New York Times Syndicate

Caminar te puede llevar a una mejor vejez

Un estudio realizado en Estados Unidos demuestra que el reposo no es siempre la mejor opción para los adultos mayores que sufren algún problema motriz. Una caminata diaria siempre será benéfica e incluso puede prevenir discapacidades.

El ejercicio regular, como caminar, reduce significativamente la probabilidad de que una frágil persona mayor se convierta en una discapacitada físicamente, señala un estudio del Institute on Aging de la Universidad de Florida, en Gainesville.

Los resultados, publicados el 27 de mayo en la revista JAMA, refuerzan la necesidad de que se tenga actividad física frecuente a cualquier edad.

Mientras que todo el mundo sabe que el ejercicio es una buena idea, la evidencia concreta y científica acerca de sus beneficios en los viejos y enfermos ha sido sorprendentemente limitada.

''Por primera vez, hemos demostrado directamente que el ejercicio puede disminuir efectivamente o prevenir el desarrollo de una discapacidad física en una población de personas de edad avanzada extremadamente vulnerables'', aseguró el doctor Marco Pahor, quien es el director del instituto y autor del estudio.

Incontables estudios epidemiológicos han encontrado una fuerte correlación entre la actividad física durante la edad avanzada y una vida más larga y saludable. Pero esos estudios no pueden demostrar que el ejercicio mejora la salud de las personas de mayor edad: solamente demuestran que las personas mayores saludables, hacen ejercicio.

Otros experimentos aleatorios a pequeña escala han establecido de manera convincente una relación causal entre el ejercicio y el envejecimiento saludable. Pero el alcance de esos experimentos ha sido generalmente limitado, mostrando, por ejemplo, que las personas mayores pueden mejorar su fuerza muscular al entrenarse con pesas, o su capacidad de resistencia al caminar.

Por lo tanto, para este último estudio, el Lifestyle Interventions and Independence for Elders hizo una investigación. Científicos de ocho universidades y centros comenzaron a reclutar voluntarios en 2010, utilizando un conjunto inusual de criterios de selección. A diferencia de muchos estudios sobre los ejercicios, que tienden a estar llenos de personas con relativamente buena salud y que pueden ejercitarse con facilidad, este ensayo utilizó voluntarios que eran sedentarios y enfermos, en la cúspide de la fragilidad.

Finalmente, reclutaron mil 635 hombres y mujeres sedentarios, de entre 70 y 89 años, y que puntuaron más bajo que un 9 en una escala de 12 puntos, que en funcionamiento físico se utiliza a menudo para evaluar a las personas mayores. Casi la mitad tuvo un ocho o menos, pero todos eran capaces de caminar 400 metros por su cuenta, punto definido por los investigadores para las personas con discapacidad física.

A continuación, los hombres y mujeres fueron asignados al azar, a un grupo de ejercicios o a un grupo educativo.

A las personas asignadas al grupo educativo se les solicitó que visitaran el centro de investigación una vez al mes para aprender acerca de nutrición, salud y otros temas relacionados con el envejecimiento.

El grupo de ejercicios recibió información sobre el envejecimiento, pero también comenzó un programa de caminatas y entrenamiento ligero con pesas en la parte inferior del cuerpo, como en los tobillos, y se les pidió ir al centro de investigación dos veces a la semana para hacer caminatas grupales supervisadas sobre una pista, siendo estas caminatas cada vez más largas. También se les pidió completar tres o cuatro sesiones más de ejercicios en casa, con un objetivo de 150 minutos de caminata y unas tres sesiones de 10 minutos de ejercicios con pesas cada semana.

Cada seis meses, los investigadores comprobaron el funcionamiento físico de todos los voluntarios, prestando especial atención al hecho de que aún pudieran caminar 400 metros por sí mismos.

El experimento monitoreó a las personas durante un promedio de 2.6 años, que es mucho más tiempo que la mayoría de los estudios de ejercicio.

Al final de ese tiempo, los voluntarios del grupo de ejercicios tuvieron 18 por ciento menos de probabilidades de haber experimentado algún episodio de incapacidad física durante el experimento. También tuvieron 28 por ciento menos de probabilidades de haber tenido una discapacidad permanente, definida como ser incapaces de caminar 400 metros por sí mismos.

Pahor aseguró que la mayoría de los voluntarios ''toleró muy bien el programa de ejercicios'', pero los resultados prendieron algunas alertas. Más voluntarios en el grupo de ejercicios que los del grupo de educación terminaron hospitalizados durante el estudio, posiblemente debido a que sus signos vitales fueron revisados mucho más a menudo, dicen los investigadores.

El régimen de ejercicio también pudo "desenmascarar" condiciones médicas subyacentes, dijo Pahor, aunque él no siente que el ejercicio en sí diera lugar a las visitas al hospital.

Una de las preocupaciones más sutiles implica la sorprendentemente pequeña diferencia, en términos absolutos, en el número de personas que se convirtieron en discapacitadas en ambos grupos. Alrededor del 35 por ciento del grupo de educación tuvo un período de incapacidad física durante el estudio. Pero el grupo de ejercicios tuvo el 30 por ciento.

"A primera vista, los resultados son decepcionantes", afirmó el Dr. Lewis Lipsitz, profesor de medicina de la Harvard Medical School y director del Institute for Aging Research en el Hebrew Senior Life en Boston, quien no participó en el estudio. Esto se debe a que, en muchos casos, los participantes en el grupo de educación comenzaron a hacer ejercicio, según datos del estudio, a pesar de que no se les pidió que lo hicieran.

''No hubiera sido ético'' evitar que hicieran ejercicio, continuó Lipsitz. Pero si los científicos en el estudio LIFE ''hubieran podido utilizar un grupo de control con personas mayores totalmente sedentarias y malos hábitos alimenticios, las diferencias entre los grupos hubiesen sido mucho más pronunciadas'', agregó

Lipsits aseveró que, en general, ''es un estudio importante porque se centra en un resultado importante, que es la prevención de la discapacidad física".

En los próximos meses, Pahor y sus colegas planean explotar la base de datos de los resultados en un seguimiento adicional, incluyendo un análisis de costo-beneficio.

La intervención en el programa de ejercicios costó alrededor de 1,800 dólares anuales por participante, añadió Pahor, incluyendo el reembolso de los viajes a los centros de investigación. Pero esa cifra es ''mucho menor'' que el costo de la atención de tiempo completo requerido cuando alguien se convierte en discapacitado físico, dijo. Él y sus colegas esperan que el estudio logre que Medicare comience a cubrir los costos de los programas de ejercicio en grupo para personas mayores.

Pahor advirtió que el estudio LIFE no sugería que los adultos mayores empezaran a hacer ejercicio en solitario, sin supervisión.
''La supervisión médica es importante'', dijo. Aconsejó hablar con el médico personal y tratar de encontrar un grupo de ejercicio, y agregó: ''El aspecto social es importante''.

Mildred Johnston, de 82 años, empleada de oficina y retirada en Gainesville, que se ofreció voluntariamente para el estudio LIFE, ha mantenido paseos semanales con otros dos voluntarios que conoció durante el estudio.

''El ejercicio ha cambiado mi concepto respecto a lo que envejecimiento significa'', dijo. ''No se trata de la cantidad de ayuda que pueda necesitar de otras personas. Se trata más de lo que puedo hacer por mí misma''.
Además, dijo, chismorreando durante su caminata en grupo ''realmente te mantiene comprometido con la vida''.

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