New York Times Syndicate

El tráfico de drogas transforma un puesto avanzado de la Amazonía

De las zonas selváticas queda poco, ahora Manaos se ha convertido en una tierra de enfrentamiento para las diferentes bandas del narcotráfico mientras que Brasil se acerca ser el segundo consumidor mundial de cocaína. 

MANAOS, Brasil - Con las manos y pies atados, los dos hombres muertos que fueron encontrados recientemente por agentes de la policía en el maletero de un coche compacto Peugeot, parecían en un principio, igual a muchas otras víctimas en las calles de Manaos, la ciudad más grande de la Amazonía.

Pero, como si firmaran su trabajo, los verdugos marcan los cuerpos con una marca horrible. Con un cuchillo, tallaron tres letras en los torsos: FDN, las iniciales de Familia do Norte, una banda de narcotraficantes que lucha por la supremacía en el tráfico de cocaína en la Amazonía brasileña.

Con Brasil emergiendo como el segundo mayor consumidor de cocaína del mundo, después de Estados Unidos, el Amazonas está ganando importancia como un territorio de contrabando. Los traficantes transportan la droga a través de las porosas fronteras con Perú, Colombia y Bolivia, antes de moverla por barco hasta el Atlántico para su envío a Europa.

AUGE EN EL MERCADO DE COCAÍNA

Como si fuera poco, el crecimiento tórrido de las ciudades de la selva tropical de Brasil sostiene un mercado en auge para sí mismo de cocaína y sustancias como el oxi – una mezcla barata de pasta de cocaína, gasolina y queroseno – alimentando un incremento de la violencia del narcotráfico mientras la población de la Amazonía brasileña se acerca a los 25 millones.

Mientras, lejanos puestos fronterizos brasileños como Tabatinga absorben parte del derramamiento de sangre, Manaos, el centro de transporte más importante de la Amazonía y el área metropolitana más grande, está siendo sacudido de la expansión del comercio de cocaína, soportando guerras territoriales entre pandillas, asesinatos selectivos de policías y asesinatos que incluyen la decapitación y desmembramiento de las víctimas.

''Ahora, algunas partes de Manaos se parecen a una zona en conflicto'', dijo George Gomes, un alto funcionario antinarcóticos en esta ciudad en expansión y congestionada de tráfico, de 2 millones de habitantes.

''Por cada traficante que capturamos, otro ocupa su lugar'', agregó.
''Nuestros adversarios han demostrado una impresionante capacidad de evolucionar y prosperar''.

MANAUS, IRRECONOCIBLE

La metamorfosis de Manaos, de un puesto de avanzada en el soñoliento río, conocido por su arquitectura tropical de la Belle Époque, al epicentro del tráfico de cocaína de la Amazonía, refleja cambios más amplios que los sufridos por la ciudad durante décadas. Para algunos residentes, ha crecido de manera casi irreconocible desde la expansión industrial aquí en la década de 1970 durante la dictadura militar de Brasil, cuando muchos de los edificios más antiguos de la ciudad fueron arrasados y los migrantes llegaban a este lugar en busca de trabajo en las fábricas.

''Manaos era un lugar idílico en mi juventud, una ciudad donde íbamos a nadar en arroyos y podíamos ver la vida silvestre de la Amazonía de cerca, en los árboles de las plazas'', dijo Milton Hatoum, de 62 años, un escritor que creció aquí, y representa a la ciudad en sus obras de ficción. Hatoum, que ahora vive en Sao Paulo, dijo que se sorprendía casi cada vez que regresaba a Manaos.

''Ese Manaos fue destruido sistemáticamente, siendo reemplazado por una ciudad con barrios marginales tan mortales que temo poner un pié en ellos'', dijo.

Una característica notable del tráfico de drogas en Manaos y otras ciudades de Amazonas, el gigantesco estado brasileño, que es tres veces el tamaño de California, consiste en el amplio alcance de las pandillas. Ellos a menudo controlan el tráfico de cocaína desde dentro de las cárceles, replicando una sofisticada estructura de delincuencia organizada, con raíces en las grandes ciudades como São Paulo y Río de Janeiro.

En Manaos, Familia do Norte (la Familia del Norte) ejerce gran influencia en las favelas de la ciudad, a pesar de que los principales líderes de la pandilla han sido encarcelados. Aún ejercen su influencia a través de una desorganizada red de operativos dentro y fuera de los centros penitenciarios, gracias a la defectuosa supervisión de las prisiones, según funcionarios de seguridad.

Abriendo un nuevo capítulo sangriento en el comercio de la cocaína en el Amazonas, una pandilla de prisión, aún mayor, originaria del sudeste de Brasil, el Primer Comando de la Capital, se ha expandido a Manaos. La pandilla dirigió un levantamiento de cuatro días en Sao Paulo durante 2006, en el cual murieron casi 200 personas. Ahora está luchando con Familia do Norte en varias partes de la ciudad.

