New York Times Syndicate

Mientras Escocia sopesa su independencia, Gales observa

Para los nacionalistas galeses, el referendo de Escocia por su independencia acelerará proyectos para mayor autonomía en su propia tierra.

CAERNARFON, Gales – Twm Morys estaba hirviendo zanahorias para sus hijos cuando momentáneamente se detuvo para recitar un cántico de batalla del siglo XV en galés. Siguiendo el ritmo de las consonantes guturales con un bastón sobre el piso de su cocina hasta que resonaron en todos los rincones de su casa, Morys, un poeta bien conocido, dijo que era hora de poner "algo de fuego en el vientre" de su pueblo.

No es el único. En las antiguas montañas que destacan sobre esta localidad costera en el norte de Gales, donde ocho de cada 10 personas hablan en el idioma celta nativo, y muchos llevan nombres que sus conciudadanos británicos no se atreverían a pronunciar, los nacionalistas galeses tienen la mirada firmemente puesta en la independencia, la independencia escocesa.

A pocos días de que Escocia celebre un referendo sobre si abandonar a Gran Bretaña, Gales está observando con una mezcla de envidia, entusiasmo e inquietud.


"Si Escocia vota sí, el genio saldrá de la botella", dijo Leanne Wood, lideresa del partido nacionalista de Gales Plaid Cymru. Sólo uno de cada 10 votantes galeses apoya la independencia, comparado con cuatro de cada 10 en Escocia, pero Wood piensa que eso pudiera cambiar. "Las placas tectónicas del Reino Unido se están moviendo", dijo.

Los temblores del debate escocés ya pueden sentirse en toda Gran Bretaña. Sin importar lo que suceda el 18 de septiembre, las crecientes demandas de más autonomía regional reformarán al país. En Irlanda del Norte, los nacionalistas divisan la oportunidad de revivir los dueños de una Irlanda unida. Conrwall obtuvo recientemente un estatus de minoría para sus habitantes celtas. Incluso el largo tiempo descuidado norte de Inglaterra ha elevado el volumen, cuestionando una cada vez mayor concentración de la riqueza en Londres y el sureste.

Pero en Gales, quizá más que en cualquier otra parte, los nacionalistas han hecho propia la apuesta independentista escocesa con la esperanza de que agite las pasiones localmente; si no para la independencia plena, al menos para más autonomía.

Wood, quien alguna vez fue expulsada de un debate legislativo por referirse a la Reina Isabel II como "la señora Windsor", ha estado en Escocia dos veces para apoyar la campaña por el Sí y planea ir de nuevo. El actor galés de Hollywood Rhys Ifans se ha unido a la campaña #goforitScotland (#veporellaEscocia). Y Adam Price, un emprendedor y prominente pensador pro-independentista, ha estado haciendo campaña en Escocia desde una casa rodante estilo galés. "En caravana por la independencia", le llama.

Otros, como Morys, se reunirán en la capital de Gales, Cardiff, una semana antes del referendo para una serie de actuaciones para "encender algo de entusiasmo galés", bastón en mano.
Gales y Escocia tienen mucho en común; no menos una infalible lealtad por cualquier equipo deportivo que juegue contra Inglaterra, su otrora poderoso y aun dominante vecino.

Desde que Margaret Thatcher, la primera ministra conservadora, cerró sus industrias pesadas, los votantes escoceses y galeses han emitido su voto por la izquierda. Existe, dijo Peter Florence, director del festival literario Hay de Gales, una sensación compartida de no estar representados en Westminster.

Pero Gales es más pequeño y más pobre que Escocia. No tiene petróleo que compense los subsidios procedentes de Londres que actualmente sostienen sus servicios públicos. "Estamos cien años retrasados", se lamentó Florence, refiriéndose a la riqueza carbonífera galesa que alguna vez alimentó a la revolución industrial de Gran Bretaña. Si él fuera escocés, votaría por la independencia, dijo. "Pero nosotros simplemente no podemos permitírnoslo".

Gerald Holtham, uno de los economistas más prominentes de Gales, ha hecho las cuentas: el gasto gubernamental total para Gales es de 30 mil millones de libras esterlinas (unos 50 mil millones de dólares) al año, y los ingresos fiscales ascienden a 17 mil millones de libras.

"Estamos hablando de un déficit de una cuarta parte del tamaño de la economía", dijo. Los nacionalistas responden que Gales puede escapar de la pobreza sólo si se hace cargo de su propio destino.

"Ninguna nación ha gobernado bien jamás a otra", dijo Price, un exlegislador que estableció una compañía de tecnología en Gales. "Somos pobres porque no somos independientes, en vez de al revés".

