Repensar

Estrenando década

La Unión Americana entra a una nueva década con avances tecnológicos que prometen el retorno a la prosperidad.

Hace cien años los americanos empezaban la nueva década con optimismo. Habían salido victoriosos de la Primera Guerra Mundial y se confirmaban como primera potencia económica. Por fin podían volver a convivir sin miedo después de haber estado 18 meses encerrados por la pandemia de la gripa española. Surgían tecnologías asombrosas y contaban con empleos que les daban poder adquisitivo. Nuevos instrumentos bursátiles permitieron a muchos entrar al mercado de valores y hacer fortunas.

En esos diez años el país pasó a ser mayoritariamente urbano y se duplicaron las casas con drenaje, electricidad y teléfono. Las ciudades se llenaron de tiendas de departamentos y edificios de oficinas estilo Art Deco. Se levantaron rascacielos y se desarrollaron los suburbios.

La fabricación en serie y el acceso al crédito popularizaron los automóviles y dieron impulso a la producción de gasolina, acero, vidrio, pintura y caucho. Se extendieron y mejoraron las carreteras; brotaron por todos lados agencias de venta de coches, talleres y gasolinerías. Los viajes se volvieron más rápidos, cómodos y seguros; prosperaron las agencias de viaje, las compañías de autobuses, los hoteles y los centros de convenciones.

La producción masiva, el transporte barato, las cadenas de tiendas, la publicidad, las compras a plazos y las ventas por catálogo hicieron posible adquirir el mismo producto en cualquier parte del país.

Creció el consumo de mercancías, pero también el de entretenimiento, dando lugar a la construcción de grandes estadios, cabarets, salones de baile y cines. La afición al beisbol creció e hizo famosos a jugadores como Grover Cleveland, Cy Young y Ty Cobb. Todos escuchaban a Louis Armstrong en la radio o en el tocadiscos. Los fines de semana iban a bailar charleston, la variedad sureña del foxtrot. Las vanguardias creativas renovaban las expresiones artísticas.

La fabricación, importación y venta de cerveza, vinos y licores estaban prohibidas, pero proliferaban los bares y tabernas ilegales.

En las películas, todavía mudas y sin color, brillaban idolatrados galanes y divas, como Buster Keaton, Douglas Fairbanks, Rodolfo Valentino, Mae West, Gloria Swanson y Mary Pickford. También Charles Chaplin, Popeye, Mickey Mouse. El público veía dos y tres veces las grandes superproducciones de John Ford (El caballo de hierro) y Cecil B. DeMille (Los diez mandamientos, Rey de reyes).

Las mujeres consiguieron el derecho a votar y ampliaron su participación en el mercado laboral. Millones de ellas, trabajando como vendedoras, secretarias, archivistas o telefonistas, tuvieron por primera vez ingresos propios, eso les permitió adquirir refrigeradores, lavadoras y aspiradoras, que facilitaron las labores domésticas y les dieron tiempo libre. Pudieron comprar revistas femeninas, perfumes, cosméticos y ropa de moda e ir cada semana al salón de belleza. La moda ya no la dictaba la aristocracia sino las estrellas de Hollywood.

Los estruendosos y locos años veinte terminaron de repente, con el colapso de Wall Street y el comienzo de la Gran Depresión.

¿OTRA BURBUJA?

La Unión Americana entra a una nueva década con avances tecnológicos que prometen el retorno a la prosperidad. La inteligencia artificial, las máquinas que aprenden, la realidad virtual y aumentada, el internet de las cosas y las redes 5G nos abren oportunidades insospechadas.

La mayor parte de la electricidad se generará de fuentes renovables y habrá que renovar las redes de transmisión.

La maquinaria, automatizada y conectada a internet, generará trillones de gigabytes; las empresas gastarán más en software que en plantas y equipo. Se construirán gigantescos centros de cómputo en la nube.

En diez años casi todas las motocicletas, coches, autobuses y camiones serán eléctricos y autónomos. Requerirán autopistas inteligentes y estaciones de carga.

Las viviendas serán más amplias porque gran parte de la educación, el trabajo y el entretenimiento será en casa.

El país tiene capital acumulado, disponible a tasas cercanas a cero, para hacer todo eso posible, pero el déficit fiscal y la deuda tienen que ser atendidos. Se debe evitar el derroche y la complacencia. Urge modernizar la educación básica, sumamente descuidada. Es la base para que todos puedan incorporarse a la fuerza laboral y recibir ingresos dignos. De otra forma se seguirá devaluando el trabajo y habrá más desigualdad.

Al finalizar los veinte se estrenó una película de gran éxito en taquilla. Metrópolis (de Fritz Lang) fue un film futurista situado en 2026. Mostraba una sociedad dividida que se autodestruía. Ojalá se quede en ficción.