En el nivel de la calle, los traficantes, que no tienen lealtad a ninguno de los grupos, se disputan el control de las bocas de humo, o puntos de venta donde el tráfico de drogas se lleva a cabo, a veces terminando en asesinatos al estilo ejecución en el que los sicarios rocían una zona con disparos.

Las autoridades también tienen que lidiar con asesinatos de ajustes de cuentas entre traficantes callejeros y consumidores de cocaína, sobre deudas relacionadas con las drogas. El estado de Amazonas registra una tasa de homicidios de 50.1 por cada 100 mil habitantes en 2012, incrementado en 157 por ciento desde el comienzo del siglo, y casi el doble de la tasa nacional de Brasil.

Las autoridades dicen que fueron capaces de reducir la tasa de homicidios en Manaos en 2013, en gran parte por la expansión de las patrullas de policía en las zonas pobres. Pero se cree que la mayoría de los asesinatos en la ciudad todavía están relacionados con las drogas, mientras las pandillas en prisión ejercen su influencia, según Débora Mafra, una investigadora de la Policía Civil de Amazonas.

PRECARIAS CONDICIONES

Manaos está rodeado de selva tropical, y tiene sólo alrededor de una décima parte de la población del área metropolitana de Sao Paulo, la ciudad más grande de Brasil. Sin embargo, a la falta de seguridad se suma ambiente en algunas zonas, con nuevas y lujosas torres residenciales y un futurista estadio de fútbol de la Copa Mundial, situado cerca de los canales de aguas residuales que apestan, y esquilmados asentamientos ilegales entre los árboles.

Como reflejo de las precarias condiciones de vida a través de grandes extensiones de la ciudad, Manaos ocupa el último lugar entre las 16 ciudades más grandes de Brasil en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, una medida integral de economía, esperanza de vida y otras estadísticas.

En muchas esquinas de Manaos, los usuarios pueden comprar oxi o crack por tan solo 2 dólares la piedra, y algunos consumen su compra abiertamente y a plena luz del día, fumando la droga en pipas hechas de latas de aluminio. Ya sea que pertenezcan a las bandas de narcotraficantes, u operando por su cuenta, los distribuidores ejercen su oficio en lo que equivale a un concurso Hobbesiano para cumplir con la demanda.

''Conseguir drogas en Manaos es fácil'', dijo Francisco Edinaldo da Silva Pereira, de 34 años, un taxista desempleado y adicto en recuperación. ''En estos días, va a un bar, comienza a beber, y cuando menos se lo espera, encuentra a alguien que vende en ese bar'', explicó. ''Así es en cada barrio''.

Si bien la violencia del narcotráfico afecta a Manaos y otras ciudades, Brasil ha optado por evitar grandes estrategias de intervención como las que EU ha perseguido en los países vecinos productores de cocaína. Aun así, la Policía Federal, el principal organismo del Brasil para combatir el narcotráfico, añadió recientemente al menos 19 instalaciones fronterizas para reforzar las operaciones antidrogas.

Los agentes brasileños han incautado toneladas de cocaína y detenido a importantes figuras en el narcotráfico amazónico, como Jair Ardela Michue, un capo peruano que montó una operación de expansión para el contrabando de cocaína a Manaos.

Pero las instituciones siguen bajo el estrés del tráfico de cocaína, como cuando los agentes antinarcóticos en Manaos arrestaron a Karl Marx de Araújo Gomes, jefe de la policía en un pueblo de Amazonas, después de encontrarlo con 325 kilogramos de cocaína en su camioneta mientras él proclamaba su inocencia. Él es uno de varios agentes de policía recientemente acusados de tráfico de drogas.

Los funcionarios de seguridad aquí insisten en que están haciendo progresos contra los traficantes.

En una demostración de fuerza, una mañana de noviembre, más de una docena de policías de Fera, un escuadrón de operaciones especiales en Manaos, se embarcó en una razzia en Beco Cruzeiro do Sul, un barrio pobre donde se cree que operan traficantes de cocaína.
Blandiendo rifles de asalto y ocultando sus rostros con pasamontañas por temor a las represalias de las bandas de narcotraficantes, los agentes irrumpieron en casuchas. En medio de la sordidez de una casa apestando a heces, los oficiales cuestionaron a los residentes sobre el paradero de un hombre sospechoso de ser un distribuidor. Él ya se había ido, y los oficiales salieron de la favela en silencio.

''Esto no es sorprendente, ya que los distribuidores tienen informantes en todas partes, incluso dentro de nuestras propias filas'', dijo un oficial, pidiendo no ser identificado ya que no estaba autorizado a hablar sobre la corrupción policial con un reportero. Todavía estaba vestido con su pasamontañas mientras contemplaba la barriada, reunido en torno a uno de los igarapés o arroyos, que de alguna manera todavía fluyen a través de Manaos.

''Mira este lugar'', dijo el oficial de Fera. ''Este no es nuestro territorio, sino el de ellos'.'

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