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Manzanero: el culpable de los Santos Inocentes

'Por culpa de Armando Manzanero, tal vez, muchos de nosotros estamos aquí, causa del efecto de sus creaciones. Y, tal vez, solo tal vez, también nuestros hijos e hijas también lo estén'.

El día de los Santos Inocentes falleció un hombre culpable. Y es que, por culpa de Armando Manzanero, tal vez, muchos de nosotros estamos aquí, causa del efecto de sus creaciones. Y, tal vez, solo tal vez, también nuestros hijos e hijas también lo estén. Una culpa que se agradece y que se juzga con una sonrisa, una ensoñación.

El soundtrack de nuestras vidas comienza con un acorde, un verso; con una canción suya. Antes de nuestro primer latido, sonó una melodía compuesta por él. Y otra sonó cuando nos casamos. Y en nuestro aniversario.

Con esta extraña idea lo entrevisté, hace ya años: un afrodisíaco que parecía haber nacido con un piano siamés. En esa entrevista, Manzanero, chiquitito, agigantó su mito, revelando que sus primeras canciones las compuso con un piano que él pintó sobre una tabla. Y en ese áspera madera, olvidado huacal, comenzó la suave, tersa carrera que llegó a su fin la madrugada de este 28 de diciembre de 2020.

Desde que la música comenzó a brotar en su imaginación, en los acordes mudos de su más tierna infancia, nunca dejó de florecer, en cientos de voces, en miles de instrumentos; filarmónica vida. Sus canciones protagonizaron tímidas serenatas, multitudinarios conciertos; lo mismo se cantaron a un oído crispado que inundaron un Chichén Itzá en comunión. Su obra lo trascendió: patrimonio de una cultura y de un país; espejo de una raza. Manzanero siempre estuvo orgulloso de sus raíces mayas, presumiendo el apellido Canché de su madre y de sus ancestros, contagiando ese amor a todos los yucatecos. No solo fue el gran compositor del Mayab, juglar de amores y desamores: fue referencia geográfica, cruce de caminos, embajador, códice. Para muchos, Yucatán está en el mapa por él; cartógrafo de las cosas bonitas, las que se recuerdan y añoran. Sus letras carecían de la vanidad de la academia, sus melodías acarician como la brisa de su tierra; quien escucha a Manzanero, escucha a Yucatán; Yucatán de Armando Manzanero.

*Sobre el autor: Pablo Cicero es un periodista yucateco. Fue subdirector del Diario de Yucatán y director de Punto Medio, también en Yucatán. Fuera de México, ha trabajado en los periódicos El Mundo y El Economista en España, y Expreso en Ecuador. Actualmente dirige el reporte de análisis de noticias Ocho Am e Infonautas

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