Pero incluso él admitió que no ha llegado el momento para Gales. Primero, dijo, "tenemos que aprender a ser una nación de nuevo".

A diferencia de Escocia, cuyo Parlamento votó para unirse a Inglaterra hace tres siglos, Gales fue conquistado en 1282. Los escoceses mantuvieron su propio sistema legal, escuelas, universidades, iglesia y, con todo ello, una fuente identidad cívica distinta de la de Inglaterra. Las instituciones galesas fueron engullidas enteras; el dragón galés, que aletea orgullosa y ubicuamente en la calle principal de Caernarfon, no aparece en la bandera del Reino Unido.

"Fuimos la primera colonia de Inglaterra", dijo Eirian James, dueña de Palas Print, una librería local con libros principalmente en idioma galés. Cada vez que visita a sus familiares en el sur de Gales, tiene que tomar un tren a través de Inglaterra. Hasta ahora, la mayoría de los enlaces de transporte corren de oeste a este, hacia Inglaterra, en vez de a lo largo del eje norte-sur de Gales.

El consejo turístico promueve orgullosamente el hecho de que hay más castillos por cada 100 hectáreas en Gales que en cualquier otra parte, pero para los residentes locales, esos castillos son otro recordatorio de la ocupación inicial.

El Castillo de Caernarfon, calle arriba desde Palas Print, fue construido por Eduardo I de Inglaterra quien asesinó a Llewellyn, el último príncipe de Gales nativo, y declaró a su propio primogénito Príncipe de Gales. Esa tradición aún irrita a algunas personas galesas. Cuando el Príncipe Carlos fue investido en el Castillo de Caernarfon en 1969, militantes trataron de hacer volar su tren. El poeta local Gerallt Lloyd Owen registró ambos eventos en poemas populares. Murió este verano, y las donaciones hechas en su memoria se destinaron a la campaña del Sí en Escocia.

La poesía quizá no sea el arma política preferida en otras partes, pero en Gales, sede del Eisteddfod, una especie de olimpiada cultural cuya historia se remonta a 1176, las quejas nacionales a menudo encuentran su expresión en verso. Como dijo Jerry Hunter, profesor de la Universidad de Bangor: "¿Dónde más ha visto a miles de personas atestando un pabellón para ver los resultados de un concurso de poesía?".

Cuando la aldea de habla galesa Capel Celyn fue inundada en 1965 para crear una represa para Liverpool, Inglaterra, pese a la oposición unánime de los legisladores galeses, se originaron canciones y arte en grafiti y Plaid Cymru recibió su primer impulso importante.

Frenar la declinación en el idioma galés – poco menos de cada cinco galeses habla Cymraeg – es el mayor triunfo del nacionalismo galés, pero también es una desventaja, pues ha dividido a un país de tres millones entre quienes lo hablan, principalmente en el norte y oeste rural, y aquellos que no en el sur y este más urbanos, reduciendo a Plaid Cymru ante los ojos de muchos a un mero grupo que cabildea por el idioma.

Muchos aún se quejan de una camarilla que habla galés – los Taffia, por el río galés Taff – que tienen los mejores empleos, más influencia y un mayor reclamo de la identidad galesa. Pero la hostilidad hacia el idioma se ha ido desvaneciendo, y el ansia galesa de más autonomía ha crecido; con un poco de ayuda de Escocia.

En un referendo en 1979, ocho de cada 10 votantes galeses se opusieron a cualquier tipo de autonomía respecto de Londres. Pero en 1997, después de que Escocia votó para tener su propio Parlamento, la mayoría más diminuta de los votantes galeses siguió el ejemplo y aprobó la creación de una más modesta asamblea galesa. Para 2011, dos de cada tres de esos votantes quería extender los poderes legislativos de la asamblea.

"Esa es una oscilación mayor en la opinión pública en 30 años que en Escocia", dijo Richard Wyn Jones de la Universidad de Cardiff.

Algunos apuestan a que un voto por el Sí en Escocia acelerará ese proceso. Otros dicen que un triunfo del no por estrecho margen sería un mejor resultado para los galeses. Alguna vez blanco de burlas en los círculos de Whitehall como "la hermana más pequeña y más fea" de Escocia, Gales podría tener más influencia con un aliado escocés dentro de la unión.

Pero Jones dice que Gales terminará con más autónoma sin importar lo que suceda en Escocia.
"La independencia quizá parezca improbable ahora", dijo. "Pero ¿quién en 1979 habría osado imaginar a un Gales entregado a observar cómo Escocia prepara un referendo de independencia?".

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