New York Times Syndicate

En venta, espacio que antes ocupara un misil

El sitio en venta albergó a un misil Atlas-F, un arma balística intercontinental con una ojiva nuclear 100 veces más potente que la bomba atómica y que puede ser empleado como bunker para sobrevivir al fin del mundo. 

ROSWELL.-  Más allá de los límites del pueblo, donde la calle principal, con el museo de los OVNIS, cede el paso a una solitaria carretera que atraviesa un océano de terrenos cubiertos de maleza, sobresale la puerta verde que parece periscopio.

Jim Moore, un agente inmobiliario en este pueblo, vende, en su mayor parte, casas de rancho en barrios ordenados y tramos de terrenos no urbanizados en un lugar donde abunda eso. Sin embargo, por alguna razón, dijo, cuando sale a la venta alguna propiedad extraña, tiende a caerle a él. Y una mañana reciente, abandonó la carretera hacia un camino de grava que lleva derecho al ejemplo más reciente.

Un terreno de 10 hectáreas, a 32 kilómetros en coche del centro del pueblo, hay un tráiler desvencijado donde vivía el antiguo dueño y, luego, esa puerta verde, que se abre a una escalera que baja muy profundo en la tierra.


Ahí, los visitantes que no temen a los espacios cerrados encontrarán una maravilla de la arquitectura militar que ha provocado que no deje de sonar el teléfono de Moore con llamadas de todo Estados Unidos: un silo para misiles decomisado hace décadas.

Desde una perspectiva inmobiliaria, es una propiedad que necesita muchos arreglos, para expresarlo con moderación, y puede ser atractiva para una parte reducida e idiosincrática de posibles compradores.

En el punto máximo de la guerra fría, el sitio albergó a un misil Atlas-F, un arma balística intercontinental con una ojiva nuclear 100 veces más potente que la bomba atómica que se dejó caer sobre Nagasaki en la Segunda Guerra Mundial.

Después de unos cuantos años, el misil dejó de estar en servicio y lo que quedó detrás fue una guarida subterránea digna de un villano de James Bond, con 10 pisos de profundidad y capaz de soportar una explosión nuclear.

Al paso de los años, el sitio se ha deteriorado y muestra el daño del tiempo en el que estuvo abandonado, y se convirtió en sitio de reunión de adolescentes y una fuente de vándalos que hurgaban para llevarse la chatarra.

No obstante, en el anuncio de la propiedad -con precio de 295 mil dólares-, Moore la describió así: "con muchos usos potenciales.". Los posibles compradores concuerdan, y se han acercado a él con todo tipo de ideas ambiciosas: cultivadores de mariguana e hidropónicos que buscan una granja segura o el dueño de una compañía de almacenamiento de documentos que propuso convertir el silo en un archivo cilíndrico, empezando desde el fondo hacia arriba.

Y ha habido bastantes de los que llama "tipos del apocalipsis", que buscan un búnker prácticamente impenetrable para cuando se enrarezcan las cosas en la superficie.

"He recibido muchas llamadas, muchas promesas", dijo Moore, de 67 años, y notó que más de media docena de personas han expresado un interés serio pero no han concretado ningún trato. "Les encantaría tenerlo, pero pareciera que no tienen el dinero".

Roswell, un pueblo de 48 mil habitantes, tiene fama que se extiende mucho más allá del sureste de Nuevo México, conocido por los extraterrestres que el gobierno insiste en que no aterrizaron aquí, pero que, no obstante, se apoderaron del sitio, poblaron los estantes de las tiendas del centro del pueblo y los letreros de los establecimientos de comida rápida.

Fueron el aislamiento del pueblo – los lugareños dicen que son unos buenos 320 kilómetros en coche para llegar a casi cualquier otra parte – y su proximidad a la vieja base de la Fuerza Aérea, cerrada en 1967, lo que atrajo al Ejército para construir una docena de sitios para misiles, incluido éste, que rodean a Roswell.

