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La historia de los migrantes que vuelven a caminar tras ser víctimas de 'La Bestia'

Algunos migrantes, en su camino hacia EU, han resultado heridos e incluso han perdido extremidades en este tren. Especialistas han otorgado a estas personas prótesis para darles una nueva oportunidad.

Doce horas después de abordar por primera vez el vagón de un tren de carga que se dirigía hacia la frontera con Estados Unidos, Roni Osorio se quedó dormido. Sin nada de donde sujetarse, rodó, cayó y fue succionado bajo las enormes ruedas mientras aún giraban.

Casi un año después, Osorio, de 22 años, que alguna vez cultivó frijoles y café en Honduras, ha aprendido a caminar nuevamente con una prótesis para la pierna izquierda que le fue cercenada por 'La Bestia', o el tren de la muerte, como le llaman los migrantes centroamericanos que se dirigen al norte.

El histórico tren, que transporta desde azúcar hasta granos y minerales, ha ayudado a muchos de ellos a huir de extorsionadores y secuestradores, o más recientemente de agentes de migración y policías que abundan en las carreteras y abordan autobuses.

Pero muchos, en un intento por buscar una vida mejor, han sufrido caídas mortales o serias heridas mientras el ferrocarril se desliza a través de túneles, a veces a temperaturas extremas, en extensiones remotas o controladas por cárteles de la droga, con decenas de personas encaramadas sobre techos resbaladizos o colgando de las manijas.

Desde 2011, un programa especial de la Cruz Roja, ahora localizado en un punto medio estratégico sobre la línea del tren, ha atendido a 411 migrantes mutilados, la mayoría de los cuales perdieron extremidades, dando a los pocos que fueron encontrados a tiempo una nueva oportunidad de vida.

Ahora, con aún más centroamericanos subiendo a bordo de los trenes en medio de una ofensiva mexicana en rutas de autobuses y a pie, el programa está siendo más demandado que nunca.

Especialistas han tratado este año de cinco a ocho nuevos pacientes con extremidades amputadas por mes durante este año, en comparación con el rango de tres a cuatro por mes el año pasado, señaló Luis Sauceda, un médico especializado en rehabilitación en el Centro de Rehabilitación de Guanajuato.

"El aumento de accidentes está subiendo por lo mismo de la militarización, por lo mismo de todo esto. Entonces el trabajo de nosotros va a aumentar", afirmó Ignacio Ramírez, director del refugio para inmigrantes ABBA en Celaya.

Ramírez hizo estos comentarios refiriéndose a la vigilancia que realiza la Guardia Nacional mexicana para frenar los flujos migratorios bajo la presión de la administración del presidente estadounidense, Donald Trump, quien amenazó al gobierno de Andrés Manuel López Obrador con imponerle aranceles.

Torniquete improvisado

Agregó que está en conversaciones para diseñar un espacio dedicado para amputados, con baños y dormitorios ajustados a sus necesidades.

Entre los amputados que se alojaban en el refugio, Luis Estuardo, un contador de 21 años, había subido al tren para escapar de agentes de migración que lo habían sacado a él y a su hermano de un autobús mientras cruzaban por un estado del sur de México.

"Esta fue mi primera vez", dijo Estuardo, triste, al relatar su viaje en La Bestia. Explicó que otros trataron de mantenerlo a bordo mientras el tren aceleraba, pero perdió el equilibrio.

Mientras esperaba junto a las vías, hizo un torniquete improvisado para detener el sangrado de su pierna destrozada, afirmó. Después, todo se volvió blanco.

Cinco horas después, las autoridades locales lo encontraron. Estuardo expresó su gratitud a la Cruz Roja por poder dormir nuevamente, a pesar de los calambres fantasmas.

"Me siento como una escultura", contó el lunes, sosteniéndose de un andador, mientras Gibrán Guzmán, un técnico protésico capacitado en Munich, envolvía suavemente una venda empapada de yeso alrededor de sus caderas y muslos.

La prótesis de cada individuo es única, dijo Guzmán, sosteniendo el molde para diseñar la nueva pantorrilla de Estuardo y una rodilla con un dispositivo de suspensión.

En otro caso, la falta de dinero llevó al exsoldado hondureño Alan Abarca, de 49 años, a eludir el autobús y abordar el tren para llegar a Estados Unidos, meses después de ser deportado. En su intento perdió la pierna izquierda.

El lunes, realizaba ejercicios de salto en su pierna derecha para recuperar el equilibrio y la fuerza. Su muñón era aún un mosaico de piel rosa y blanca demasiado reciente como para tolerar una prótesis.

Abarca afirmó que intentó y no pudo mantener a su familia en la empobrecida y violenta ciudad de Choloma, pese a que se desempeñó en diversos tipos de empleos.

Aparte de su esposa e hija, no le ha contado a otros familiares sobre el accidente.

"Sólo cuando pueda caminar de nuevo" lo haré, dijo, guiñando un ojo.

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