New York Times Syndicate

Groenlandia se está derritiendo

Groenlandia, uno de los trozos de hielo más grandes y que más rápidamente se derriten en la Tierra, elevará los niveles del mar en las próximas décadas. Un grupo de científicos buscan descifrar a qué ritmo ocurre.

SOBRE LA CAPA GLACIAR DE GROENLANDIA .- El sol de medianoche todavía destellaba a la una de la mañana en toda la brillante extensión de la capa glaciar de Groenlandia. Brandon Overstreet, un candidato a doctor en hidrología en la Universidad de Wyoming, se abrió pasó con su pico por el congelado paisaje, sujetó su arnés de escalar a un ancla en el hielo y trepó hacia el borde de un río que corría con fuerza hacia un enorme sumidero.

Si caía en él, "la tasa de mortalidad es del 100 por ciento", dijo el amigo de Overstreet y su compañero de investigación, Lincoln Pitcher.

Pero la tarea de Overstreet, recolectar datos vitales del río, es esencial para comprender uno de los impactos más relevantes del calentamiento global. Los datos científicos que él y un equipo de otros seis investigadores recolectan aquí pudieran producir información trascendental sobre el ritmo al cual el derretimiento de la capa glaciar de Groenlandia, uno de los trozos de hielo más grandes y que más rápidamente se derriten en la Tierra, elevará los niveles del mar en las próximas décadas. El derretimiento total de la capa glaciar de Groenlandia pudiera incrementar los niveles del mar en unos seis metros.

"Los científicos amamos sentarnos ante nuestras computadoras y usar modelos climáticos para hacer esas predicciones", comentó Laurence C. Smith, jefe del departamento de geografía en la Universidad de California en Los Ángeles, y líder del equipo que trabajó en Groenlandia este verano.

Pero conocer realmente lo que está sucediendo, ese tipo de comprensión solo puede alcanzarse a través de las mediciones empíricas en el campo


Durante años, los científicos han estudiado el impacto del calentamiento del planeta sobre las capas glaciares de Groenlandia y la región Antártica. Pero, aun cuando los investigadores tienen imágenes satelitales para rastrear los icebergs que se desprenden, y han creado modelos para simular el derretimiento, tienen poca información in situ y, por tanto, tienen problemas para predecir con precisión cuán rápidamente se elevarán los niveles del mar.

Este verano en Groenlandia, los científicos establecieron un campamento en el hielo, donde esperaban capturar las primeras mediciones amplias del ritmo del derretimiento. Su investigación pudiera producir información valiosa que ayude a los científicos a determinar cuán rápidamente se elevarán los niveles del mar en el siglo XXI y, por tanto, cuántas personas en las áreas costeras desde Nueva York hasta Bangladesh tuvieran que hacer planes para enfrenta el cambio.

Cada año, el gobierno federal de Estados Unidos gasta alrededor de mil millones de dólares en apoyar a la investigación en el Ártico y el Antártico realizada por miles de científicos como Smith y su equipo. Funcionarios de las agencias que reciben ese dinero del Congreso, incluidos los directores de la Fundación Nacional de las Ciencias, la NASA y la Agencia Nacional Oceánica y Atmosférica, dicen que la investigación es esencial para comprender los cambios que afectarán a la población y las economías del mundo durante más de un siglo.

Pero la investigación está bajo crecientes ataques por parte de algunos líderes republicanos en el Congreso, quienes niegan o cuestionan el consenso científico de que las actividades humanas contribuyen al cambio climático.

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Cualquier recorte pudiera afectar directamente al trabajo de Smith y su equipo, quienes son apoyados por una subvención de 778 mil dólares en tres años de la NASA, la cual debe cubrir de todo, incluidos los salarios de los investigadores, los vuelos, la alimentación, las computadoras, los instrumentos científicos y el equipo para acampar, de seguridad y de protección en climas extremadamente fríos. Todos los científicos, dijo Smith, están muy conscientes de que la investigación cuesta "una cantidad enorme de dinero de los contribuyentes".

En julio, el grupo de Smith llegó a Kangerlussuaq, Groenlandia, un polvoriento puesto de avanzada de 512 habitantes en la costa sudoccidental de la isla, que sirve como base para que los investigadores se preparen para el trabajo de campo en la capa glaciar.

Los científicos estaban emocionados pero ansiosos mientras se preparaban para viajar tierra adentro en un helicóptero para realizar el trabajo de campo que es el meollo de su investigación: durante 72 horas, cada hora, estarían observando una vertiente interior supra glaciar, tomando mediciones _ velocidad, volumen, temperatura y profundidad _ desde la helada orilla del torrente.

