New York Times Syndicate

Museos del mundo requieren obras contra las masas

Los principales museos del mundo atraen a millones de personas y cada año las cifras parecen crecer más, lo que ha obligado a las autoridades de los recintos a buscar opciones para controlar a tanta gente y preservar las obras.

PARIS. Los principales museos del mundo atraen a millones de personas y cada año las cifras parecen crecer más, lo que ha obligado a las autoridades de los recintos a buscar opciones para controlar a tanta gente y preservar las obras.

Una nublada tarde de julio, la fila para entrar en el Louvre se extendía alrededor de la pirámide de acceso, por un largo patio y hasta el siguiente.

Dentro, una multitud estaba frente a la Mona Lisa, la mayoría tomaba fotografías con sus celulares. Cerca de la Victoria alada de Samotracia estaba Jean Michel Borda, un visitante de Madrid, quien había hecho una pausa en medio de la multitud. "Es como estar en el metro muy temprano por la mañana", señaló.


Es el punto máximo del verano y millones de turistas acuden al Louvre –el recinto de arte con mayor movimiento en el mundo, el cual tuvo 9.3 millones de visitantes el año pasado– y a los otros grandes museos de toda Europa.

Cada año, aumentan los números, a medida que emerge una nueva clase media, en especial en Asia y Europa Oriental. El verano pasado, hubo asistencia récord en el Museo Británico y, en todo 2013, fueron 6.7 millones los visitantes, con lo cual se convirtió en el segundo más visitado del mundo, de acuerdo con The Art Newspaper. La asistencia al Uffizi en Florencia, registró un incremento de casi cinco por ciento en la primera mitad del año en curso, respecto del año anterior.

Ver obras maestras puede ser un rito de iniciación para alimentar al alma, pero la asistencia en aumento ha convertido a muchas galerías en espacios abarrotados que parecen saunas, lo que ha obligado a las instituciones a debatir sobre cómo equilibrar la accesibilidad con la preservación del arte.

En los últimos años, las instituciones han explorado diversas estrategias para manejar a las multitudes, por ejemplo ofrecer boletos por cita o ampliar su horario, además para proteger las obras de arte, algunos colocan nuevos sistemas de aire acondicionado. No obstante, diversos críticos consideran que no están haciendo lo suficiente.

El año pasado, los museos del Vaticano tuvieron una asistencia récord de 5.5 millones de visitantes. Este año, gracias a la popularidad del papa Francisco, los funcionarios esperan que la cantidad aumente a seis millones.

El Vaticano está instalando un nuevo sistema para el control del clima en la Capilla Sixtina, a fin de ayudar a ahorrarle a los frescos de Miguel Ángel la humedad que se genera con la presencia de dos mil personas que llenan el espacio, hace muy poco, hubo unas 22 mil al día.

En una entrevista por vía telefónica, Antonio Paolucci, el director de los museos del Vaticano, dijo que su institución estaba en un aprieto: para salvaguardar los frescos, no se debería permitir que se incremente la asistencia, dijo, pero "la Capilla Sixtina tiene un valor simbólico y religioso para los católicos, y no podemos establecer un límite".

En el Hermitage, el cual tuvo 3.1 millones de visitantes el año pasado, el único límite en el número de visitantes es "la limitación física del espacio en sí mismo o la cantidad de ganchos en el guardarropa en el invierno", comentó Nina V. Silanteva, la jefa del departamento de servicios al visitante. Silanteva añadió que el objetivo es hacer que el recinto sea accesible a tantas personas como sea posible, pero reconoció que las multitudes plantean problemas.

"Semejante cantidad de espectadores al mismo tiempo no es algo bueno para las obras de arte y puede ser incómodo y abrumador para quienes llegan a verlas", notó. "Por suerte, nada malo ha pasado y Dios nos ha salvado de cualquier percance".

Pero los percances sí ocurren, a veces. A causa de las multitudes, en el Museo Británico ya van varias veces en los últimos años que se le caen los dedos a la Venus de Townley, una estatua romana que tiene un brazo extendido.

Patricia Rucidlo, una guía de Context Travel en Florencia, dijo que visitar la Accademia, famosa por dar cobijo al David de Miguel Ángel, se ha convertido en "una pesadilla" este año porque ahora ya se permite que los visitantes tomen fotografías.

"La gente se mueve en manada para ver las pinturas, se pisan unas a otras para llegar hasta ellas, se empujan, dan empellones, toman fotografías y avanzan con rapidez sin contemplar las pinturas", escribió en un correo electrónico.

Las filas afuera del Uffizi en Florencia, al cual asistieron 1.9 millones de visitantes el año pasado, tienen fama por su longitud, y el patio está lleno de personas que se ponen a revender boletos por cita. La institución señala que limita el número de visitantes a 980 a la vez a fin de acatar los códigos de incendios.

Sin embargo, a principios de este año, parte del personal advirtió que el museo había permitido la entrada de muchísimas más personas que las autorizadas, con lo cual puso en riesgo a las obras de arte.

Tomaso Montanari, un historiador del arte en Florencia y profesor en la Universidad Federico II en Nápoles, ha sido crítico con las autoridades del museo por atiborrarlo. "Parece un invernadero tropical; no puedes respirar", dijo en una entrevista por teléfono. "Si un cine tiene 100 lugares, no puedes dejar que entren 300 personas. Si hay un incendio, hay una tragedia".

Marco Ferri, un portavoz del museo Uffizi, señaló que se han renovado la galería desde 2006, pero que algunos salones todavía no se han actualizado con control del clima. "En los próximos dos años, todo estará ya modernizado", comentó.

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Louvre, Uffizi, Vaticano, Rijksmuseum en Amsterdam y Prado en Madrid tienen a la venta boletos por cita, lo que permite que el visitante no haga fila. Hasta los museos que no cobran la entrada a sus colecciones permanentes, como el Museo Británico y la Galería Nacional en Londres, tienen exposiciones especiales para las que sí se tiene que pagar. Durante la exposición sobre Leonardo da Vinci, que tuvo mucho éxito en la Galería Nacional en 2011, se estaban revendiendo los boletos de 18 euros hasta en 300 en sitios web.


Si bien la mayoría de los museos cierran un día a la semana, en 2012, el Prado cambió a un horario de siete días y lo amplió hasta las 8 de la noche. A eso le siguió el rediseño del arquitecto Rafael Moneo, con el cual se mejoró la circulación y se facilitó ver las obras maestras de Velázquez y Goya.

En cada museo, las personas sí encuentran las formas de eludir las filas, como ir al Louvre los miércoles y viernes por la noche, cuando está abierto hasta las 9:45 PM; encontrar los accesos de menor movimiento, o, incluso, pagar una membresía anual por la cual se tiene acceso prioritario.

En el otoño, el Louvre estuvo cerrado un día después de que los guardias se fueron a huelga para protestar por pandilla de carteristas cada vez más agresivas. Desde entonces, se ha incrementado la seguridad y cayó el número de incidentes de robo en 75 por ciento, notó una portavoz del museo.

Parado en una larga fila junto a la pirámide de acceso, hecha por I.M. Pei, Manu Srivastan, de 46 años de edad, proveniente de Yabalpur, India, dijo que había llegado con su esposa, su padre y sus hijas. Habían estado esperando cerca de 45 minutos y todavía les faltaban otros 15 más, pero no les importaba.

"Es una maravillosa experiencia de aprendizaje", dijo sobre el Louvre. "Siempre te quedas queriendo más".

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