New York Times Syndicate

Telenovelas sudcoreanas, el amor prohibido en Corea del Norte

Tras quedar atrapado con la historia de “Aroma de un hombre”, Jang Se Yul, fue degradado en su trabajo como profesor, por lo que desertó y ahora dirige un grupo que envía telenovelas desde Corea del Sur, convencido de que se puede empoderar a la gente para que exija el fin del régimen autoritario.

SEUL, Corea del Sur. – Como profesor de matemáticas en Corea del Norte, Jang Se Yul pertenecía a una de las clases relativamente privilegiadas del país; podía sentarse en sitios especiales en los restaurantes y en los trenes atestados y, lo más importante en un país donde muchos pasan hambre, el gobierno le daba prioridad en las raciones de alimentos. Luego, lo arriesgó todo por una telenovela de Corea del Sur.

La tentación en este caso fue "Aroma de un hombre", un drama en 18 episodios sobre un amor prohibido entre un exconvicto y su hermanastra. Un estudiante de licenciatura le había ofrecido el montón de CD prohibidos que metieron de contrabando al Norte y, demasiado curioso para resistirse, Jang y otros cinco profesores se juntaron en una de las casas para verla completa hasta el amanecer.

Tuvieron cuidado de cerrar las cortinas para evitar ojos curiosos de los vecinos, que delatan las actividades sediciosas de sus conciudadanos. Sin embargo, los atraparon de todas formas y los degradaron a labores manuales en una planta de electricidad.






Jang dijo que lo más probable es que se hayan escapado de ir a la cárcel solo porque pagaron sobornos, pero, al enfrentar una vida de estigma social – y haber tenido una probadita de las comodidades de Corea del Sur en "Aroma de un hombre", decidió desertar. Ahora dirige un grupo de desertores que manda telenovelas y otro tipo de entretenimiento al Norte para tratar de empoderar a la gente para que exija el fin del régimen autoritario.

"Estoy seguro de que estas telenovelas tienen un impacto en los norcoreanos, y yo soy la prueba", dijo. "En el futuro, si se difunden, hasta pueden ayudar a fomentar movimientos antigubernamentales. Por eso es que las autoridades norcoreanas están tan desesperadas en evitar que se difundan".

TELENOVELAS, CABALLO DE TROYA CULTURAL


Los dramas decididamente populacheros – con títulos como: "Mala ama de casa" y "Pan de frijol rojo" – se han convertido, de hecho, en una especie de caballo de Troya cultural, metiendo a hurtadillas visiones del bullicioso Sur en el norte, estrechamente controlado y empobrecido, junto con su tanda de traiciones, episodios de amnesias inoportunas y, al menos una vez, una aventura amorosa con un extranjero.

El líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, ha emitido advertencias cada vez más incisivas a sus súbditos sobre los "elementos venenosos del capitalismo" que atraviesan la frontera de China con el Norte, tentando hasta a su elite comunista.

Los desertores dicen que se han ejercido medidas enérgicas en contra de los contrabandistas y que en el otoño, la inteligencia de Corea del Sur reportó haber escuchado que la difusión de las telenovelas había sacudido tanto a Kim que ordenó la ejecución de 10 funcionarios del Partido de los Trabajadores, acusados de sucumbir a la seducción de los programas, según legisladores a quienes se informó sobre el asunto en una audiencia parlamentaria.

Pocas personas fuera de Corea del Norte piensan que las aventuras televisivas de lujuria y mal de amores pudieran llevar al derrocamiento de la dinastía de la familia Kim, que ha sobrevivido décadas a pesar del aislamiento internacional y las sanciones. Sin embargo, la infiltración de los dramas hasta en los círculos elitistas, a pesar de la amenaza de la cárcel o peor, es un potente indicio de los desafíos que enfrenta Kim en un mundo globalizado. (Otro fue la rápida llegada de por lo menos algunas copias de contrabando de "The Interview", la comedia que Corea del Norte percibió como "un acto de guerra".)

TODO ES APROBADO POR KIM

Desde que llegó al poder en el 2011, Kim ha batallado para abrir al Norte justo lo suficiente para tener contentos a sus principales partidarios, llenándolos de bienes importados, mientras mantiene el control del país, donde intercomunicadores instalados por el gobierno en cada casa todavía son estrepitosos recordatorios de las clases de educación ideológica obligatorias.

