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¿Qué pasa cuando una pandemia se encuentra con una ola de calor?

En Miami-Dade, epicentro de la pandemia de COVID-19 en EU, una mujer lleva a sus nietos al supermercado como último recurso ante el calor. No cuenta con aire acondicionado y los centros de enfriamiento están cerrados por el confinamiento.

En un sofocante domingo por la tarde en el norte de Miami, Carmen Arocho, de 54 años, llevó a sus cuatro nietos a un supermercado cercano, no para comprar alimentos, sino para escapar del calor opresivo que ha estado calentando el sur de Florida. No le gusta hacer esto a menudo, ya que cada viaje aumenta el riesgo de que contraigan COVID-19.

El condado de Miami-Dade es actualmente el epicentro de la pandemia del nuevo coronavirus en Estados Unidos, y los funcionarios de salud locales informan más de dos mil nuevos casos diariamente desde el 1 de julio.

Pero con el índice de calor en más de 37 grados celsius, Arocho dice que no puede mantener a los niños en casa en el apartamento de dos habitaciones que comparten con su pareja y sus tres hijos adultos. Su unidad de aire acondicionado es vieja y, a menudo, se congela si se mantiene encendida durante demasiado tiempo. Cuando eso sucede, Arocho generalmente lleva a la familia a su automóvil con el motor encendido y el aire acondicionado funcionando, a veces incluso antes de acostarse para ayudar a los niños a quedarse dormidos. Pero sus gastos en gasolina han aumentado. Ella dice que no se ha quejado con sus propietarios sobre la unidad defectuosa por temor a ser desalojada.

El supermercado es su último recurso. "Entramos y caminamos para tratar de tomar algo de aire porque no hay otro lugar a donde ir", explica ella. Las bibliotecas y las piscinas comunitarias están cerradas, y los restaurantes en North Miami están restringidos a cenas al aire libre. Ni la ciudad ni el condado actualmente operan centros de enfriamiento en el área.

Este año ya está programado para ser el más caluroso registrado. Una persistente ola de calor de julio en gran parte de EU ha llevado las temperaturas a niveles peligrosos, lo que ha complicado los esfuerzos de lucha contra una pandemia en varias ciudades que se han convertido en puntos críticos de infección, como Miami, Houston y Phoenix.

Los residentes de varias ciudades informaron que esperaban horas en el calor implacable para hacerse la prueba, por ejemplo, y algunos sitios se cerraron debido a que las condiciones se volvieron peligrosas para el personal. Y a medida que los grupos de residentes huyen a espacios interiores con aire acondicionado, se exponen a un mayor riesgo de infección. Es una convergencia de crisis que los expertos en salud pública vieron venir hace meses, cuando el presidente Donald Trump planteó el mito de que el COVID-19 simplemente "desaparecería" con el calor del verano.

Los picos estacionales relacionados con las enfermedades por el calor pueden no solo exacerbar los síntomas en los pacientes de COVID-19, sino también presionar aún más a los hospitales que ya operan cerca o más allá de su capacidad, indica Ankush Bansal, médico en Palm Springs, Florida, que copreside a los médicos de Florida para la Coalición de Acción Climática.

Las olas de calor matan a más estadounidenses que cualquier otro tipo de clima extremo, y las comunidades más afectadas son adultos mayores de bajos ingresos, gente que vive en barrios pobres y personas sin hogar, las mismas poblaciones que son desproporcionadamente vulnerables al nuevo coronavirus. Al igual que con tantas otras desigualdades en EU, la pandemia expone cómo algunas comunidades soportan la peor parte del cambio climático y la división entre quién se refugia en casa y quién no.

Un tercio de todos los hogares estadounidenses ya tiene dificultades para pagar sus facturas de servicios públicos o mantener sus sistemas de calefacción y refrigeración en el hogar, según la última encuesta nacional de consumo de energía residencial, realizada en 2015. Más de 6 millones de hogares, o el 5 por ciento de la población nacional, informó que perdió su aire acondicionado ese año. Según el informe, era más probable que el problema afectara a los hogares de minorías y de bajos ingresos, así como a las familias con al menos un hijo.

Muchos viven en hogares con una gran carga de energía, puntualiza Michelle Kirwan, pediatra que atiende a familias de bajos ingresos como Arocho en un centro de salud comunitario en Miami Gardens. "Sus facturas son más altas debido a la calidad de sus hogares (aislamiento, sellados alrededor de sus puertas y cosas así) son menores al estándar", añade. "Así que tuve muchos pacientes a quienes les cortaron la electricidad".

