Repensar

Externalidades

La pandemia que estamos sufriendo, y la crisis económica que origina, van a tener externalidades o consecuencias, positivas o negativas, que no calculamos.

Cuando producimos o consumimos lo hacemos con la vista puesta en una ventaja económica para nosotros mismos: ganar dinero o recibir un bien o servicio. Con ese propósito, inadvertidamente podemos causar a otras personas, o a la sociedad, costos o beneficios que no se transmiten a través de los precios o de los mecanismos de mercado. A eso, en economía, se le llama externalidad.

Por ejemplo, si horneo pasteles en mi cocina puedo regalar a mi vecino con un rico aroma o perjudicarlo, al bajar el voltaje eléctrico. Si cuido mi salud y me vacuno, le evitó un contagio. Si no la cuido y fumo todo el día, con el humo lo molesto y lo enfermo.

La pandemia que estamos sufriendo, y la crisis económica que origina, van a tener externalidades o consecuencias, positivas o negativas, que no calculamos. No sabemos si el virus rebrotará cada invierno o si aparecerán otros peores. Ignoramos cuándo y en qué condiciones saldremos de la recesión.

Para empezar, las personas, las empresas y los gobiernos se van a volver más previsores. Los individuos sabrán que hay que tener ahorros, porque ya no podrán esperar que el gobierno los salve. Estarán más motivados a contratar seguros, a pesar de que las primas serán más elevadas.

Las compañías deberán contar con planes de contingencia, diversificar sus proveedores y clientes, hacer redundantes sus procesos y mantener fondos de reserva.

Los patrones no quieren que el ausentismo repentino por enfermedad los obligue a contratar sustitutos o pagar tiempo extra para sostener sus niveles de producción. Estarán dispuestos a otorgar licencias con pago porque querrán evitar que un trabajador enfermo contagie a los demás. Cuidarán mejor la salud de sus empleados (mejorando las condiciones de higiene) pero buscarán depender menos de ellos. La automatización se acelerará para no perder competitividad. Esto significará menos empleos y más trabajos precarios, eventuales y sin prestaciones.

La economía colaborativa (Uber, Lyft, Rappi) será menos competitiva porque los 'socios' ya no aceptarán ser contratistas independientes y lucharán por ser empleados con prestaciones de ley.

El teletrabajo se expandirá, ampliando el tiempo libre, reduciendo los tiempos, gastos y molestias de transporte; permitiendo vivir lejos de las grandes aglomeraciones urbanas, donde el aire es limpio y la vivienda amplia y barata.

Más cambios

Los sectores en los que hay contacto físico con sus clientes (odontólogos o peinadores) o cuya rentabilidad depende de reunir muchedumbres (deporte y espectáculos), usar poco espacio (call centers, cárceles) o transportar a muchos para tener menos gasto de combustible (aviones jumbo y cruceros) van a tener que repensarse por completo, por el miedo a las infecciones masivas y a las cuarentenas involuntarias.

Las compras en línea superarán a las que se hacen en piso. Los grandes centros comerciales desaparecerán rápidamente o se convertirán en complejos de diversión.

Los servicios médicos (y los funerarios) tendrán un boom. La telemedicina avanzará rápidamente y la educación a distancia será tomada en serio.

Las instituciones públicas redibujarán sus escenarios y planearán pensando en los peores. Estarán, ahora sí, convencidos de que hay que impulsar la investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación. La regulación de varias industrias (como la sanitaria o la farmacéutica) va a cambiar.

La seguridad social, ya maltrecha, necesariamente va a transformarse. Los seguros de desempleo ya no son sostenibles ni útiles; los de enfermedad habrán de encontrar fórmulas para cubrir a los informales y para que autoaislarse, por tener síntomas o por haber estado expuesto (por viajar en el mismo autobús, por ejemplo), no sea un lujo para los trabajadores ni una carga para los empleadores.

El sistema de salud, evidentemente superado, se verá obligado a encontrar medios de financiamiento que permitan expandirlo y modernizarlo; así como formas de organización que permitan absorber influjos masivos de pacientes y conservar su capacidad de respuesta. Será indiscutible que los servicios de salud han de ser universales y aun así requerirán el apoyo del mercado y de las instituciones de beneficencia.

Los problemas migratorios se complicarán. Los populistas tendrán nuevos pretextos para cerrar las fronteras y exacerbar la xenofobia. La privacidad, la movilidad y otros derechos se verán amenazados.

En suma, la pandemia nos ha puesto a prueba y nos ha mostrado errores e insuficiencias. Nos obligará a cambiar muchas cosas y a revalorar la cohesión social. A final de cuentas.

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