Permitió que aproximadamente dos millones de personas, cerca de 10 por ciento de la población, poseyeran teléfonos celulares, pero se aseguró de que no pudieran hacer llamadas al extranjero. Y, a pesar de las medidas enérgicas, ha parecido que el país no está dispuesto, o es incapaz, de desmantelar totalmente las redes de contrabando que llevan no solo telenovelas, películas y videos de K pop prohibidos, sino, también, el muy necesario comercio.

Los desertores dicen que las telenovelas han tenido un impacto muy grande, no tanto por sus tramas, a menudo estrafalarias, como por la descripción de las comodidades de Corea del Sur – una contradicción directa con décadas de adoctrinamiento sobre la inferioridad del Sur y del capitalismo. Fueron esas imágines de riqueza, dijo Jeon Hyo Jin, lo que la inspiró a tomar la peligrosa decisión de huir en el 2013, a la edad de 18 años.

"Las cocinas con grifos de agua caliente y fría, gente que tiene citas en un café, coches que congestionan las calles, mujeres que usan ropa distinta cada día, a diferencia de nosotros que usábamos la misma chamarra acolchada, día tras día", contó Jeon, quien vive en Seúl. "Por medio de los dramas, aprendí cuán extraño era mi propio país, qué tan lleno de mentiras". El dinero motiva la mayor parte del comercio fronterizo, dijeron desertores, no la ideología, pero algunos de ellos y grupos pro democracia también ayudan a arreglar que entre el material de contrabando al Norte.

La afluencia de material de entretenimiento comenzó en los 1990, con las primeras fisuras reales en el casi inexpugnable bloqueo informativo de Norte. De cara a una devastadora hambruna, desesperadas autoridades norcoreanas empezaron a hacerse de la vista gorda ante la gente que cruzaba a China en busca de alimentos y otros bienes para vender.

Pronto, las videocintas, los CD y los DVD extranjeros, así como aparatos chinos baratos para reproducirlos, se convirtieron en artículos de grandes ventas en el mercado negro.

Al reconocer el peligro, Kim Jong Il, el padre de Kim, quien murió en el 2011, estableció equipos de operaciones tácticas que irrumpían en las casas tras haber cortado la electricidad para evitar que los espectadores sacaran los discos de los reproductores de DVD. Sin embargo, los desertores dicen que los proveedores han trabajado duro para frustrar los planes de los inspectores e importar reproductores de DVD a baterías, así como memorias USB que se pueden esconder fácilmente.

"Es un juego del gato y el ratón", señaló Chung Kwang Il, otro desertor, quien tiene un negocio de contrabando. "Hoy, me llaman para pedir telenovelas y videos musicales de K pop específicos para poder ganarle a la competencia en los mercados. Ya no es un flujo en una sola dirección".

Analistas y desertores por igual dicen que hay límites a qué tanto se puede lograr con el material de entretenimiento extranjero. Un estudio reciente del Instituto para la Paz y la Unificación de la Universidad Nacional de Seúl realizado entre 149 desertores mostró que más de ocho de cada 10 habían estado expuestos a películas o canciones sudcoreanas antes de huir del Norte. Sin embargo, la mayoría vivía en zonas aledañas a China, donde es más fácil que maniobren los contrabandistas, y no quedó claro qué tan ampliamente se difundió ese material.

No obstante, los desertores dicen que las telenovelas son una herramienta potente para exponer a los norcoreanos al mundo exterior después de años de resultados mixtos de la guerra psicológica oficial que incluyó transmisiones por radio de onda corta. Para algunos norcoreanos, el tirón emocional de las telenovelas fue suficiente para cambiarles la vida, para siempre.

Kim Seung Hee, de 24 años, es una. Vio su primer drama, "Escalera al cielo", por cortesía de soldados que le pidieron usar su casa para verla con seguridad, y se enganchó inmediatamente, atraída no solo hacia las libertades de Corea del Sur, sino también por la promesa del amor en una sociedad más abierta.

"Los sudcoreanos en las películas se portaban tan bien con las mujeres, a diferencia de los norcoreanos a quienes les gusta mandarnos", comentó. "Hizo que anhelara estar en Corea del Sur, soñar con conocer a hombres así".

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