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¿Son los gatos una gran amenaza para la vida silvestre?

Es cierto que, como cualquier otro depredador, los gatos pueden suprimir las poblaciones de sus presas. Sin embargo, el alcance de este efecto es ecológicamente complejo.

Diversos conservacionistas afirman que los gatos son un apocalipsis zombie para la biodiversidad que deben eliminarse del exterior de "cualquier manera" -lenguaje codificado para disparar, atrapar y envenenar-. Varios medios de comunicación ven a esta especie como superdepredadores asesinos. Australia incluso ha declarado oficial la "guerra" contra los gatos.

Este pánico moral surge cuando las personas perciben una amenaza existencial para sí mismas, la sociedad o el medio ambiente. Cuando se encuentra bajo esta situación, la capacidad de pensar con claridad y actuar con responsabilidad se ve comprometida.

Si bien el pánico moral sobre los gatos surge de preocupaciones válidas sobre las amenazas a las especies nativas, se oscurece con el verdadero impulsor: el tratamiento explotador de la humanidad del mundo natural. De manera crucial, los errores de razonamiento científico también respaldan esta falsa crisis.

El caso (inestable) contra los gatos

Los conservacionistas y varios medios de comunicación afirman a menudo que los gatos son los principales contribuyentes de una extinción masiva, una pérdida catastrófica de especies debido a actividades humanas, como la degradación del hábitat y la muerte de la vida silvestre.

Siendo un equipo interdisciplinario de científicos y especialistas en ética que estudian animales en conservación, examinamos esta afirmación y la encontramos con falta de pruebas. Es cierto que, como cualquier otro depredador, los gatos pueden suprimir las poblaciones de sus presas. Sin embargo, el alcance de este efecto es ecológicamente complejo.

El impacto potencial de los gatos difiere entre entornos urbanos, islas pequeñas y desiertos remotos. Cuando los humanos despojan a las regiones de vegetación, los animales pequeños corren un riesgo particular por los gatos porque no tienen refugio para esconderse.

Los animales pequeños son igualmente vulnerables cuando los humanos matan a los depredadores del ápice que normalmente suprimirían la densidad y la actividad de los gatos. Por ejemplo, en Estados Unidos, los gatos son la comida favorita de los coyotes urbanos que moderan el impacto felino; en Australia, los dingos cazan gatos salvajes, lo que alivia la presión sobre los pequeños animales nativos.

Agregue evidencia contraria y el caso contra los gatos se vuelve aún más inestable. Por ejemplo, en algunos contextos ecológicos, los gatos contribuyen a la conservación de las aves en peligro de extinción, al aprovecharse de ratas y ratones. También hay casos documentados de convivencia entre gatos y presas nativas.

El hecho es que los gatos juegan diferentes roles depredadores en diferentes paisajes naturales y humanizados. Los científicos no pueden suponer que debido a que los gatos son un problema para algunos animales salvajes en algunos lugares, serían un problema en todos los lugares.

Razonamiento científico defectuoso

En nuestra publicación más reciente en la revista Conservation Biology, examinamos un error de razonamiento que apuntala el pánico moral sobre los gatos.

Los científicos no recopilan datos y analizan los resultados simplemente. También establecen un argumento lógico para explicar lo que observan. Por lo tanto, el razonamiento detrás de una afirmación es de hecho igualmente importante para las observaciones utilizadas para hacer esa afirmación. En nuestro análisis descubrimos que sucede porque muchos científicos realizan estudios locales específicos y sobregeneralizan esos hallazgos en todo el mundo.

Incluso cuando los estudios específicos son buenos en general, proyectar los "resultados" combinados en el mundo en general pueden causar generalizaciones no científicas, particularmente cuando se ignora el contexto ecológico. Es similar a sacar una cita fuera de contexto y luego asumir que comprende su significado.

Los caminos a seguir

Entonces, ¿cómo podrían los ciudadanos y los científicos trazar un camino hacia una comprensión más matizada de la ecología y la conservación del gato?

Primero, quienes examinen este tema por todos lados pueden reconocer que tanto el bienestar de los gatos como la supervivencia de las especies amenazadas son preocupaciones legítimas.

Segundo, los gatos, como cualquier otro depredador, afectan sus comunidades ecológicas. Si ese impacto es bueno o malo es un juicio de valor complejo, no un hecho científico.

En tercer lugar, existe la necesidad de un enfoque más riguroso para el estudio de los gatos. Tal enfoque debe ser consciente de la importancia del contexto ecológico y evitar las trampas del razonamiento defectuoso. También significa resistir la llamada de sirena de una bala de plata (letal).

No existe una solución única para todos. Sin embargo, hay muchas opciones a considerar. La protección de los depredadores del ápice y su hábitat es fundamental para permitir que las especies amenazadas coexistan con los gatos. En algunos casos, las personas pueden optar por segregar a los gatos domésticos de la vulnerable vida silvestre: por ejemplo, con catios (espacios con acceso al exterior delimitado por una red) donde los gatos pueden disfrutar del aire libre mientras se mantienen separados de la vida silvestre. En otros casos, los gatos sin hogar pueden ser manejados con programas de trampa-castrado-retorno y santuarios.

Finalmente, contrario a la formulación de algunos científicos y periodistas, la disputa sobre los gatos no se trata principalmente de la ciencia. Más bien, evoca un debate en curso sobre la ética que debería guiar la relación de la humanidad con otros animales y la naturaleza.

Esta es la raíz del pánico moral sobre los gatos: la lucha para ir más allá de tratar a otros seres con dominación y control, para fomentar una relación arraigada en la compasión y la justicia.

La nota original la encuentras en la siguiente liga:

Joann Lindenmayer, DVM, MPH es profesora asociada en el Departamento de Salud Pública y Medicina Comunitaria de la Universidad de Tufts y contribuyó a este artículo.

*The Conversation es una fuente independiente y sin fines de lucro de noticias, análisis y comentarios de expertos académicos.

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