Estrenando década

Hace cien años los americanos empezaban la nueva década con optimismo. Habían salido victoriosos de la Primera Guerra Mundial y se confirmaban como primera potencia económica. Por fin podían volver a convivir sin miedo después de haber estado 18 meses encerrados por la pandemia de la gripa española. Surgían tecnologías asombrosas y contaban con empleos que les daban poder adquisitivo. Nuevos instrumentos bursátiles permitieron a muchos entrar al mercado de valores y hacer fortunas.

En esos diez años el país pasó a ser mayoritariamente urbano y se duplicaron las casas con drenaje, electricidad y teléfono. Las ciudades se llenaron de tiendas de departamentos y edificios de oficinas estilo Art Deco. Se levantaron rascacielos y se desarrollaron los suburbios.

La fabricación en serie y el acceso al crédito popularizaron los automóviles y dieron impulso a la producción de gasolina, acero, vidrio, pintura y caucho. Se extendieron y mejoraron las carreteras; brotaron por todos lados agencias de venta de coches, talleres y gasolinerías. Los viajes se volvieron más rápidos, cómodos y seguros; prosperaron las agencias de viaje, las compañías de autobuses, los hoteles y los centros de convenciones.

La producción masiva, el transporte barato, las cadenas de tiendas, la publicidad, las compras a plazos y las ventas por catálogo hicieron posible adquirir el mismo producto en cualquier parte del país.

Creció el consumo de mercancías, pero también el de entretenimiento, dando lugar a la construcción de grandes estadios, cabarets, salones de baile y cines. La afición al beisbol creció e hizo famosos a jugadores como Grover Cleveland, Cy Young y Ty Cobb. Todos escuchaban a Louis Armstrong en la radio o en el tocadiscos. Los fines de semana iban a bailar charleston, la variedad sureña del foxtrot. Las vanguardias creativas renovaban las expresiones artísticas.

La fabricación, importación y venta de cerveza, vinos y licores estaban prohibidas, pero proliferaban los bares y tabernas ilegales.

En las películas, todavía mudas y sin color, brillaban idolatrados galanes y divas, como Buster Keaton, Douglas Fairbanks, Rodolfo Valentino, Mae West, Gloria Swanson y Mary Pickford. También Charles Chaplin, Popeye, Mickey Mouse. El público veía dos y tres veces las grandes superproducciones de John Ford (El caballo de hierro) y Cecil B. DeMille (Los diez mandamientos, Rey de reyes).

Las mujeres consiguieron el derecho a votar y ampliaron su participación en el mercado laboral. Millones de ellas, trabajando como vendedoras, secretarias, archivistas o telefonistas, tuvieron por primera vez ingresos propios, eso les permitió adquirir refrigeradores, lavadoras y aspiradoras, que facilitaron las labores domésticas y les dieron tiempo libre. Pudieron comprar revistas femeninas, perfumes, cosméticos y ropa de moda e ir cada semana al salón de belleza. La moda ya no la dictaba la aristocracia sino las estrellas de Hollywood.

Los estruendosos y locos años veinte terminaron de repente, con el colapso de Wall Street y el comienzo de la Gran Depresión.

¿OTRA BURBUJA?

La Unión Americana entra a una nueva década con avances tecnológicos que prometen el retorno a la prosperidad. La inteligencia artificial, las máquinas que aprenden, la realidad virtual y aumentada, el internet de las cosas y las redes 5G nos abren oportunidades insospechadas.

La mayor parte de la electricidad se generará de fuentes renovables y habrá que renovar las redes de transmisión.

La maquinaria, automatizada y conectada a internet, generará trillones de gigabytes; las empresas gastarán más en software que en plantas y equipo. Se construirán gigantescos centros de cómputo en la nube.

En diez años casi todas las motocicletas, coches, autobuses y camiones serán eléctricos y autónomos. Requerirán autopistas inteligentes y estaciones de carga.

Las viviendas serán más amplias porque gran parte de la educación, el trabajo y el entretenimiento será en casa.

El país tiene capital acumulado, disponible a tasas cercanas a cero, para hacer todo eso posible, pero el déficit fiscal y la deuda tienen que ser atendidos. Se debe evitar el derroche y la complacencia. Urge modernizar la educación básica, sumamente descuidada. Es la base para que todos puedan incorporarse a la fuerza laboral y recibir ingresos dignos. De otra forma se seguirá devaluando el trabajo y habrá más desigualdad.

Al finalizar los veinte se estrenó una película de gran éxito en taquilla. Metrópolis (de Fritz Lang) fue un film futurista situado en 2026. Mostraba una sociedad dividida que se autodestruía. Ojalá se quede en ficción.

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