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COVID-19 le resta colorido y fiesta al Día de Muertos en México

'No nada más es ir a ofrendar algo, todo esto que hacemos los mexicanos en cuestión de la muerte es catártico, porque lloras, te desgarra el alma ese ancestro', comparte Alejandra Álvarez, etnohistoriadora de la UNAM.

Ciudad de México. La celebración del Día de Muertos en México no será igual este fin de semana en un año marcado por la muerte, en un país en el que más de 90 mil personas han fallecido por COVID-19.

Muchas de estas víctimas han tenido que ser cremadas en vez de enterrados, pero incluso para quienes tienen tumbas que visitar, la pandemia ha obligado a las autoridades de la mayor parte de México a cerrar los panteones a fin de evitar las tradicionales visitas del 1 y 2 de noviembre en que familias enteras limpian y decoran las tumbas con veladoras y flores de cempasúchil anaranjadas y conversan con sus difuntos, quizá con un vaso de su bebida favorita.

El domingo, muchos habitantes de Valle de Chalco, zona de escasos recursos al este de la Ciudad de México, saturaron una sección recientemente abierta del panteón local para limpiar las tumbas de sus seres queridos -muchas de ellas tan solo marcadas por pequeños montículos de tierra- luego de enterarse que el cementerio estaría cerrado en el periodo feriado.

"Creo que ha habido más afluencia de gente estos dos últimos fines de semana porque se había anunciado que no iba a haber visitas el día 2 de noviembre", dijo José Juan Rivera Almazán, el gerente del panteón. Agregó que "por eso siento que mucha gente se vino a arreglar sus tumbas antes del Día de Muertos".

Rivera notó que la nueva área del cementerio "se está llenando muy rápido. No sabemos ni por qué, si es por la enfermedad", aunque es evidente que han aumentado los decesos por el coronavirus; es fácil reconocer a las víctimas porque sus ataúdes vienen forrados en plástico.

En una celebración normal del Día de Muertos, dijo Rivera, todo está "bien concurrido, que no puedes ni caminar. Todo eso se llena. Puestos, gente, visitantes, ante todo".


Sin embargo, este año el panteón permanecerá en silencio.

Jacinta Jiménez Viviano perdió este año a su esposo, el obrero jubilado Vicente Domínguez Alejo, debido al COVID-19. El hombre murió en el hospital, prácticamente sin recibir visitas; Jacinta estaba ocupada atendiendo a su hijo, quien también se contagió del virus pero logró recuperarse. Su esposo, quien padecía de diabetes, no tuvo tanta suerte.

A sabiendas de que no podría acudir el 2 de noviembre, cuando se rinde tributo a los adultos fallecidos, la mujer compró flores el domingo para plantarlas en la tumba de su esposo. Jiménez dijo que el simple acto de atender la tumba era reconfortante.

"Yo creo que es toda esperanza de salir adelante, porque gracias a Dios todavía está ahí la importancia de los mexicanos en estas fechas de muertos", afirmó. "Pues ya vamos a poner su ofrendita lo que podamos y ya después, pasando esto, ya podemos venir".

Por mucho tiempo, México ha tenido una actitud diferente ante la muerte, más social, con una mayor aceptación que en muchas otras partes del mundo. Los velorios y funerales en México suelen ser eventos elaborados que duran días y en los que se reúnen vecindarios enteros y parientes lejanos para comer, orar y recordar.

Sin embargo, la muerte en medio de la pandemia ha sido una situación mucho más solitaria; no sólo los velorios están prohibidos, sino que muchas familias no han podido estar con sus seres queridos en sus últimos momentos y ni siquiera pueden ver el cadáver ante las medidas sanitarias para evitar la propagación del virus.

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Pero de cierta forma, el Día de Muertos de este año ha llevado a la celebración de regreso a sus raíces, quitándole muchas de las capas culturales e innovaciones modernas que habían empezado a influenciar este día en años recientes.

Ya no habrá el desfile hollywoodense del Día de Muertos que las autoridades de Ciudad de México habían adoptado luego de que apareció una macha ficticia similar en la película de James Bond Spectre, de 2015. Halloween, con sus actividades en grupo y de mayor riesgo -fiestas de disfraces y salidas a pedir dulces o regalos en las calles-, también ha desaparecido ante la pandemia.

De varias maneras, se ha reducido a los orígenes de la celebración: altares sencillos para invitar a los muertos a regresar a casa por una noche, encendiendo veladoras para guiar a los espíritus de vuelta y su comida y bebida favoritas para atraerlos a casa. Confinados en los hogares, esta es una de las actividades más seguras, si bien hay algunos intentos de hacerlo también vía internet.

"En esta ocasión el Día de Muertos nos convoca a la virtualidad, nos convoca a honrar a nuestros seres queridos a través de una serie de actividades virtuales", dijo el secretario de Cultura de la Ciudad de México, José Alfonso Suárez del Real, al invitar a la población a publicar fotografías y videos de sus altares en un portal del gobierno de la ciudad. "Es fundamental recuperar y retomar los altares para nuestros muertos, son altares domésticos".

Una de las funerarias más grandes del país, Gayosso, ha lanzado "Lazos", un sistema en línea para el envío de flores directamente a las tumbas y mausoleos. Y, debido al cierre de estos espacios por el riesgo de contagio de COVID-19, la compañía ofrece misas virtuales para honrar a los difuntos.

No es lo mismo.

"De alguna forma están quitando una tradición ancestral.... va a generar un choque social, ya está generando una expectativa, está generando incomodidad, disgusto", subrayó Ericka Alejandra Álvarez, una etnohistoriadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Nacida de los rituales prehispánicos que podían durar hasta 20 días, y combinada con elementos europeos traídos por los españoles, la celebración del Día de Muertos está arraigada en la idea de que las almas de los difuntos deberían sentirse queridas y saber que tienen un hogar; de otra manera, podrían vagar sin rumbo fijo.

Esto ha llevado en ocasiones a preparativos extraños y elaborados. En algunos pueblos y vecindarios, las familias prenden pequeñas fogatas afuera de sus casas y crean un camino con pétalos de flores de cempasúchil hasta la puerta a fin de guiar a las almas. En algunos pueblos indígenas, los familiares sacan en estas fechas los huesos de sus ancestros de sus osarios para darles limpieza.

"No nada más es ir a ofrendar algo a la tumba o a poner flores a recordar a los muertos", añadió Álvarez. "Todo esto que hacemos los mexicanos en cuestión de la muerte es catártico, porque lloras, te desgarra el alma ese ancestro.

"Toda esa catarsis que se vive con todos los elementos y los símbolos que conforman un funeral. Son importantes porque nos dan sentido y entendemos la muerte. Entonces ya no hay esta parte. ¿Cómo lo vamos a vivir entonces? Yo lo que comentamos es que lo hagamos, aunque no sea colectivo en masa, lo hagamos en nuestra casa", dijo la experta cuyo altar este año estará dedicado a dos hermanos que murieron hace años siendo niños, a tres de sus tíos y abuelos.

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