"Nadie ha recolectado nunca un conjunto de datos como estos", dijo al grupo Asa Reenermalm, profesora de geografía en el Instituto Climatológico de la Universidad de Rutgers que estaba dirigiendo el proyecto con Smith, durante un almuerzo de hamburguesas de buey almizclero en la cafetería del aeropuerto de Kangerlussuaq.

Tomar cada medición sería tan difícil y peligroso que se requerirían dos científicos a la vez, afirmó. Tendrían que planear una agenda de horas de sueño para asegurarse de que un grupo estuviera siempre despierto para realizar la labor. Todos sabían que el equipo estaría trabajando río arriba de la vorágine; el sumidero que se tragaría a cualquiera que cayera en sus profundidades en la capa de hielo.

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La mañana antes de partir, el grupo se reunió en un hangar para empacar equipo y provisiones. No menos importantes, empacaron un par de drones aéreos de cuatro kilos y medio de peso, para mapear las heladas vías fluviales.

Cada artículo era pesado y vuelto a pesar ya que el helicóptero no podía transportar más de 360 kilos y tendría que hacer varios viajes. La subvención de Smith cubría 10 horas de tiempo de vuelo, incluyendo los honorarios del piloto, a un costo de unos 5 mil dólares por hora.

El helicóptero despegó con el equipo del grupo colgando de un cabestrillo de red. Los científicos miraron la superficie al parecer interminable de hielo debajo de la aeronave, que se extendía en todas direcciones, entrecruzada por ríos y lagos color aguamarina. Después de un vuelo de 40 minutos, el piloto hizo rebotar cuidadosamente el helicóptero en el hielo, para asegurarse de que fuera lo suficientemente firme para aterrizar.

Al descender, los científicos fueron golpeados por el frío del verano de Groenlandia -la temperatura osciló entre los menos tres grados centígrados bajo cero a los cuatro grados sobre cero mientras estuvieron ahí-, un viento constante y el brillo del sol.

El grupo se puso de inmediato a trabajar. El piloto del helicóptero llevó a dos de los colegas de Overstreet, Pitcher y Matthew Cooper, al otro lado del río de 18 metros de ancho. En la ribera opuesta, taladraron en el hielo, fijaron un ancla y se engancharon a ella para estar seguros. Sujetaron una cuerda de nylon al ancla, con el resto del cordel enrollado dentro de una pesada mochila.

Ahora venía la parte crucial: los hombres tomaron turnos lanzando la mochila al otro lado del río, pero repetidamente caía en el agua. Después de una ansiosa media hora, Cooper finalmente logró hacer cruzar la cuerda. Overstreet la atrapó y empezó a montar el sistema de cuerdas y poleas que había estado probando por tanto tiempo.

Corriente arriba, Smith lanzó lo que parecían tres pequeños salvavidas redondos al río. Con un costo de 3 mil dólares cada uno, estaban equipados con computadoras a prueba de agua, GPS y tecnología de sonar de profundidad, todo para recuperar información sobre la elevación, velocidad, profundidad y más datos del río. Pero los equipos estaban en misiones kamikaze. Después de transmitir las mediciones, serían tragados por la vorágine.

"Eso son 3 mil dólares de los contribuyentes que se van al sumidero", dijo Smith.

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A orillas del campamento, Johnny Ryan, un candidato a doctorado en geografía en la Universidad de Aberystwyth en Gales, lanzó un drone con forma de avión con un dispositivo parecido a una resortera, luego lo guió por encima de un área de unos 195 kilómetros cuadrados. Pero luego el drone quedó en silencio. "Dejó de hablarme, y ahora se estrelló en el páramo", dijo Ryan.

Ryan lanzó su drone de respaldo. Sintiéndose presionado, monitoreó su vuelo nerviosamente mientras las horas pasaban.

En la orilla, Overstreet y Pitcher empezaron la recolección de datos sujetando un dispositivo computacional que parecía una tableta enorme a la cuerda que cruzaba el río. Cada hora enviaban en una u otra dirección la medición de la profundidad, la velocidad y la temperatura del agua.

Los científicos usarán los datos, que esperan publicar en los próximos meses, para probar si los modelos climatológicos son precisos. Los datos luego pueden ser usados para crear un nuevo modelo que estime la cantidad de agua que está fluyendo desde miles de ríos similares.

Los datos recabados en el río en la parte superior de la capa de hielo serán comparados con mediciones que los científicos han tomado en su origen. Con ambos conjuntos de datos, los científicos pueden ayudar a crear las proyecciones más precisas hasta la fecha del ritmo del aumento del nivel del mar.

"Es difícil tomar la decisión de venir a proyectos como este, pero todo en mi vida me ha preparado para estar aquí", dijo Overstreet. "Pasamos de pelear con el río a trabajar con él, y luego aprendemos mucho de él".

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