New York Times Syndicate

Estricto racionamiento en Venezuela conforme cae el precio del petróleo

Tras la caída en los precios del petróleo, Venezuela se ha sumido en una aguda crisis de abastecimiento de alimentos y diversos artículos. Sus habitantes hacen largas filas para conseguir los insumos básicos bajo un estricto programa de abastecimiento. Medicinas, carne, aceite vegetal, entre otras cosas, escasean.

CARACAS, Venezuela - Mary Noriega oyó que habría pollo.
Ella odiaba que la arrearan "como ganado", dijo, parada durante horas en una fila de más de mil 500 personas con la esperanza de comprar comida, mientras soldados armados revisaban carnés de identidad para asegurarse de que nadie intentara comprar artículos básicos más de una o dos veces por semana.

Pero Noriega, asistente de laboratorio con tres hijos, dijo que no tenía alternativa, marcando el inventario en su vacío refrigerador; café y harina de maíz. La situación se había puesto tan mal, dijo, que había empezado a hacer trueque con los vecinos para poner comida sobre la mesa.

"Siempre supimos que este año empezaría mal, pero creo que esto es súper malo", destacó Noriega.

Los venezolanos han soportado escasez y larga filas durante años. Pero, a medida que ha caído el precio del petróleo, la principal exportación del país, la situación se ha vuelto tan funesta que el gobierno ha enviado efectivos militares a patrullar enormes filas que serpentean a lo largo de cuadras enteras. Algunos estados han impedido que la gente espere afuera de las tiendas por la noche, en tanto funcionarios gubernamentales están apostados cerca de entradas, listos para arrestar a compradores que engañen al sistema de racionamiento.

Debido a que Venezuela depende mucho de las ventas del petróleo para comprar importaciones alimentarias, medicina y muchos otros aspectos básicos, la caída en los precios del petróleo significa que hay incluso menos divisa dura para comprar lo que el país necesita.

Incluso antes de que los precios del crudo se desplomaran, Venezuela estaba en los estertores de una profunda recesión, con una de las tasas inflacionarias más altas del mundo y escasez crónica de artículos básicos.

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Uno de los hospitales públicos más prestigiosos de la nación cerró su unidad de cirugía del corazón durante semanas, debido a la escasez de instrumental médico. Algunos fármacos no han sido reabastecidos durante meses; los pañales son tan codiciados que algunos compradores llevan las actas de nacimiento de sus hijos por si se las exigen en las tiendas; además, cuando menos una clínica practicaba operaciones de corazón solo metiendo de contrabando un fármaco vital que traía de Estados Unidos.

Ahora, los economistas pronostican que las carencias se volverán incluso más agudas y la inflación, de por sí en 64 por ciento, subirá más. El precio del petróleo venezolano cayó este mes a 38 dólares por barril, respecto de los 96 dólares en septiembre.

"Las cosas van a ser incluso peores porque el petróleo mantiene a Venezuela en marcha", dijo Luis Castro, enfermero de 42 años de edad, parado en una fila con cientos de personas más en una tienda de abarrotes. Había llegado con su esposa e hijo de seis años de edad a las 6 de la mañana, pero, para las 11:30 a.m., aún no entraban. "Nos estamos acostumbrando a formarnos", dijo, "y cuando te acostumbras a algo, te dan solo migajas".

La escasez de productos e inflación presentan otra ronda de desafíos políticos para el Presidente Nicolás Maduro, quien ha jurado continuar con la revolución de inspiración socialista que empezó su predecesor, el carismático Hugo Chávez.

"Yo siempre he sido chavista", dijo Noriega. Pero, "el otro día, encontré una camiseta de Chávez que tenía guardada, y la arrojé al piso y le di de pisotones, y después la usé para limpiar el suelo. Estaba furioso. No sé si esto es o no su culpa, pero él murió y nos dejó aquí, y las cosas han ido de mal en peor".

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Venezuela tiene las mayores reservas estimadas de petróleo en el mundo y, cuando los precios del crudo estaban altos, las exportaciones petroleras representaban más de 95 por ciento de sus ingresos de divisa dura. Chávez usó las riquezas petroleras para financiar el gasto social, como mayores pensiones y tiendas de abarrotes subsidiadas. Ahora, ese ingreso ya fue abatido.

"Si la situación está tan mal ahora, realmente no puedo imaginar cómo estará en febrero o marzo", cuando los actuales precios del petróleo "se materialicen en términos de flujo de efectivo", dijo Francisco J. Monaldi, catedrático de política de energía en la Facultad de Gobierno Kennedy, en Harvard.