Los peligros de los centros de enfriamiento

Desde una catastrófica ola de calor de 1995 que mató a más de 700 personas en Chicago, muchos de los cuales eran ancianos que carecían de aire acondicionado, los departamentos de salud urbana se han centrado en abrir centros de enfriamiento (grandes espacios públicos con aire acondicionado) para quienes no tiene aire acondicionado en casa, o no tiene una casa. Pero el COVID-19 presenta nuevos desafíos para tales esfuerzos de alivio del calor.

"El problema es que si pones a un grupo de personas en un espacio interior cerrado, entonces no estás manteniendo la distancia social", comenta Bansal. "Por lo tanto, está aumentando el riesgo de propagar el virus, particularmente a las personas sin hogar y de bajos ingresos".

Algunas ciudades mantendrán cerrados los centros de enfriamiento este año, mientras que otras han reducido su capacidad y han establecido estrictos protocolos de distanciamiento social. En Baltimore, donde más de una docena de instalaciones abrieron este lunes después de que las temperaturas alcanzaron los 38 grados durante dos días consecutivos, el personal y los visitantes pasan por exámenes de salud y controles de temperatura en la puerta, y se les exige que usen máscaras.

La cinta adhesiva en el suelo ayuda a mantener una distancia de dos metros entre las personas, y cada asiento se desinfecta inmediatamente después de su uso. Las actividades se mantienen al mínimo; en cambio, están repartiendo revistas que los visitantes pueden llevar consigo.

Cada centro está limitado a solo el 25 por ciento de su capacidad normal, pero Molly Martin, comisionada adjunta del Departamento de Salud de Baltimore, señala que en los últimos días ha habido poca asistencia. Ella espera que vengan más personas a medida que se corra la voz y que el calor persista, aunque espera que un nuevo programa mantenga a la mayoría de las personas en casa.

La ciudad está entregando mil 200 unidades de aire acondicionado y 25 mil ventiladores a personas de la tercera edad de bajos ingresos, y algunos se entregan a familias más jóvenes y refugios para personas sin hogar. "Teníamos ventiladores de caja gratis en uno de nuestros sitios de enfriamiento (el martes), con entrega en la acera, y la gente llegó temprano", declara.

La ciudad de Nueva York está ejecutando una combinación similar de programas, abriendo centros de enfriamiento mientras apunta a instalar 74 mil unidades de aire acondicionado portátiles en hogares de bajos ingresos y unidades de vivienda pública ocupadas por personas mayores en riesgo.

Houston está distribuyendo al menos 250 máquinas en su mayoría a personas mayores con emergencias por calor, pero solo abrirá sitios de enfriamiento si hay una gran cantidad de personas que buscan refugio a la vez. En este momento, la ciudad recibe alrededor de 50 llamadas al día para asistencia de alivio de calor, y aquellos que no califican para una unidad obtienen ayuda para encontrar otro lugar para refrescarse, ya sea la casa de un vecino o algún tipo de espacio público, con la ciudad proporcionando transporte si es necesario, según el coordinador de manejo de emergencias Nickea Bradley.

Otros municipios han presentado diferentes soluciones: San Antonio, Texas, y el condado de Montgomery, Maryland, convirtieron los autobuses en estaciones de refrigeración móviles con botellas de agua, Chicago reabrió algunos espacios y el condado de Maricopa en Arizona recientemente convirtió un juzgado vacío en el centro Phoenix en un refugio nocturno para personas sin hogar.

El condado de Miami-Dade no ha anunciado ningún plan para abrir centros de enfriamiento, pero incluso si lo hiciera, Kirwan apunta que no se sentiría cómoda al recomendarlos a sus pacientes en este momento. Sin embargo, presentar sugerencias alternativas para escapar del calor es igual de desafiante: "Es difícil hacer recomendaciones cuando sus familias no tienen dinero o aire acondicionado. Me da un vuelco el cerebro tratando de pensar en cosas y tengo un obstáculo". Agrega que está frustrada porque el Gobierno local no ha hecho más para brindar alivio.

El alto costo de mantenerse fresco

Los centros de enfriamiento y las alternativas a ellos son, al final del día, solo una solución temporal a un problema de larga data que solo empeorará a medida que el cambio climático conduzca a un clima más extremo.

"Lo que las ciudades deberían hacer es no tener políticas que básicamente obliguen a las personas de bajos ingresos a no tener otro medio que no sea ir a centros de enfriamiento", manifiesta Bansal. Eso significa garantizar que los hogares de bajos ingresos tengan acceso a una refrigeración eficiente y energía asequible en el hogar y que se requiera que los propietarios proporcionen aire acondicionado a los inquilinos.

Florida, por ejemplo, se encuentra entre los más bajos de todos los estados en eficiencia energética, y no cuenta con tales protecciones de enfriamiento para los inquilinos.

