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¿Quién gana y quién pierde con el acuerdo climático?

Casi 200 países adoptaron el sábado el primer pacto global para combatir el cambio climático, que requerirá inversiones por 16.5 billones de dólares. Pero, ¿qué empresas ganan y cuáles pierden con este acuerdo?

Salvar el mundo no saldrá barato. Si uno vende petróleo, carbón o autos viejos, la idea amenaza con ser un desastre. Para los fabricantes de productos como paneles solares, aislamientos térmicos para casas de alta tecnología e iluminación eficiente, es un posible milagro.

Eso es lo esencial que se desprende del acuerdo climático firmado este fin de semana en París, que compromete a 195 países a reducir la polución para evitar un cambio peligroso del clima.

Los gobiernos y empresas de todo el mundo están contando los costos y los beneficios del acuerdo, que insta a transformaciones sistemáticas de la energía, el transporte y decenas de líneas de negocios. Los productores de combustibles fósiles y los países que dependen de ellos enfrentan perturbaciones enormes y costosas. Los agentes de industrias prometedoras como la energía renovable y la eficiencia energética están de frente a una oportunidad sin precedentes.

“Como una empresa importante de petróleo y gas, claramente nos jugamos todo en estas discusiones”, dijo Patrick Pouyanne, el máximo responsable ejecutivo de Total SA, el gigante francés del petróleo, en París. Pero “un optimista ve una oportunidad en cada dificultad. Definitivamente, soy un optimista; tengo que serlo”.

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EL MÁS IMPORTANTE

El pacto de París, que también llama a una revisión de compromisos cada vez más estrictos por lustro, es el acuerdo global sobre el clima más importante de la historia, con más alcance y ambición que el Protocolo de Kioto, de 1997. Además de Barack Obama, Vladimir Putin, Xi Jinping y decenas de líderes políticos, la cumbre que lo produjo atrajo a cientos de grandes empresas ansiosas por influir o entender negociaciones que podrían afectar profundamente sus futuros modelos de negocios.

Es probable que el acuerdo acelere las inversiones en tecnologías como la energía renovable y los vehículos eléctricos, especialmente si más países imitan a la Unión Europea y partes de Norteamérica e imponen un precio o un impuesto a las emisiones de carbono. Naciones Unidas estima que será necesario gastar más de un billón de dólares por año para "descarbonizar" la economía mundial y evitar aumentos de temperatura que según los científicos podrían inundar ciudades costeras, perturbar la agricultura y destruir ecosistemas.

Esto significa que las empresas con modelos de negocios amenazados por un mundo con bajas emisiones de carbono tendrían que cambiar de foco y rápido, dijo Lyndon Rive, máximo responsable ejecutivo de SolarCity Corp., el proveedor estadounidense de sistemas domésticos de energía solar presidido por el multimillonario Elon Musk. En cuanto a los que venden petróleo, dijo Rive durante la cumbre de París, "tendrán que defender ese empleo porque viven de él. Pero ese sustento será destruido".

Los ejecutivos de empresas similares tienen una visión similar, si bien menos cruda. Peter Terium, máximo responsable ejecutivo de la concesionaria de energía eléctrica alemana RWE AG, dijo que compañías como la suya tendrían que aprender de las sucesivas transformaciones de International Business Machines Corp. para preservar la relevancia en un nuevo sistema energético. El viernes, RWE aprobó un plan para dividirse en dos empresas, una concentrada en la energía renovable y en redes eléctricas y la otra, en la administración de activos convencionales en decadencia.

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CRUDO Y GAS NO SE VAN... POR AHORA


Eso no significa que las grandes petroleras cerrarán en el futuro próximo. Según un pronóstico relativamente optimista para las reducciones de emisiones hecho por la Agencia Internacional de Energía (AIE), los combustibles fósiles seguirán representando cerca del 75 por ciento de la demanda de energía en 2030. El carbón entrará en una meseta, el petróleo crecerá un poco y el gas natural se disparará.

Para seguir adelantadas a las políticas climáticas, las grandes empresas de energía están haciendo sus apuestas más grandes al gas. Si bien la energía solar está avanzando rápidamente en cuanto al costo y la eficiencia, la industria aún no entendió cómo acumular suficiente energía para los momentos sin sol. Mientras no se resuelva ese problema —probablemente con grandes mejoras de las baterías— habrá una demanda importante de carbón, gas o energía nuclear.

"El gas es una de las oportunidades más convincentes en el corto a mediano plazo", afirmó Helge Lund, máximo responsable ejecutivo de la productora de gas británica BG Group Plc, en París. Un mundo completamente libre de los combustibles fósiles está "más allá del horizonte de planificación significativa", lo que da a empresas como la suya mucho tiempo para seguir perforando, añadió.

Con todo, las inversiones en energía pasarán cada vez más a las formas ecológicas. Bajo otro escenario proyectado por la AIE, la energía renovable atraerá cerca del 59 por ciento del capital en el sector de energía durante la próxima década y subirá a aproximadamente dos tercios de 2026 a 2040. La francesa Total, por ejemplo, está desarrollando su división solar, transfiriendo inversiones al gas y expandiendo los servicios de eficiencia energética para adaptarse.

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LOS QUE PIERDEN

Las empresas de carbón se verán afectadas con especial dureza. El índice Stowe Global Coal Index, que monitorea el desempeño de las acciones de veintiséis grandes productores, perdió el 59 por ciento de su valor este año. Es el comienzo de una transición de “muchos billones de dólares de viejas tecnologías de combustibles fósiles a otras con bajas emisiones de carbono”, estimó vía e-mail Mindy Lubber, máxima responsable ejecutiva de Ceres, una organización que trabaja con inversores para presionar a las empresas para que mejoren su desempeño ambiental.

Si bien los ecologistas y muchos políticos sostienen que la transformación general será positiva para las economías y el empleo, millones de trabajadores enfrentarán consecuencias graves. El mes pasado, en la provincia canadiense de Alberta, el corazón de la región petrolera del país, un gobierno de centroizquierda electo recientemente promulgó un aumento abrupto de los impuestos a las emisiones de carbono.

La idea, según la ministra de Medio Ambiente Shannon Phillips, es utilizar lo recaudado para ayudar a "realizar esas inversiones en tecnología limpia, en la eficiencia y en el área de energías renovables" y diversificar la economía para despegarse de los combustibles fósiles.

Los ejecutivos de las empresas que reaccionaron tempranamente para prepararse para un mundo con menos emisiones de carbono sostendrían que la transición energética no trae nada nuevo, salvo quizás su escala. Después de todo, la transformación tecnológica viene arrasando modelos de negocios por lo menos desde la invención de la rueda.

“Las industrias con emisiones muy altas de carbono pasaron a la historia”, dijo Steve Howard, máximo responsable de sustentabilidad de Ikea, la vendedora minorista de muebles.

Si pueden adaptarse y reinventarse, ¡fantástico! Si no, tal vez algunas simplemente devuelvan el dinero a los accionistas y cierren lentamente

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