los intereses y estimuló la inversión.

El presupuesto se dividió en uno 'normal' (que se mantuvo equilibrado recortando los salarios de los empleados públicos y las pensiones de los veteranos) y otro de 'emergencia', estrictamente vigilado por el Legislativo.

Los bancos, regulados en forma diferente en cada estado, fueron cayendo en la insolvencia. Eso frenó la actividad económica y provocó que los clientes retiraran sus depósitos, llevándolos a la bancarrota. Roosevelt cerró todos y los reabrió hasta que hubo una nueva ley que los ponía bajo la supervisión del Departamento del Tesoro y limitaba sus servicios financieros. Le concedió préstamos a los que eran viables y dejó que los chicos desaparecieran o se fusionaran. Para evitar que se repitiera el drama, creó el seguro de los depósitos (FDIC). Al final, los ahorradores sólo perdieron (en promedio) 15 por ciento de lo que tenían en sus cuentas.

Las hipotecas en problemas fueron compradas y refinanciadas, lo que permitió que se redujeran los precios de la vivienda y desaparecieran los tugurios.

Tampoco el sector bursátil estaba bien normado. Las empresas públicas no difundían sus reportes o los llenaban de datos arbitrariamente seleccionados o falsos. Se instituyó una agencia para fiscalizarlas (SEC) y se les obligó a publicar sus estados financieros, a declarar sus pérdidas y ganancias, así como los nombres de sus directivos y las compensaciones que recibían; todo ello, verificado por auditores independientes.

A fin de apoyar a la industria se controlaron los precios y salarios y se toleraron ciertas prácticas monopólicas, disfrazadas de "coordinación de esfuerzos". Al legalizar la producción y venta de bebidas alcohólicas se refaccionó con nuevos ingresos fiscales a los gobiernos estatales y locales.

Con la intención de mejorar los precios de los productos del campo se indujo una escasez artificial (sacrificando ganado, subsidiando tierras inactivas, dejando pudrir cosechas y poniendo impuestos a los alimentos).

Igualmente, se aseguraron la producción y la renta. Se instauraron los almuerzos escolares y los cupones de alimentos (que beneficiaban simultáneamente a los pobres rurales y urbanos).

En el sur empobrecido, la Autoridad del Valle de Tennessee construyó grandes presas para generar electricidad, controlar inundaciones y asegurar el riego.

Como se ve, nada que ver con lo de hoy.

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