El 21 de julio, el condado de Miami-Dade anunció que proporcionaría asistencia en caso de crisis a las familias afectadas por COVID-19 a través del Programa Federal de Asistencia Energética para Hogares de Bajos Ingresos, con fondos de la Ley CARES. Los residentes pueden recibir hasta 2 mil dólares en asistencia de servicios públicos dentro de un periodo de 12 meses si cumplen con los requisitos, que dicen, entre otras cosas, que los beneficiarios no pueden ganar más del 150 por ciento de las pautas federales de ingresos por pobreza.

Es un buen comienzo, considera Mayra Cruz, gerente del programa de resiliencia climática de la organización sin fines de lucro Catalyst Miami. Le preocupa que las personas que más lo necesitan no conozcan el programa o no tengan acceso a una computadora o a Internet para enviar una solicitud en línea, ya que las oficinas gubernamentales están cerradas. "Hay más que podemos hacer para garantizar que la carga no recaiga en los miembros de la comunidad afectados para obtener alivio en este momento", dice ella.

Para los defensores locales como ella, es una pequeña victoria en una batalla más grande sobre la justicia climática y la conservación de la energía en toda Florida. Los consumidores están al antojo de la compañía de servicios públicos dominante Florida Power & Light (FPL), que en 2019 buscó la aprobación del estado para reducir los objetivos de eficiencia energética a cero o casi cero, y reducir los programas de ahorro de energía y costos para familias de bajos ingresos, agrega Cruz. Su organización sin fines de lucro es parte de la Alianza del Clima de Miami, que insta a FPL a extender su moratoria actual sobre el corte de electricidad al menos hasta fin de año y reducir los costos de los servicios públicos.

En un comunicado a CityLab, el portavoz de FPL, Chris McGrath, informó que la compañía "continúa suspendiendo las desconexiones por falta de pago" y no ha tomado una decisión sobre cuándo reanudarlas. También indicó que continuarán "renunciando a los cargos por pagos atrasados y ofreciendo a los clientes extensiones de pago adicionales" para quienes luchan por pagar sus facturas.

En tanto, mientras aumentan las temperaturas, las facturas mensuales suben. "Hemos escuchado a miembros de la comunidad hablar sobre cómo han estado luchando para mantenerse al día con la electricidad, especialmente durante el verano", destaca Cruz. "Ahora que todos estamos atrapados en casa, las facturas han aumentado en 50 dólares en los últimos meses. No se puede esperar que esas familias sigan el ritmo".

Lynn, residente de Miami, le pidió a CityLab que no publicara su apellido para mantener su privacidad y porque le preocupa el estigma que podría enfrentar por buscar asistencia pública. Comenta que tiene 60 años y se atrasó en sus pagos mensuales de electricidad después de perder su trabajo en una guardería local debido a la pandemia. Catalyst Miami la ayudó a pagar algunas de esas deudas, pero aún le debe a la compañía más de 360 dólares. Evita encender su aire acondicionado, lo que costaría unos 300 dólares por mes, incluso cuando las temperaturas dentro de su hogar exceden las temperaturas exteriores. En cambio, dos ventiladores que compró en Walmart zumbaban en el fondo mientras hablábamos.

"Trabajé y logré conseguir un hogar", narra Lynn. "Cuando lo obtuve estaba en buena forma, trabajando en dos o tres trabajos, pero ahora a medida que envejezco, es difícil para mí mantenerlo y no tengo ingresos adicionales para pagar la electricidad".

La pandemia de COVID-19 y los desafíos de movilidad han dificultado la búsqueda de un nuevo trabajo, y no califica para recibir asistencia dirigida a familias por debajo del umbral de pobreza o a inquilinos. Está frustrada, afirma, porque está atravesando un "momento difícil" pero no está encontrando ayuda para recuperarse. Y está afectando su salud mental.

Su historia no es excepcional en Miami-Dade, donde aproximadamente un tercio de las casas son los llamados hogares ALICE (activos limitados, ingresos restringidos, empleados). Viven por encima de la línea de pobreza pero no ganan lo suficiente para pagar las necesidades básicas del hogar. A menudo, están a solo una emergencia de la inestabilidad financiera, puntualiza Cruz.

"Vemos que los casos de COVID-19 aumentan continuamente y no paran, estamos alcanzando números récord cada día", dice Mackenzie Marcelin, organizadora de justicia climática para la organización política sin fines de lucro New Florida Majority, que también forma parte de la Alianza Climática de Miami. "Tenemos que decir: 'Oye, no podemos seguir poniendo a estos residentes en ansiedad cada mes'".

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