En total, se construyeron 72 sitios para misiles Atlas-F, dispersos, en su mayor parte, en locaciones remotas por todo el país, cercanos a bases de la Fuerza Aérea que podían darles tropas.

El Ejército diseñó los misiles y los búnkeres que los albergaron con la mayor urgencia, trabajando en un momento en el que la preocupación por la seguridad nacional era tan grave que bordeaba en el pánico, dijo Gretchen Heefner, una profesora de historia en la Universidad del Noreste, en Boston, y autora del libro "The Missile Next Door".
"No tenían duda alguna que esto iba en serio", dijo. "De esto iba a depender la guerra fría".

Con puertas que pesan miles de kilogramos, y paredes de concreto y metal de un grosor de metros, los silos construidos para albergar a estos mísiles no iban a desaparecer.

"En realidad, estas estructuras, la forma en la que se construyeron, durarán bastante más de mil años", dijo Larry Hall, un constructor que ha trabajado en los sitios, al compararlos con castillos europeos fortificados.

En los años posteriores al decomiso de los sitios y su venta a particulares, muchos cayeron en el abandono y algunos se llenaron de agua. No obstante, cierto grupo los codiciaba porque quería prepararse para cualquier desastre que pudiera ocurrir.

"Si los ingenieros los diseñaron para soportar un ataque nuclear, hay protección contra huracanes, tornados o radiación", dijo Hall. "Es el atractivo de la talla única".

Hall transformó un silo en Kansas en lujosos "condominios de sobrevivencia", con alberca y spa, teatro, campo de tiro, muro para escalar, parque para perros y cinco fuentes distintas de energía.

Asimismo, hay alimentos hidropónicos a la mano, cerraduras biométricas y un centro para cirugías menores en caso de que los habitantes necesiten sobrevivir a un apocalipsis, pues el sitio está diseñado para sostener a 70 personas durante por lo menos cinco años.

Ya vendió las 12 unidades en su primer proyecto, mismas que son de 167 metros cuadrados con un precio desde 3 millones de dólares. Ya vendió casi la mitad de un segundo proyecto, contó. "Es un refugio seguro en la tormenta", notó. "Si no la necesito, mis hijos podrían necesitarla".

Moore encontró un comprador para Roswell, y se cerrará la transacción este mes. No pudo revelar la identidad del comprador, pero sí comentó que la oferta fue cercana al precio de inicio.

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El sitio ha pasado por varios dueños desde su desactivación en 1965, y Moore describió al más reciente, quien murió el año pasado, como "el típico Einstein", un hombre brillante pero excéntrico, diseñador de antenas de microondas que adquirió el silo en los 1990 con la idea de convertirlo en una casa.

Vivió durante años en el tráiler estacionado en la superficie y solo avanzó en restaurar el cableado eléctrico e iniciar la instalación del sistema séptico antes de enfermar y mudarse a una casa de reposo. 

Todavía hay bastante trabajo por hacer: un contenedor de combustible se volcó llenando el silo de vapores sofocantes. Ya no queda nada que pudiera arrancarse y llevarse que tuviera algún valor. Los pisos están cubiertos de escombros y las paredes están llenas de jeroglíficos de la guerra fría con los que se declaran amores jóvenes, advertencias de "asaltos nucleares" y se ofrece prueba de que, sí, Frank estuvo aquí.
Esos problemas, dijo Moore, son, en su mayor parte, estéticos. La infraestructura del silo sigue tan recia como hace medio siglo. "No ves ni una sola cuarteadura en ninguna parte", expresó.

Seguro, su trabajo puede ser repicar las virtudes del sitio. Sin embargo, confesó que no comparte la fascinación de todas las personas que lo han llamado en las últimas semanas. El no es del tipo supervivencialista, dijo. Y estar atrapado bajo tierra, en la oscuridad, clasifica como su peor pesadilla.

Cuando llegue el apocalipsis del que ha estado oyendo hablar tanto, comentó Moore, mientras sube las escaleras y sale del búnker, va a hacer exactamente lo que está haciendo ahora: dirigirse ansiosamente hacia la luz.

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