Maduro pasó 14 días consecutivos de enero viajando por el mundo, en un esfuerzo por cortejar la inversión y persuadir a otras naciones productoras de que reduzcan la producción y presionen para que el precio suba de nuevo.

"Tenemos serias dificultades económicas con respecto a los ingresos del país", dijo Maduro a la legislatura durante su mensaje anual, que tuvo que ser programado para más adelante debido al viaje. "Pero Dios siempre estará con nosotros. Dios siempre proveerá. Y nosotros recibiremos, y hemos recibido, los recursos para mantener el ritmo del país".

Tras meses de jugar con la idea tabú, en términos políticos, de subir el precio de la gasolina vendida en las bombas aquí, la más barata del mundo, dijo que finalmente había llegado el momento de hacerlo.

Además, reiteró su posición de que los males económicos del país son responsabilidad de una guerra económica que enemigos de la derecha están librando en contra de su gobierno.

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Muchos economistas argumentan que las políticas gubernamentales son gran parte del problema, incluyendo una divisa sobrevaluada, controles de precios que disuaden a fabricantes y agricultores, aunado a restricciones gubernamentales sobre el acceso a dólares que han conducido a una marcada caída en las importaciones.

Algunos inversionistas temen que Venezuela incumpla sus pagos a miles de millones de dólares en bonos, pero Maduro ha dicho que el país pagará sus deudas.

Típicamente, en un año electoral como el presente, cuando los electores elegirán una nueva legislatura, el gobierno colma a partidarios de bienes, como refrigeradores y lavadoras de ropa, u otros beneficios, como vivienda sin costo. Sin embargo, ahora pudiera no haber suficiente dinero para importar aparatos electrodomésticos y materiales para la construcción.

En algunas entrevistas, algunos compradores no dijeron que estuvieran pasando hambre. Más bien, muchos dijeron que la crisis económica significaba comer sardinas enlatadas en vez de pollo, o comida hervida en vez de frita, pues resulta muy difícil conseguir aceite vegetal. Muchos dijeron que comían carne con menos frecuencia porque ésta escaseaba o era demasiado cara.

Puede ser más difícil encontrar el pescado fresco, en parte, dijeron pescadores, porque ellos consideran que es más lucrativo usar sus botes para vender diesel subsidiado de Venezuela en el mercado negro en un encuentro en alta mar, en vez de arrastrar una captura.

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Sin embargo, los medios sociales en Venezuela están llenos de peticiones urgentes de pacientes que intentan encontrar medicina de prescripción.

Ana Guanipa, de 75 años de edad, empleada, ya retirada, de una oficina de gobierno, dijo que ella había buscado su medicina para la hipertensión en numerosas farmacias.

"La he estado buscando todo el mes, y no puedo encontrarla", dijo, agregando que un vecino que consume el mismo fármaco le dio un poco. "La tomo un día sí y otro no para que dure más tiempo".

En una mañana reciente, cientos de personas estaban paradas en fila afuera de una gran tienda, similar al Costco. En su interior, muchos anaqueles habían sido vaciados. La gran sección de aparatos electrodomésticos y electrónica estaba vacía. Uno de los pasillos desplegaba cientos de cajas de una sola marca de dentífrico. No había carne fresca; había una hielera llena de patas de cerdo congeladas.

La mayoría de la gente llegó a comprar solo tres artículos vendidos a precios ordenados por el gobierno: detergente para ropa, aceite vegetal y harina de maíz.

Cada compra era registrada en una base de datos, asegurando que los compradores no intentaran comprar los mismos productos regulados en la cadena, cuando menos durante siete días.

Había soldados patrullando la fila afuera, oficiales de policía desplegados adentro y funcionarios gubernamentales revisaban carnés de identidad, atentos a las falsas que pudieran ser usadas para engañar al sistema de racionamiento; o atentos a inmigrante con visas expiradas. Un oficial del servicio de inmigración e identificación dijo que los trasgresores serían arrestados.

"Esto es patético", dijo Yenerly Niño, de 18 años, agregando que ella había esperado durante más de cinco horas para comprar los tres productos subsidiados porque no podía darse el lujo de comprarlos a los precios mayores que cobraban vendedores en las calles.

"Haces lo que tengas que hacer", dijo. "Si no lo haces, no comes".

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